Capítulo 25

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Dedicado a: MeryTomlinson78

Esa tarde, Johanna se quedó a comer con ellos. Incluso pospusieron la limpieza para después. Ella era una mujer bondadosa a los ojos de Louis, aunque no dejaba de dolerle su abandono, sabía que detrás de esa decisión se escondían motivos para haberlo hecho.

Tenía dos hijas, un esposo que la amaba demasiado y vivía en las afueras de la ciudad. Louis quería conocer a sus hermanas, a su otra familia, quería creer que su vida era normal y que la soledad que sintió antes no existía más.

Quería creer que el dolor se había esfumado.

De pronto miraba a su madre a los ojos mientras ella hablaba y hablaba. Una mirada un tanto vacía, arrepentida. Y ahí estaban de todas maneras, juntos.

Parecía ser suficiente para un nuevo comienzo. Después de todo, ¿quien no merece tener de regreso la felicidad?

–Charlotte y Felicite estarán muy emocionadas cuando sepan que te encontré. –Johanna posó la palma de su mano sobre el hombro del híbrido.

–Yo también estaré encantado de conocerlas. Deben ser maravillosas.

Se habían reunido en la sala después de la comida. Hablaban de cualquier cosa, se desviaban del tema. Gemma y Anne no dejaban de parlotear sobre lo inquieto que era Louis a veces, Harry mantenía su diminuto cuerpo por sus caderas y él se escondía en su pecho en cada momento.

–Entonces... ¿Son novios? –preguntó serena antes de darle un sorbo al té de azahar que Anne le ofreció. No le molestaba en lo absoluto la relación de su hijo, ya bastante lo había juzgado antes como para hacerlo ahora por su orientación.

Ser distinto no te define, pensar distinto no está mal, que te gusten otras cosas es algo bastante normal y debe ser aceptado. Incluso si tienes otra religión mereces respeto, porque una decisión no te clasifica, nada de lo que hagas con tu vida debe ser motivo de rechazo. Sigues siendo humano, y eso es lo único que importa.

–Desde que eramos unos niños –Harry rió sonrojado.

–Encajan a la perfección. Como las piezas de un rompecabezas.

Cuando se tomaban de las manos, cuando se abrazaban y dormían uno detrás del otro, cuando unían sus labios en un compás lento...

El cuerpo de Harry siempre lograba situar el de Louis a la par.

–Como dos mitades de un corazón –inspiró Harry entre susurros.

[...]

Dos almas perdidas tratando de resguardar un poco de cordura. Corazones extraviados luchando por mantener sus partículas unidas.

El azul del cielo se perdió entre el verde de la hiedra del campo, entre horizontes, más allá de las montañas más lejanas.

"Dos corazones en un hogar"

Si el destino los había unido, el destino los mantendría aferrados a su sentimiento.
Todo lo que empieza debe terminar, pero su amor perduraría a través de los tiempos, después de esa vida, hasta que la última partícula del universo se desvaneciera; no tendría ni principio ni final.

[...]

–Gracias, gatito.

Harry pasó sus manos por las caderas del castaño, lo pegó a su cuerpo, besó su nuca y respiró cerca de su oído, lo cuál rápidamente le robó suspiros y escalofríos.
Pasaban los años y él seguía sintiéndose vulnerable, enamorado, como la primera vez.

–¿Por qué me agradeces?

–Por saber perdonar –agregó al instante. –Realmente pensé que la correrías o algo parecido. Tu gentileza me volvió a sorprender.

–Tienes una mala imagen de mí, me siento indignado –se giró quedando frente al rizado, sonriendo, sonrojado.

–Oh, vamos... Sólo bromeaba. –Aferró más su pequeño cuerpo curvilíneo y sus hombrías se rozaron. –Jamás me haría a la idea de tomarte como una mala persona.

–Yo... ¿Lo prometes?

–Por supuesto.

Harry no lo notaba, pero su voz ronca y lenta lograba estimular demasiado el oído de Louis. Y algo más. Tampoco se daba cuenta de que cada vez adhería más su pecho al del híbrido y que inconscientemente empezaba a frotarse contra se poco crecida erección.

–Ya es n-noche, Harry... Debemos descansar –habló con voz entrecortada. Enredó sus dedos detrás de la nuca del más alto y se puso de puntitas intentando besarlo. Harry no lo dejó.

Tomó sus caderas con más fuerza y lo levantó del suelo, Louis actuó rápido aferrándose con sus piernas. Caminaron así hasta caer uno sobre el otro en la cama, empezaron una danza de labios y caricias, música en cada roce conforme caía un manto de tinieblas que adornaba la habitación con una oscuridad siniestra, prohibida.

El ambiente se volvía denso, se enfocaba en dos cuerpos hambrientos de ellos y se concentraba en el romanticismo con el que avanzaba ese mismo deseo.

–Te necesito, Louis.

–Entonces tomame. Soy todo tuyo; esta noche y siempre.












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