Capítulo 11

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-¿Te sientes mejor, gatito?- preguntó Harry mientras acunaba el rostro demacrado de Louis en sus manos. Él sólo asintió.

Anne fue a revisar al niño cada cinco minutos. Le llevó leche caliente un par de veces e incluso se quedó a observar hasta que se quedara dormido.

La cita con el psicólogo era mañana, no podía faltar ya que sólo eran pocas secciones y si faltaba sería un descontrol en lo que ya había avanzado.

Pasó la noche, una muy larga y preocupante. Temían que el medicamento dejara de servir y Louis tuviera su celo completo. Tenían una duración entre dos o cuatro días; por fortuna, el del castaño se esfumó al día siguiente. Le dejó secuelas como seguir sintiendo calor y que por ratos sus genitales se inflamaran un poco, sin embargo, supo controlar y ahora desayunaban para ir a su terapia.

-Quiero cereal de chocolate- pidió el rizado.

-Yo quiero el de colores...- se estiró hasta alcanzar la caja por sobre la mesa -¡Sí!

-No, Louis- regañó el mayor arrebatándole la caja de las manos. Louis hizo un puchero.
-los niños grandes no comen cereales de colores, comen de hojuelas de chocolate.

-Soy un niño bebé, Hazz... ¡Damelo!- gritó.

Empezaron a perseguirse por toda la cocina y después se fueron a brincar entre los sillones de la sala.

-¡Mamá!- gritó Gemma molesta por el ruido que hacían. -¡Bigotes y Hazza están peleando!

-¡Cállate!- gritaron juntos y empezaron a reír sin dejar de correr por donde quiera que les fuera posible.

Subieron las escaleras ignorando las súplicas de Anne porque se detuvieran, así hasta llegar a la habitación que compartían. Harry se lanzó contra la cama y Louis encima de él.

-¡Damelos!- pidió entre manoteos.

-No, ya eres niño grande.

-Soy niño bebé... ¡Dame eso!

-Primero tienes que hacer algo- empujó al híbrido a un lado y sonrió malvado.

-Sí, sí... Pero dame los cereales de colores.

-Vale- le dedicó una carcajada carente de humor y lo acercó hacia él.

-¿Qué tengo que hacer?- cuestionó enfadado. -¡Dime!

-Besame, gatito.

[...]

Después de desayunar se fueron a la sección de psicología y el señor de bata banca los recibió a todos con paletas de caramelo. Incluso Anne tomó la suya.

-Vamos, Louis. Entra con él y nosotros te esperamos por acá- dijo Anne y besó su coronilla, éste asintió y el hombre lo dirigió a la camilla de siempre.

-¿Cómo te has sentido, Louis?

-Ayer tenía mucho calor, y mi mami Anne me llevó a dos doctores.

-¿Mucho calor?

-Ajá, mira- le mostró el piquete de su cuello donde habían inyectado el calmante. -Pero yo estoy bien. Harry dice que soy un niño grande y fuerte sólo si lo beso y como los cereales de chocolate.

-¿Él dijo eso?

-Ajá- dio una lamida a su paleta.

-Vaya...

-Él me quiere mucho. A veces me hace enfadar, pero no deja de quererme.

-Cada vez pronuncias más palabras, ¿tu maestra te enseña a decirlas?

-Harry. Él lo hace.

-Él te está ayudando, ¿cierto?

Louis sonrió, imaginó todas las tardes que Harry pasaba ayudándole a leer, a dibujar, a cualquier cosa que él quisiera intentar. Ahí estaba Harry.

Era increíble lo que él hacía para hacerlo feliz. Crearon un lenguaje único que entendían a la perfección. Todo a su lado era perfecto, desde el inicio hasta el final. Y si alguno de los dos se equivocaba, si cometía algún error, el otro estaría a su lado para abrazarlo y susurrar palabras de consuelo hasta volver a verlo feliz.

-¿Te gustaría volver a hacer un dibujo para tu novio?

-¡Sí!

-Quiero que dibujes en esta parte de la hoja el día más triste de tu vida, y en esta otra sección de papel, el día más feliz.

-Vale...

Dividió la hoja de papel a la mitad y comenzó a trazar una calle, una caja, y un niño con orejas y bigotes llorando. En la otra mitad dibujó exactamente lo mismo, pero un niño rizado estaba inclinado mirándolo y el niño de orejas estaba feliz.

-¿Qué significa?

-El día más triste, mi mamá me dejó en la calle. Y el día más feliz, Harry y Anne me llevaron a vivir con ellos.

-¿Recuerdas a tu verdadera mamá?

-Recuerdo sus manos y la canción que me cantaba cuando no podía dormir. Tenía uñas lindas, y su voz al cantar también.

La extrañaba, de eso no había duda. Un niño no puede perder a su madre y hacer como si nada pasó.

¿Qué pasa cuando pierdes un amigo?, ¿acaso no te sientes mal?, ¿no llegas a sentir que algo te falta?

Pues él perdió a su mamá, y su mamá lo perdió a él. Si perder un amigo resulta difícil, perder a tu madre es mil veces peor.

Y sabía, a pesar de ser un niño, que si se proponía buscarla, la encontraría. Pero no lo haría ahora.

A veces es mejor olvidar a  quien nos olvidó.

Después de todo era sólo un niño. No podía decidir cosas tan difíciles. Aunque ahora estaba feliz algo le faltaba; no podemos ser felices del todo porque siempre existirá un vacío que ni todo el cariño del mundo será capaz de llenar.

Terminó su dibujo, esta vez sólo le hizo varios dobleces y se lo entregó al hombre que estaba con él.

-No quiero darle ese dibujo a mi novio Hazzie.

-¿Por qué no?- preguntó tomando el papel entre sus manos. -Me parece que es lindo que él estuviera en el mejor día de tu vida.

-Harry no debe saber que mi mamá me dejó.

-¿Por qué?, ¿no se lo has dicho?

-No, y a nadie se lo diré. Tú lo sabes y si le cuentas a mamá Anne, no vuelvo a comer tus dulces.

-No le contaremos a nadie, Louis... Tranquilo.

-Si Harry se entera no querrá abrazarme jamás.

-Dudo que eso suceda. Él te ama tanto como lo amas tú.

-¿Debería decirle?

-Sólo si tú quieres hacerlo.

"Mi mamá no me quizo, no puedo esperar que alguien más lo haga. No te merezco"

-Harry es un niño muy lindo. Tú también lo eres.

-¿Me dejas hacer otro dibujo para Harry?- pidió en un susurro casi inaudible. -Esta vez le dibujaré un ramo de rosas blancas como las que él me regala. Así podré besarlo mucho hasta que la última de las rosas se termine de secar.

No importa que tan marchita se encuentre una rosa, porque un rayo de sol siempre la volverá a iluminar.

CANDY CAT  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora