Capítulo 29: El molestoso al que dejé el ojo morado.

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Me hubiera gustado quedarme más tiempo con Daniel si no fuera por Morelia, que casi todos estos días no lo dejaba en paz.

"Desde la última vez yo... hubiera terminado de decirle Pero, supongo que no soy la persona indicada para esto. Al fin y al cabo, lo sabrá de todos modos"

2 meses después...

Hoy a Daniel le darán de alta y definitivamente iba a ir, o de lo contrario me nombraría a mi misma una mala amiga. Transcurría los segundos, minutos y horas que eran casi perpetuas en el bus. Los padres de Daniel y la bruja que tiene como novia no dejaron que me valla con ellos. Pues no podían mezclarse con la "servidumbre". Me moría de la risa solo pensarlo, "¿Se creen de la realeza o que?". Sin embargo, agradecí que lo hicieran o no soportaría estar enserada con ellos en un auto en movimiento, tal vez los tres podrían conspirar y tirarme por la ventana como basura.

Una vez que bajé del bus, continué mi recorrido a las calles en dirección al hospital.

_ Es raro que el señor Emilio no pueda venir. Supongo que estaba totalmente ocupado. -  Toqué mi barbilla, no dejaba de hundirme en mis pensamientos.  - Además, esa niña... No... - Tenía que encontrar la posibilidad de hallar el culpable o a "la" culpable de esto. Mirando al piso como siempre. De manera inesperada me encontré una moneda de s/5.00 

"Es señal de buena suerte" pensé.

Sin embargo, una mano también deseaba levantar la moneda. Traté de mirarlo, y al parecer lo hicimos al mismo tiempo. Nuestros rostros estaban cerca uno del otro que podía sentir su respiración. Me alejé lo más rápido posible sin importarme de la moneda. Definitivamente iba a cambiar de ruta, le dí la espalda para marcharme.

_ ¿Jacqueline? -  "Esa voz". - Valla, el mundo suele ser pequeño, me alegra de haberte visto. - Estaba segura que era él. "¡¿Qué carajos hace aquí?!" - Parece que no dirás nada...

 _ ¿Dylan?

_ Acertaste. Pensé que ya no me recordabas. - Se acercó a mi encuentro. - Y... ¿Qué tal tu castigo? - Soltó una risilla burlona.

_ ¿Qué tal tu ojo... bien? - Le mostré el puño. No iba a dejar que después de tantos años venga a arruinarme el día.

_Ya cálmate. - Se cubrió el rostro.

Al parecer aún me temía. Era tan divertido hacer eso.

_ Descuida no te golpearé. Por ahora. - Reí a carcajadas.

_ Pues contigo todo es un peligro.

Sonreí, me alegra verlo tan bien, tan formal y... lindo. Se ve tan distinto, desde la última oportunidad que pude verlo. Al parecer ya no es el chiquillo mocoso, devilucho y raro, que cada oportunidad que tenía la desperdiciaba en joderme.

_ ¿Vives por aquí?¿Si es así, no comprendo como no nos hemos visto antes?

_ No, en realidad trabajo cerca. - Dibujó una sonrisa.

_ ¿Así?... - Asintió, me crucé de brazos. Es difícil creerlo. - A ver, déjame pensar... seguro eres mozo.

_ No.

_ Conserje. - Negó con la cabeza. - Mmm... Caballero de compañía.

_ ¿Caballero de compañía? ¿De dónde sacas esa idea? - Me miró desconcertado. 

_ No sé, solo se me ocurrió. Creí que... como tan bien hay Dama de compañía. También podría haber Caballero de compañía. - Se quedó sin habla. - ¡Qué! es un servicio. Vale.  Bueno, me rindo.

_ Hashhh... nunca cambias. Me dedico a la medicina. Trabajo en un hospital cerca. Aunque no está tan cerca de mi casa.

_ ya...pfff... y yo soy la Reyna de Roma. - Miré a un lado. Puedo deducir que sigue siendo el mismo niño de siempre, a pesar de que sea mayor que yo. Si que los hombres tardan en madurar.

Afortunada, entre dos mundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora