Capítulo 23: Cita

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_ Daniel, despiertese. - Traté de sacudirlo, pero fue más que inútil. No había caso alguno, era un tremendo pedazo de tronco sonoliento.

_ Ya voy. - Habló entre murmullos, ocultándose entre las suaves telas de la sábana, como cualquier niño pequeño.

_ ¿Si? Pues no hace lo que dice. - Chasqué la lengua. - ¡Levántese!

Tiré muy fuerte de la manta sin darme cuenta de que había pisado una almohada fugitiva restregada en el suelo, haciendo de que no solamente cayera en el piso, si no también a Daniel conmigo.

_ ¡Au! - Nos quejamos al mismo tiempo.

No tenía palabras y ni la fuerza suficiente para gritar, había quedado perpleja, sentía de que mis mejillas se sonrojaban cada vez más al admirarlo tan de cerca y con la respiración entrecortada entre mis labios, tal suele ser de que estaba en el mismo trance que el mío.

_ Hola... - sonrió.

_ No... - <<Está muy cerca>> - ¡Le-levántese! - Mi corazón daba fuertes pulsaciones como si quisiera salirse del pecho. La alteración, la pena invadían mi ser, logrando de que inevitablemente me vuelva un tomate.
Lo voté a un lado y me incorporé de pie, continuándo con el protocolo.

_ ¡Dani! - Gritó una voz femenina.

La puerta se abrió completamente, los pazos de esa mujer eran tan veloces que apenas la ví pasar, ya estaba colgando de los brazos de Daniel, como mono sin su árbol. Era imposible no darse cuenta de la presencia de esa persona.

_ M-Morelia, ho-hola. - Habló Daniel aún sentado en el piso.

Así como repentinamente llegó, así de repentino se esfumó su sonrisa. Posó una cara demasiado seria y me observaba de pies a cabeza de una manera desagradable, ignorando así mismo el saludo de su novio.

_ ¿Jacqueline? ¿Qué se supone que haces aquí?

"¿NO ME ESTÁS BIENDO EL UNIFORME, ESTÚPIDA?"

_ Trabajo aquí. - La miré del mismo modo a ella, fingiendo una sonrisa.

_ ¡Ja! ¿Tú como sirvienta? No pensé que llegarías tan lejos. Pero, no estoy preguntando por eso. Digo ¿Qué haces en la habitación de mi novio? - Lanzó una mirada desafiante directa a mi.

_ Es mi sirvienta personal. - Daniel aclaró su garganta levantándose del piso y rascandose la cabeza.

_ Osea ¡Qué! ¿No es suficiente para ti la preparatoria? Tienes que venir a acosarlo en su propia casa, con la excusa de que... ¿Solamente trabajas aquí? - Morelia no venía con buenos aires de pasar página.

_ Jacqueline, puedes irte. - Daniel articuló de la manera más pacífica posible.

_ Si. Con permiso. - Hice una reverencia y me dirigí a la puerta de salida. Pero, el obstáculo de Morelia me había tomado del brazo fuertemente, haciendome doler.

_ Aún no termino contigo, conosco algo importante de ti. Maldita zo...

_ ¡Morelia! - Gritó el chico de ojos color miel, con una voz de autoridad al igual o casi parecido al de su nana.

Podía sentir su orgullo a kilómetros de distancia, al tener que hacer caso a las órdenes del muchacho. Salí lo más rápido que pude antes de que yo fuera la que olvide las normas del hogar y me descobre de todo lo que me hizo pasar en estos meses.

_ ¡¿Puedes decirme que es lo que te sucede?! - Retomé la conversación una vez que Jacqueline abandono la habitación.

_ ¿Cómo puedes preguntar, que es lo que me sucede? Veo a mi peor enemiga trabajando en tu casa, viviendo bajo tu mismo techo y para colmo es la empleada personal de "mi novio". ¿Crees que no es suficiente para responder a tu pregunta? - Frunció el ceño.

Afortunada, entre dos mundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora