承Her | m. yg

v e i n t i u n o

"Todo lo que hice fue colorearte
en mi blanco y vacío papel".

—
♡
—

Kim SeokJin:
No entiendo de qué estás hablándome, y yo pienso que por mensajes no es lo correcto.
13:03

Si tienes algo que preguntar, también sabes donde queda mi estudio.
13:05

Apreté la mandíbula al grado de hacerme daño. Necesitaba respuestas y nadie me las daba.
Aquella mañana en el departamento de MinJi sólo me hizo pensar en lo remotamente inimaginable.

—Maldición.

¿Eres mi amigo o mi enemigo?
13:06

Tú sabes algo que yo aún no.
13:06

¿Tengo que entrar en detalles?
13:07

Kim SeokJin:
Si ella no ha hablando contigo, no
depende de mi.
13:09

No la presiones tanto...
13:10

Lo digo por experiencia.
13:10

¿Debo de preocuparme?
13:12

Kim SeokJin:
Debes de entenderla, ella te necesita YoonGi.
13:13

Es todo lo que diré.
13:13

Y por último, no me pongas entre la
espada y la pared, los dos son
importantes para mi.
13:14

Deje el móvil sobre mi escritorio y me llevé las manos a la cabeza para halar de mi cabello sin mucha fuerza, estaba frustrado y algo cansado. Estábamos a una semana del concierto con el Sunbaenim Seo TaiJi y sentía los nervios a mil por hora.
Pero MinJi consumía gran parte de mi tiempo con tan sólo ponerme a pensarla.

—Toc toc —se escuchó del otro lado de la puerta, sonreí inconscientemente y deje todo lo que hacía para poder observar como MinJi entraba a mi estudio.

—Vaya, que sorpresa tenerte por aquí.

—¿De verdad Señor Min?

Me reí en mis adentros y fui hasta ella, siendo cauteloso y lento al unir nuestros labios.

—Te extrañé, daddy —sonrió atrevidamente, para luego besar mis mejillas.

—Traviesa —acaricie los mechones de cabello que caían por su espalda.

Quería hablar con ella, necesitaba hablar con ella... Es por eso que tenía el corazón bombeando más rápido de lo normal.
Tenerla entre mis brazos no ayudaba en su totalidad a dispersar todos esos pensamientos de mi cabeza.

Temía que se diera cuenta.

—MinJi...

—¿Mmm? —alzó la vista, hasta conectar su ojos con los míos.

—¿Tú confías en mi, verdad?

—Lo hago... un ochenta por ciento.

—¿Puedo saber el por qué?