Capítulo 31- Secuestrada.

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Mattis Knutas se encontraba sentado en la pequeña mesa que había en la destartalada –y pasada de moda- cocina de aquella avejentada casa. Frente a él había una taza de té muy a lo británico. Su mirada parecía estar centrada en un punto en la pared de enfrente, pero en realidad estaba en un trance recordando varios momentos en su vida.

En la mayoría de sus recuerdos su Julie se encontraba presente. Cuando le enseñó a andar en bicicleta, su primer día de escuela, su primer beso, el baile de la secundaria. Le era difícil recordar un momento sin el que ella no estuviera presente.

Julie… Julie

Aquel nombre lo hizo salir de su trance. A su mente llegaron las imágenes de las que había sido protagonista no más de cuatro horas atrás. Había recuperado a su Julie y por poco y lo olvida.

Con torpeza se colocó de pie y recorrió la habitación en tres grandes zancadas. Su semblante había cambiado. Ya no se encontraba cabizbajo, triste, ojeroso y sin esperanzas. En menos de un segundo se había convertido en una persona optimista, alegre, con esperanzas, un brillo característico estaba presente en sus ojos y podría decirse que hasta su andar irradiaba felicidad.

Bajó al sótano dando brinquitos de felicidad. Lo recibió el largo, obscuro y húmedo corredor que daba a distintas habitaciones. Mattis conocía cada una de ellas a la perfección, ya que en distintos momentos de su vida había tenido la oportunidad de pasar al menos unas horas enclaustrado en cada una de ellas.

—Lavado…

Pronunció mientras con sus dedos recorría la superficie de la hinchada puerta de madera. Aquella palabra tenía doble significado ya que sus padres la utilizaban para lavar la ropa, pero también para los castigos. Él y Julie no eran de los niños que desobedecían a cada rato, pero cuando lo hacían excedían los niveles.

Y en el cuarto de lavado era donde su padre solía lavarles la boca con jabón cada que decían una mala palabra, les remojaba las manos en cloro por golpearse e inclusive los obligó en alguna ocasión a tallarse cada parte del cuerpo con algún producto tóxico. Era un milagro que Mattis siguiera vivo después de aquellas torturas.

—Clases… —pronunció al pasar frente a la siguiente puerta.

Después del colegio, Mattis solía pasar al menos otras tres horas en aquella habitación instruyéndose sobre la historia de las religiones y el origen del hombre, viéndolo tanto desde el lado religioso como desde el científico. Su padre, en su tiempo, fue un gran teólogo en Belfast por lo que sabía mucho sobre el tema.

—Dormitorio… —dijo al llegar a la última puerta del corredor.

Aquel lugar estaba amueblado como cualquier habitación. Tenía cama, baño, sábanas y una mesa.

Aquel cuarto rara vez era utilizado para adiestrar a Julie y a Mattis. Éste último recordaba que su padre, Geroff, lo utilizaba más con su madre Agatha. Su madre era completamente sumisa a su padre, lo veneraba como a un Dios, le tenía amor incondicional; pero para Geroff eso no era suficiente. Para él, ella seguía siendo una estúpida que no sabía hacer nada bien, nunca hacía la comida como él la pedía y hablaba sin que él se lo permitiera.

Agatha era obligada a pasar días y hasta semanas enteras ahí encerrada por su “mal comportamiento”. Cuando salía de ahí su piel tenía una blanquees enfermiza debido al poco cuidado que recibía por parte de su esposo.

Mattis alejó el recuerdo de su madre. Inconscientemente sus manos se habían formado en puños, eso era lo que el recuerdo de Agatha Knutas provocaba en él.

Su madre nos abandonó, nos cambió para irse lejos de nosotros”, recordó que su padre les dijo cuando él tenía 17 años y Julie 13. “En la carta dejó muy en claro que nos detestaba y que los últimos años fueron un infierno para ella

Caso Parker || L.P ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora