Capítulo 07
Ni siquiera medí cuánto tiempo había transcurrido, era como estar hipnotizada ante la bella imagen frente a mis ojos.
Un padre que adoraba y veneraba a la pequeña criaturita que llevaba entre brazos, su hija.
No podía evitarlo, verlos era tan emocionante como doloroso a la vez, sentía un nudo en la garganta, uno que llegaba hasta mi pecho y se apretaba con tanta fuerza que tuve que llevar una mano a la altura de mi corazón y acariciar mi pecho como si así el dolor pasara.
Ahora podía ver claramente que esa niña no había sido procreada solamente por Joanne, de hecho aquel hombre había tenido que ver mucho, aunque los rasgos de su hija no fueran tan notorios era evidente que tenían un parecido enternecedor, puede que el mismo ceño fruncido o la trompita que hacían ambos. Sentí un brinco en el pecho cuando vi cierta humedad en sus mejillas, y era como escuchar una parte de mi ser crujiendo y doliendo.
No recordaba haber visto a un hombre llorar, quizás solo una vez el llanto de Dylan cuando era pequeño, pero ver a ese hombre en esa situación, observar como parecía querer contenerse con todas sus fuerzas y cerrar sus ojos que estaban irritados.
Me confundía la manera en que yo reacciona, como si quisiera que parara, como todo mi sistema me alarmara antes las gotas de humedad que recorrían su rostro.
Al parecer no fui había sido tan cuidadosa como creí, pues pronto tuve dos enormes, intensos y a la vez terroríficos ojos verdes observándome. Me quedé allí inmóvil sin saber que hacer hasta que mi subconsciente me dio una bofetada e hizo que pestañeara rápidamente.
Como si me hubieran dado cuerda, mi corazón saltó de impulso y bombardeó duramente contra mi pecho. Sentí mis mejillas arder de que él me hubiese atrapado viéndolo, y en un acto estúpido me giré y escondí tras la puerta.
Que bien Maggy, que inteligente de tu parte.
Me golpee mentalmente por ser tan idiota, me tragué la vergüenza y timidez y giré la perilla. Cerré los ojos, tomé tres respiraciones profundas y entré a la habitación.
La tensión en ese lugar era totalmente palpable y cargada, estábamos solas, con una nenita que apenas y podía abrir los ojos. Era obvio que había alguna especie de luz roja que hacía que las alarmas en mi cabeza sonarán y me advirtieran que debía escapar, algo extraño está pasando aquí. ¡Sal ya!
Sin embargo, y ante todo pronóstico acababa de descubrir un lado mio que desconocía o había olvidado. Yo era terca y testaruda, y por ende a veces hacia tonterías.
— Ho... Hola. — levanté la mano en un dudoso y algo absurdo saludo. Lo vi tensar la mandíbula, entrecerrar los ojos y darse la vuelta.
— ¿Qué haces aquí? — su voz era grave y escalofriante, un poco más aterradora que las otras veces. Parecía enojado, absolutamente toda su postura y contextura me decía que no estaba nada contento teniéndome allí.
— No era... Mi intención incomodarte. — tartamudee, estaba tan ansiosa y abochornada que no podía formular oraciones completas. ¿Por qué ese hombre me causaba tanto miedo? Quizás esa era la razón de que nadie quisiera mencionarlo en casa.
— No... —juntó sus labios y colocó con sumo cuidado a la bebé sobre una cuna extremadamente grande de color blanco, tenía una tul y sonajas encima que colgaban y giraban haciendo un sonido dulce y soñador. — No me incómodas. — su voz se fue apagando. — ¿Desde hace cuánto que llevabas ahí?
