Capítulo 04
Yo... Yo estaba embarazada o al menos lo estuve.
Intenté ahogar un sollozo pero fue inevitable, mis lágrimas seguían manchando la hoja. La fecha indicaba que fue antes del accidente ¿significaba que lo había perdido? ¿Cómo lo había olvidado? ¿Por qué nadie me lo dijo?
Con la poca fuerza que tenía limpie mis mejillas húmedas y salí de la habitación, guardé el papel muy bien en mi bolsillo y me apoyé de la pared, otro mareo me golpeó bruscamente.
¿Hace cuánto que no me venía el periodo?
¿Hace cuánto que tenía estos síntomas?
¿Habría la posibilidad de que aún estuviera en estado?
Por supuesto que la había.
Con más cuidado apresuré el paso y me encaminé directamente hacia la clínica.
En el taxi mi pierna subía y bajaba con desesperación con un temblorcillo incesante, la uña de mi pulgar era carcomida por mis dientes y mis ojos no dejaban de observar la manecilla de la puerta contando los números hasta que llegáramos a la clínica.
¿Por qué no me lo dijeron? ¿Por qué Dereck no me lo dijo? ¿Acaso él lo sabía? ¿Y si lo perdí? ¿Y si perdí a mi bebé?
Mis ojos vuelven a llenarse de lágrimas, me sentía tonta llorando en un lugar público mientras el conductor me observaba de reojo a través del espejo de en medio, suponía que le preocupaba verme en ese estado, yes que cualquier persona que ve a alguien llorando en público, piensa que ha perdido a alguien o le han roto el corazón.
Yo por otra parte, tenía que hacerme a la idea, a esa idea de que en mi interior no había nada ni nadie.
Toqué mi vientre por inercia y cerré los ojos.
— Por favor. — musité. — Por favor que seas real. — pronuncié con un hilo de voz.
Tragué saliva, sintiendo que la boca se me secaba, mis lágrimas apenas humedecían mis labios, y en un gesto lastimero las limpie sin muchas ganas.
Atrapada en el tráfico y con los pensamientos tan lejanos de la tierra, veía como los vampiros se desenvolvían entre sí, vampiros y humanos tan tranquilos conviviendo, niños riendo, jugando, saltando, yendo de la mano junto con sus padres.
Me imaginé a un pequeñín, tomando mi mano e insistiéndome para que le comprara una paleta de helado, me imaginé consintiéndolo, abrazándolo, dándole todo el amor que podía.
Por favor que seas real.
Repetí otra vez, la sombra del edificio de la clínica me hizo reaccionar notando que ya habíamos llegado. Pagué con la tarjeta y cuando salí del auto tuve que sostenerme de la puerta, un mareo volvió a arrasar con mi cordura.
Tomé tres respiraciones profundas y sostuve con más fuerza el bolso, una enfermera quiso ayudarme pero le respondí que estaba bien.
Mis pies caminaban por si solos, se movían a un ritmo rápido mientras mis ojos estaban fijos en el suelo y mi mente estaba completamente fuera de lugar.
El olor a medicina, enfermedad y todo lo que pudiera haber en un hospital se esparció por mis fosas nasales, hasta ahora notaba lo tan sensible que era a los olores fuertes y las náuseas tremendas que me causaban. Tomé el ascensor hacia el piso de maternidad, observando como la luz roja cambiaba en cada piso, las puertas metálicas se abrieron, al poner un pie dentro muchas caras voltearon a verme, me sentía juzgada y observada, habían niños y demás decir que muchas mujeres con vientres muy crecidos, algo si tenían en común, ese brillo especial en los ojos, esa sonrisita tonta.
