Dereck I
Narra Dereck:
— Dos años atrás —
Estaba cabreado, estaba muy cabreado y Hans lo sabía, me observaba a través del espejo retrovisor y yo solo quería salir del maldito auto.
— Estúpidos linajes vampíricos. — espeté dándole una patada al asiento.
— Señor está seguro que no quiere que nos vayamos. — preguntó mi temeroso chófer.
Chasquee la lengua moviendo mi pierna de arriba abajo, apoyaba un codo en el mango de la puerta y mi puño en mi quijada, estaba harto, estaba tan cansado de ser el maldito mediador de la familia.
Cuando mi padre murió absolutamente toda la responsabilidad del linaje de la familia Annibal cayó sobre mi persona, para mi madre era un completo orgullo tener a su hijo mayor como en la cúspide de la pirámide vampírica, mientras ella simplemente se lavaba las manos y sonreía como modelo de revista.
Jamás había comprendido por qué todo había recaído sobre mí, habían pasado siglos desde las épocas en que solo los hombres eran los líderes y se denigraba a las mujeres. Conocía a mi madre, conocía su poder y la conocía tan bien que sabía perfectamente de lo que era capaz y él porque me quería a mí como cabeza de familia, mamá creía que yo era una marioneta, pensaba que al ser un hombre le daría más prestigio y pondría más en alto el apellido de nuestra familia, siendo ella la mente maestra detrás de todo.
No la culpaba al fin y al cabo, siempre le había dado todo lo que ella quería, su hijo ejemplo a seguir, pero no su orgullo, había algo que no había logrado darle, algo que le molestaba tanto y que me exigía a cada instante de mi existencia, mi madre quería descendientes, mi madre quería que tuviera un hijo.
Y yo lamentaba no poder complacerla justo en ese asunto, porque por más que me había esforzado por hacer todo lo que ella quería, jamás tendría hijos, porque con la única mujer que había soñado con tenerlos ya no estaba.
—Señor su madre está llamando. — suspiré y apreté los dientes.
— Dile que estoy encargándome del asunto.
Hans asintió y salí del auto. Observé la gigantesca casa frente a mí, alisé mi terno y remangué las mangas, no iba a decir que estaba contento de estar aquí. Lucian Hunter había pasado a mí lista de menos deseados desde hace mucho años pero me repetí a mí mismo que esto no lo hacía por mí, lo hacía por mi madre y mantener el buen reconocimiento de mi familia ante los demás.
Era mejor guardar las apariencias.
Desde el último escándalo del año pasado cuando Lucian Hunter y mi hermana rompieron su compromiso se hizo un maldito lío, mi madre era la menos contenta, a mí por otro lado me daba igual claro que eso no beneficiaba en nada a nuestras familias.
Por lo que en busca de mantener la paz vampírica, y la cordura de mi madre, estaba aquí, apunto de ingresar a la casa de mi ex mejor amigo para invitarlo y convencerlo de asistir a la fiesta de beneficencia.
Toqué el timbre indicador de la puerta y de inmediato una mujer me abrió. Sus ojos saltones me observaron de pies a cabeza, la reconocí como Isabel, más que el ama de llaves de Hunter era como su segunda madre. De inmediato su ceño se frunció, sabía que yo no era muy de su agrado.
— Buongiorno bella donna. — hice una leve reverencia y ella enarcó una ceja.
— Señor Annibal. — asintió con la cabeza, di un paso al frente pero ella no me dejó pasar. — ¿Qué desea?