Episodio 32: La decisión final

12 0 0
                                    

Después de una larga caminata por el bosque, logro llegar a la carretera. Es un día agradable por aquí, el terreno despejado más el viento refrescando mi cara, me hace ver el lado positivo de todo esto. Tal vez los replanteamientos de prioridades no sean tan malos en algunas ocasiones. Al final de cuentas, replantearse metas produce cambios, y todo cambio es bueno, haciendo honor al dicho. Sin embargo, algo en mi interior me acusa y me causa inquietud. Una sensación de haber dejado algo sin resolver, de haber corrido una carrera y haberme quedado estancado a medio camino, ¿Por qué?

¡Ya era hora, veo un transporte avecinarse! Me estaba causando extrañeza que no pasaran vehículos por este camino. En la medida que se va acercando, distingo que es un camión. En realidad hubiese preferido que se asomara un auto... ¡Ya qué! No pierdo nada intentando ver si puede llevarme. Alzo la mano indicando si me puede dar un aventón. Afortunadamente el camión se orilla y se detiene a mi lado. ¡Genial, mi día empieza a cambiar!

- ¡Buenas tardes! – Saludo amablemente.

- ¡Jajaja! Aún es de mañana hijo – Ríe el conductor.

- ¿De verdad? Lo siento. Este... Necesito un aventón hasta ciudad capital.

- ¡Claro que sí! Sube tus cosas, te llevo hasta allá – Responde afable.

- ¡Muchas gracias! – Sonrío mientras subo mi equipaje al asiento del camión.

Una vez cómodo, el camionero inicia el trayecto. ¡Aún no coordino mi zona horaria! El haber estado lejos del planeta, y sin el constante cambio de día a noche... Bueno, simplemente he de acostumbrarme, otra vez.

De forma muy amistosa, el hombre pregunta:

- ¿Y cuál es tu nombre muchacho?

- Mi nombre es James – Digo con cierta timidez.

- James... Mi nombre es Tom, un gusto.

Asiento con la cabeza. Pasan unos buenos minutos que se estiran en la medida que el silencio entre ambos avanza. Tom me mira un par de veces, para luego volver a enfocar su atención en el volante. Sé que quiere meter algún tema para hablar, pero creo que no se atreve. En realidad, yo no quiero iniciar un dialogo, no me siento con los ánimos de sostener una conversación en este momento. Luego de un rato, el camionero me lanza una pregunta:

- No eres de por aquí, ¿Verdad?

La interrogante me toma por sorpresa, pero no hay porqué sentirse perseguido. Lhym dijo que nadie podría rastrear la nave, y se aseguró de que nadie cerca observara el aterrizaje.

- ¿Por qué pregunta eso? – Le digo nervioso.

- Jajaja, es que noté que tienes los ojos muy cerrados por el sol – Me confiesa – imaginé que vienes de un lugar muy frio o muy oscuro para que te moleste tanto la luz.

Bien, eso estuvo cerca. Debo abandonar esa extraña sensación de sentirme observado. Decido disfrazar la historia para no notarme tan sospechoso, como lo hizo Lhym conmigo la noche que nos conocimos:

- Sí. De hecho soy de Ciudad capital, pero estuve algunos meses trabajando fuera de la ciudad.

- ¿En serio? ¿En dónde?

¡Rayos! Este abuelo es muy preguntón. Camuflo aún más la versión de los hechos:

- En una empresa, una gran empresa dedicada a... este... administrar y gestionar "Cosas".

Tom se queda en silencio por unos instantes, y eso me deja tenso, ¿Tan malo soy inventando historias? Para mi sorpresa lanza otra risa afable, y menciona:

ANDRÓMEDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora