Episodio 13: La amargura del adiós

6 0 0
                                    

Jamás había dado pasos tan lentos para llegar a casa. Deseo que el tiempo se congele para pensar mejor las cosas, pero el tiempo suele ser implacable, y hay cosas de las que no se posee el tiempo necesario para reflexionar.

Hoy como nunca hay un rotundo silencio en el vecindario. Las sirenas policiacas se escuchan muy a lo lejos, desde el fondo de las calles. Ni siquiera diviso a los hombres y sus botellas de licor tambalear en las esquinas, ¿Porqué ahora le doy atención a estos detalles, será una corazonada? En fin, dejo de pensar en ello para abrir la puerta.

Una vez dentro, veo la figura de mi padre al fondo de la sala, y a un lado de la escalera, está mi bolso de viaje.

- ¿Ese es mi bolso? – Pregunto confundido - ¿Qué es esto?

- Veinticuatro horas. Toda la noche de ayer, todo el día de hoy... y ahora, ¿Llegando a estas altas horas de la noche? ¡No tienes remedio James!

- ¡Oye! – Intento defenderme – Sé que esto da para pensar mal de mí, pero si supieras lo que...

- ¡Cállate James! No necesito saberlo, no necesito hacerme una jodida idea de lo que estabas haciendo, o en dónde estabas.

Procuro tragar mi nudo en la garganta. Con la poca moral que me queda, intento serle sincero:

- Oye, si me escucharas solo una vez, quizás...

- Siempre saliéndote con la tuya, siempre caminando por ahí creyéndote un invencible. Viviendo una vida de libertinaje. Pero se acabó, ¿Me oíste? ¡Se acabó! Si volviste sólo a buscar cama bajo mi techo una vez por mes... es mejor que ni te molestes en volver.

Papá patea mis maletas hacia mí. Me arrodillo para abrir una de ellas, solo hay ropa mía... y el pequeño marco con la foto familiar que tenía sobre el velador en mi alcoba. Los ojos se me llenan de lágrimas... Ya me es imposible contener tanto. Pero mi padre sella su "platica":

- Desde niño no has hecho otra cosa más que dar problemas.

Esas últimas palabras surten efecto. Me levanto casi poseído por la ira e impotencia, y le respondo a gritos:

- ¿Así que eso crees? ¡¿Y dónde estabas tú en cada una de mis etapas?! ¡¿Dónde estabas cuando la vida me golpeaba una y otra y otra vez?! – Mis lágrimas no paraban de correr - ¡¿Dónde estaba ese padre que me enderezaría y me diría que todo estaría bien a pesar de que el mundo se cayera a pedazos?! Es cierto... ¡Mamá murió! Pero al menos poseía la esperanza de que tendría un padre presente, en vez de tener a un viejo que pasó todos los días de su vida, recostado en un bar. ¡¿Y dónde estabas en esos tiempos, eh?!

Papá se acerca rápidamente a mí y se me pone de frente. De aquí puedo sentir su aliento a cerveza y ron.

- Cuida bien tus palabras mocoso, y baja ese tono conmigo – Me susurra con voz amenazante.

- Lo haría, ¡Si no fueras un maldito egoísta!

Un grito bestial sale de mi padre, y me lanza un puñetazo directo a la boca. La fuerza del golpe me bota al suelo, mientras que él se aferra a la pared, para evitar caerse. Me reviso el labio y está sangrando... Podría golpear a mi padre como respuesta, pero no tengo la rabia para rebajarme a ese nivel, él es mi padre después de todo... ¿Es mi padre? Supongo que desde la muerte de mamá dejó de serlo... Así que en este aspecto también me auto engañaba. Quizás papá también murió junto a mamá ese día, porque está ahora frente a mí... viejo y descuidado... Pero ya no lo veo como a un padre. Y él por otro lado me mira con ojos de decepción. Solo puedo ver vergüenza hacia mi persona, ni más ni menos.

- Ahora quiero que tomes tus cosas, y que te vayas de mi casa – Me ordena intentando mantener la compostura.

Yo me levanto, secando mis ojos y dejando fluir la herida de mi boca.

ANDRÓMEDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora