Capitulo 7.

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Con un pañuelo que e encontrado en la guantera del coche seco él capó del coche. Ahora que no llueve aprovecharé para alejarme de él.

En estos cinco minutos lamentándome en silencio me e dado cuenta que aun no había cenado, así que cuando ya estoy acomodada en él capó empiezo a deborar mi McMenú con mucho gusto.

¿Como puede estas esto tan bueno? Y ¿Porque tiene que engordar tanto?

La brisa me hace estremecerme, pero no voy a doblegarme y a entrar en él coche. Como ya dije antes, cualquier cosa es mejor que estar con Andrew en un espacio diminuto y cerrado.

Oigo la puerta del coche abrirse y ruedo los ojos. Ya viene a molestar.

—Como veo que, por alguna razón que desconozco, no quieres hablarme ni verme, toma mi chaqueta— Me rodea con ella y la deja colgando de mis hombros— Así no pillaras un resfriado y dejaras los gérmenes en mi pobre coche que no tiene culpa de nada.— sonrie a tes de alejarse.

—Si que conoces la razón por la que no te hablo— murmuro antes de comerme una patata.

Antes de que responda me coloco bien la chaqueta para que no se caiga. No voy a desperdiciar la chaqueta por muy orgullosa que sea.

—¿Que oíste antes? — pregunta apoyandose en un lado del coche.— Se que eras tu, nadie mas en la casa usa tacones— se encoje de hombros.

—Bueno— hago lo mismo— No recordaba de que me sonabas hasta que te oí hablar con Zed.—Digo lanzando pullitas con la voz.

Podría gritarle cinco cosas a la cara y desahogarme, pero me voy a controlar, por ahora.

—Lo siento.— dice en tono suave— Lo decía de broma. Nunca habría pensado que pudiera pasarte algo así. Lo juro.

—No jures nada— me río secamente — lo que dijiste me dolió, y cuando lo vi me puse a llorar como una puta cascada. Tienes que pensar las cosas antes de hablar. Nunca sabes la situación de nadie, y recuerdo haberte dicho lo mismo aquel día.

—Si, antes de pegarme una bofetada— asiente quitándole hierro al asunto.

—No hagas eso.

—¿El que?

—Sonreir como si no pasará nada, si que pasa.

—Me estoy disculpando.

—Despues de un año y medio.

—haremos una cosa. Tu me gritas y yo escucho. Es lo mas que puedo hacer, porque te aseguro que cuando me enteré de que él hijastro de Tom Kurtis había muerto y vi la foto esa, que por cierto los periódicos no tendrían que poner, ya que es un momento intimo de la familia para llorar las penas, donde salias tu llorando a moco tendido te reconocí y me sentí muy mal. — suspiro.— pague una cosa muy personal con la primera persona que vi, y en ese momento eras tu. Lo siento.

—No voy a gritarte, eso no serviría de nada— me en cojo de hombros— ya le grité barbaridades al psicólogo al que mis padres me llevaron.

—Y ¿No puedo compensarte con nada?— pregunta acercandose a mi.

—si lo devuelves a la vida sería muy feliz. — digo notando como se aguan mis ojos.

—Eso no se puede.

—Pues no hagas nada, él daño está ya echo.— me en cojo de hombros.

Tras unos segundos de silencio donde mis lágrimas silenciosas han mojado mi ya humedecido vestido decido hablar.

—No vuelvas a llamarme angelito.— murmuro levantando la vista.

Me lo encuentro repasandome con la mirada.

—¿Porque?

—Porque no. — me en cojo de hombros.

Lo digo tan cortante que casi lo corto en trocitos.

—¿Me odias?

—Podria decirte que si. Porque es de verdad lo que siento, pero, no. Él me dijo una vez que nunca odiaria a nadie tanto como lo odié a él una vez. Y tenia razón, él odio que te tengo a ti no es él mismo, así que no, no te odio, solo me caes muy mal.

—Bueno, es un paso en positivo— dice colocándose a mi lado en él capó— Mira las estrellas.— Señala al cielo.

—No hay estrellas, solo hay nubes. — ruedo los ojos.

Me muevo un poco hacia un lado. No quiero estar tan cerca.

—Imaginatelas. Una vez, una persona muy importante me dijo que aunque todo estuviera oscuro siempre habría algo brillando, y aplico esas sabias palabras en mi día a día.— posa sus manos en su nuca utilizándolas de cogín. — Ahora imaginatelas y visualiza una, esa, entre todas es él. Que te cuida y te protege. Y te dice que no estés enfadada conmigo porque soy un amor de chico.

Le pego en él brazo.

No me gustan ese tipo de bromas.

—¿Ves?Te e echo reír.

—Callate. No me dejas visualizar— hago comillas con las manos mientras imito su tonta voz.

Él se ríe por lo bajo y mira un punto fijo en él cielo, yo hago lo mismo.

Y por primera vez siento paz interior.

Tanta que me quedo dormida.

Atrevete a olvidarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora