El aire se desliza a mi alrededor azotando mi bufanda de lana roja, que bien envuelta alrededor de mi cuello, permanece fija sin apenas moverse. Me preparo para el impacto y, pocos segundos más tarde, caigo sobre el hombre que mantenía el arma entre sus manos apuntando a la espalda del agente de policía Kane Velkan. La vibración del duro impacto atraviesa mis piernas causando una leve sensación de dolor, pero mis músculos están acostumbrados a este tipo de actividad, por lo que rápidamente la incómoda sensación desaparece. La pistola cae al suelo de forma sonora mientras el hombre, casi sin haberse dado cuenta de lo que ha pasado, entra en la inconsciencia tras estrellar su cabeza contra el duro cemento. Suspiro con alivio al ver sus párpados caídos y su boca abierta en una clara expresión de agonía... hasta que levanto la mirada y me topo con unos penetrantes ojos negros.
"Recuerda no llamar la atención", las palabras de Jay resuenan en mi mente mientras el arma del hombre desconocido de aura oscura, al que he estado observando desde la azotea del edificio de al lado, me apunta.
— Mierda —murmuro abriendo los ojos por la sorpresa de ver el cañón de su pistola en mi dirección y ciertamente molesta por mi falta de juicio.
¿Por qué mierdas no pienso las cosas antes de actuar?
Sus ojos, con un deje de confusión, vuelven rápidamente a mi rostro tras comprobar la integridad del hombre bajo la suela de mis zapatillas. Mi corazón bombea rápidamente en mi pecho mientras intento por todos los medios mantener la calma.
¿Pero cómo se supone que voy a hacerlo si tengo delante al hombre por el que parezco haberme obsesionado sin explicación alguna?
No creo haber tenido antes la oportunidad de verlo desde tan cerca y simplemente no puedo evitar estudiar su rostro con detenimiento. Su piel es menos pálida de lo que parecía desde la distancia y, tan sólo ahora, me doy cuenta de las oscuras manchas bajo sus ojos fríos. Unas grandes ojeras que le dan un aire siniestro y poco confiable. Trago saliva incapaz de apartar la mirada de la suya.
Su aspecto no se asemeja al de los hombres que defienden la ley sino más bien a los que la infringen. Sólo una razón más por la que mi cerebro no puede dejar de preguntarse quién es él y que es lo que esconde tras esa actitud fría y distante.
— ¿Quién cojones eres? —pregunta de repente y el sonido de su profunda voz acelera todavía más mi corazón ya desbocado. —. ¿De dónde has salido?
Mantiene el arma apuntando en mi dirección. Sus manos permanecen estables, sin titubeos ni rastro alguno de compasión. Sus ojos profundamente negros, como la densidad oscura de dos pozos, no pueden evitar caer durante unos breves segundos en la vistosa bufanda roja que se envuelve alrededor de mi cuello. La suave y fina lana me mantiene cálida, además de ser un símbolo de rebeldía poco habitual, lo cual explica porque nunca me la quito. Sin embargo, en estos momentos preferiría no llevarla puesta pues el calor que siento bajo su intensa mirada se entremezcla con el de la tela comenzando a asfixiarme.
— Eh... — abro la boca, pero nada sale. ¡Joder! ¿Qué hago ahora? Necesito salir de aquí cuanto antes. No puede detenerme y llevarme a una maldita comisaría. Si lo hace, mi padre se enteraría y las cosas se pondrían realmente difíciles para mí —¡Cuidado!
A pesar de que no se sobresalta como esperaba, su cabeza gira siguiendo la dirección de mi dedo y, entonces, aprovecho para escapar. Me lanzo hacia delante y, agachándome levemente, paso por debajo de su brazo extendido con el arma todavía en alto.
— Hija de... —jura cuando se da cuenta de que no hay ningún peligro aparente y que no era más que una distracción creada por mi parte para poder escapar.
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La chica sobre los tejados © #2
FantastikA Red le gusta observar el mundo desde las alturas. Ningún edificio es demasiado alto ni ningún tejado demasiado escarpado. El viento azota su bufanda roja casi como si quisiese robarla, pero ella se mantiene inamovible sobre el borde. Sus ojos sie...