Capítulo 5

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Con la tensa conversación en pausa, el hombre del tatuaje nos observa durante unos segundos. Desde su perspectiva debemos parecer una pareja que, incapaces de contener el deseo, se besa bajo el cobijo de la oscuridad que llena la calle tras el club. Apenas se escucha la música en el exterior quedando amortiguada por el ancho grosor de las paredes de hormigón y ladrillo. Sólo los fuertes bajos las atraviesan haciendo vibrar suavemente el muro sobre el que se apoya mi espalda.

Los dedos de Kane presionan mi cintura y, en cada punto que tocan, sus yemas se crean remolinos de calor que agitan cada rincón de mi ser. El latido de mi corazón se escucha fuerte en mis oídos, casi como si el órgano se hubiese escapado de mi pecho para colarse en mis orejas. Bum-bum...bum-bum... retumba y yo, abrumada por las sensaciones, trago saliva intentando llamar a la calma que parece haberse esfumado.

La amorosa pareja que aparentamos ser convence al hombre del hilado tatuaje de que estamos demasiado ocupados con nuestras bocas y manos como para prestarle atención a él y a su particular conversación.

— No importa lo que tengas que hacer — le dice a la persona al otro lado de la línea con los dientes apretados y voz dura —. Consíguelo.

La llamada finaliza y, tras guardar el teléfono de vuelta en sus desgastados pantalones, se encamina hacia la puerta, cuyo uso para emergencias nadie parece respetar. Sus pasos, cada vez más cerca de nosotros, resuenan en la desolada callejuela. Kane se tensa al escucharlo, los músculos que recorren su cuello se endurecen bajo la tibieza de mis dedos. Contengo la respiración cuando el hombre buscado por la policía de la ciudad posa su mano sobre la manilla de la puerta del club con la intención de entrar. Entonces, el agente Kane Velkan se mueve alejándose de mí. El aire frío de la noche me golpea mientras él se lanza contra el hombre sin mediar palabra alguna. Sorprendido, éste retrocede e intenta zafarse del agarre que Kane tiene sobre el brazo que se posaba sobre la puerta de metal ennegrecido.

Escucho los golpes y, sin embargo, soy incapaz de apartar los ojos de la pared de ladrillo de en frente. Kane estaba tan cerca... podía sentir su aliento rozar la piel junto a mi oreja y después, puf... ya no estaba. El aire sale fuertemente por mis fosas nasales mientras me deshincho.

— Estaba disfrutando eso —murmuro para mí misma.

Un fuerte estruendo me devuelve a la realidad. Me separo de la pared impulsándome con ambas manos y me giro en dirección al ruido. Kane ha lanzado al supuesto delincuente contra el gran contenedor tratando así de reducirlo para poder ponerle las esposas, que se vislumbran asomando por uno de los bolsillos de su chaqueta negra de cuello alto. Las botellas de cristal y las bolsas repletas de basura en su interior se remueven por el golpe provocando un fuerte tintineo.

— Hijo de perra —escupe el hombre, sin un solo pelo en su cabeza, cuando consigue recuperarse.

Apoyado con su antebrazo contra el contenedor de tapa gris, se incorpora elevándose en su estatura superior a la del agente frente a él. Después, agarra a Kane de su chaqueta y tira con brusquedad en su dirección. Justo en el último momento se aparta cambiando de posiciones y es el agente Kane quien acaba esta vez con la espalda golpeando contra el estoico contenedor. Su contrincante es bastante más grande y fuerte que él. De grandes músculos, que parecen querer reventar la tela de la ajustada camiseta que los cubre, son un claro punto a su favor del que Kane carece.

Kane Velkan no es débil. Oh, no. Lo he visto luchar. Es astuto, rápido y hábil, aunque su cuerpo no sea tan imponente como el del hombre que en estos momentos intenta darle un puñetazo en la cara. Kane lo esquiva con un simple movimiento de su cabeza hacia un lado y, a continuación, le arrea con su brazo flexionado justo donde él pretendía darle. El codo impacta contra su mandíbula y éste trastabilla hacia detrás.

La chica sobre los tejados © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora