El oxígeno fluye a través de mi sangre distribuyéndose por mis músculos. Como si se tratase de una máquina bien engrasada, cada uno de ellos se mueve en completa sincronía permitiendo el fuerte vaivén de mis poderosas alas.
El viento lucha contra mi avance, pero corto a través de él con decisión y mantengo mi ascenso siguiendo el lateral del edificio por el que hace tan sólo unos minutos acabo de precipitarme. No por voluntad propia, desde luego.
Las luces de los edificios brillan a mi alrededor asemejándose a las estrellas. Sin embargo, jamás podrían simular su belleza y el efecto se desvanece rápidamente.
Cada movimiento de mis alas, cubiertas por plumas que emiten destellos rojizos, provoca en mí una sensación intoxicante de libertad. Es como si esta forma me permitiese estar completa y, en cierto modo, así es.
Subo, subo, subo y, entonces...
— ¡Maldito hijo de puta! —grita una voz demasiado fácil de identificar —. ¡La has matado!
— ¿Matarla? —ríe Falcón con diversión —. No tienes ni idea, ¿verdad?
Infundo una mayor fuerza a mis músculos y, a pesar de la protesta que sus fibras emiten, me precipito hacia arriba con rapidez.
— ¿De qué estás hablando? —pregunta Kane furioso a la vez que confuso.
Sus voces se escuchan cada vez más cerca y soy capaz de vislumbrar mi bufanda roja todavía flotando en la noche y cayendo a una velocidad infinitamente más lenta que la que yo he experimentado antes. Sus hilos rojos destacan en la negritud del cielo y me atraen al igual que la luz de un faro.
— Pronto lo sabrás —responde Falcón regocijándose ante el inentendimiento que Kane debe estar sufriendo —. Ya no debe faltar mucho para que ella nos alcance.
— ¿Ella?
Las palabras de Kane se cortan bruscamente cuando un enorme halcón surge del borde del edificio. Tan próximo estaba a éste que tropieza hacia atrás y cae al suelo. Atrapo mi bufanda con mis afiladas garras y me detengo en el aire.
— ¡Por fin! Empezaba a impacientarme —exclama Falcón y mis ojos violáceos caen sobre él de inmediato. Se encuentra de rodillas sobre el suelo de la azotea y presionando una sangrante herida en su hombro izquierdo. Durante mi caída creí haber escuchado dos disparos, supongo que Kane debió de fallar uno de ellos —. ¡No me mires así! — dice haciendo referencia a la ira que burbujea en mis afilados ojos de halcón —. Esto era inevitable.
Los mechones de su pelo inundan su frente de forma despeinada, algo que jamás había visto en él, y es entonces cuando me fijo en el moratón que cubre el lateral de su mandíbula, su ropa desordenada y la sangre que brota de su herida tiñendo de rojo la camisa bajo su largo abrigo gris.
A su lado se encuentra Kane. Él observa el ave, que se suspende en el aire con lentos y fuerte movimientos de sus alas, sin saber qué es lo que está pasando. Un halcón normal no es tan grande, no tiene una mirada tan aguda y llena de inteligencia como la del animal que se presenta frente a él.
De repente, Kane agita la cabeza a ambos lados como si recobrase sus sentidos y se lanza contra Falcón de nuevo. Lo agarra del cuello de su grueso abrigo gris y lo zarandea mientras éste esboza una sonrisa de diversión que cubre su rostro.
— ¡Deja de decir tonterías, cabrón! —escupe entre zarandeos —. Vas a ir a la cárcel por esto.
Falcón en un arranque de ira, tal vez por tener al "amante" de su prometida tan cerca, agarra las manos de Kane, todavía sujetando su abrigo, y acerca su cara a la suya.
ESTÁS LEYENDO
La chica sobre los tejados © #2
FantasyA Red le gusta observar el mundo desde las alturas. Ningún edificio es demasiado alto ni ningún tejado demasiado escarpado. El viento azota su bufanda roja casi como si quisiese robarla, pero ella se mantiene inamovible sobre el borde. Sus ojos sie...