Su cuerpo desprende tanto calor como el de las avivadas llamas de una hoguera, su respiración es pesada mientras se presiona contra mi espalda y mi mano desciende para dejar el vaso vacío en el interior del fregadero.
— Hueles bien —murmura tras de mí con una actitud completamente diferente a la anterior.
Mi corazón bombea rápido en el interior de mi pecho debido a su cercanía. Recuerdo su beso, en esta misma habitación contra la pared que está unos pasos más allá, y un cálido hormigueo recorre mis labios.
— Gracias... Por el contrario, tú apestas a alcohol — el intenso olor que desprende su aliento alcanza mis fosas nasales y arrugo la nariz —. ¿Por qué te has emborrachado de esta manera?
A escasa distancia de nosotros se encuentran las dos botellas que he recogido del suelo. Una de ellas completamente vacía mientras que la otra todavía contiene algo de bebida en su interior. Eso es una gran cantidad de alcohol...
— Estoy cansado —murmura él apoyando su frente sobre mi hombro y presionándose más contra mí. Mantengo la calma a pesar de que mi corazón parece querer salirse de mi pecho —. Sólo quería dormir un poco.
El sol cada vez está más bajo y sus rayos apenas son capaces de colarse a través de la ventana. La luz es escasa y las sombras comienzan a rodearnos. Los colores se atenúan y oscurecen mientras ambos permanecemos parados frente al fregadero.
Soy perfectamente consciente de que la única razón de su repentino acercamiento es el alcohol que corre por sus venas y nubla su juicio. De otra forma dudo mucho que se dejase llevar como lo está haciendo ahora puesto que la última vez que lo hizo, no lo asimiló muy bien.
— ¿Y por qué no lo haces? —pregunto suavemente sintiendo su aliento próximo a la piel de mi cuello que sobresale entre los hilos rojos de mi bufanda.
— No... puedo —se queja enterrando su nariz en la lana.
Sus manos abandonan la encimera y caen a ambos lados de mi cintura. Contengo la respiración mientras los latidos de mi corazón resuenan en mis oídos.
— ¿Por qué? —inquiero de nuevo.
Él suspira.
— Por el sueño —susurra en un tono muy bajo —. Siempre es el mismo sueño.
Sus dedos agarran con fuerza mi cintura mientras habla. Mi mente recuerda la forma en la que su expresión muestra sufrimiento cada vez que duerme, como si no pudiese controlar lo que pasa en su subconsciente, como si estuviese inmerso en una pesadilla de la que no puede escapar.
— ¿Qué es lo que ves en el sueño?
La curiosidad me conduce a hacer tal pregunta y ya que parece que el alcohol en su sistema está haciendo que sus barreras desciendan temporalmente, quiero aprovechar la fugaz oportunidad... antes de que los amplios muros se vuelvan a alzar.
Me había dado cuenta, por sus oscuras y marcadas ojeras, de que no dormía lo suficiente. Un par de horas a lo sumo mientras que prefería pasar el tiempo fuera de casa inmerso en su trabajo. Obsesionado con la noche y dejando que las horas se deslizasen entre sus dedos para evitar volver a casa.
— Kane, ¿qué es lo que ves? —repito cuando al principio no responde.
Por un momento creo que se ha dormido pues no se mueve ni un milímetro y apoyado contra mi espalda con la cabeza sobre mi hombro parece realmente cómodo, pero entonces sus manos se deslizan sobre mi estómago hasta que me abraza completamente. Si necesitaba alguna prueba de que Kane no estaba en sus completas facultades, esto lo confirma.
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La chica sobre los tejados © #2
FantasíaA Red le gusta observar el mundo desde las alturas. Ningún edificio es demasiado alto ni ningún tejado demasiado escarpado. El viento azota su bufanda roja casi como si quisiese robarla, pero ella se mantiene inamovible sobre el borde. Sus ojos sie...