Capítulo 4

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Dentro del club el ambiente se siente pesado como si una neblina cálida y húmeda lo inundase todo. Cada centímetro del local está abarrotado. Algo habitual a esta hora de la noche... El momento justo en el que los niños se van a la cama, pero los adultos salen a jugar.

En sus rostros se reflejan las luces de neón azul que descienden rectas por las paredes pintadas de negro. Las líneas se retuercen en ciertos lugares tratando de esquivar obstáculos invisibles para después volver a su curso y perderse al llegar al suelo de simple cemento. A la derecha se extiende una gran barra cubierta por finas chapas de metal. Tras ella brillan cientos de botellas de diferentes colores y tamaños situadas sobre las baldas de cristal fijas firmemente a la pared. Un espectáculo de luces y colores vistosos tan atrayentes como fascinantes.

Kane, envuelto en su aura oscura y estoica, avanza con decisión hacia la barra donde varias personas se agolpan intentando conseguir una bebida fría que aplaque el calor abrasador que se respira en el ambiente. El sudor de los cuerpos en movimiento sobre la pista de baile se eleva en forma de vapor hasta el techo, donde se vuelve a condensar para formar pequeñas gotitas que reflejan las luces que más abajo no dejan de brillar.

Lo sigo de cerca intentando no perderlo entre el barullo. Cuando conseguimos llegar a la barra me quedo oculta tras su espalda curiosa por cómo reaccionará el familiar camarero frente al agente de policía Kane Velkan.

— ¿Qué te sirvo? —pregunta el camarero de aspecto extravagante.

Su pelo, que apenas se levanta un centímetro de su cráneo, está pintado de un intenso color azul cielo a conjunto con las luces que decoran las paredes del local. Sus ojos delineados de negro miran a Kane con curiosidad mientras éste, en lugar de contestar a su pregunta, le tiende una fotografía.

— ¿Has visto a este hombre? —le pregunta Kane elevando su voz sobre el retumbar de los bajos que acompañan la canción cargada de sensualidad que sale por los altavoces.

El camarero eleva una ceja ante la extraña pregunta del hombre de ojos negros. Kane, al ver que éste no solo no contesta, sino que además ni siquiera se digna a mirar la foto que le enseña, decide mostrarle algo más importante y que tal vez le estimule a contestar. Él le tiende su placa, un pequeño ovalo dorado sobre una funda negra que brilla bajo las luces de neón, identificándolo así como un policía. El rostro del camarero cambia al ver la insignia adoptando una expresión seria y llena de tensión.

— No lo creo, agente —responde.

Oculta tras la espalda de Kane escucho el intercambio y no puedo evitar poner los ojos en blanco cuando escucho la falsedad en su voz. Finalmente, y sabiendo que esto no irá a ninguna parte de no hacerlo, salgo de detrás de Kane.

— ¿Estás seguro de eso? —hablo por primera vez y los ojos del camarero se abren como platos.

¿¡Red!?—exclama él sorprendido —. ¡Santa mierda! Han pasado semanas desde que no vienes por aquí. Ya empezaba a pensar que te habías aburrido de nosotros.

Río, divertida por su elocuencia, ignorando la penetrante y fija mirada con la que Kane me está atravesando en este momento.

— Hola, Tristán —lo saludo imitando la sonrisa que de forma sincera se extiende por su rostro —. ¿Cómo está Moira?

Él resopla.

— Oh, ya sabes —responde señalando con su pulgar hacia una puerta tan oscura como el color negro de las paredes y situada justo donde acaban las baldas que sujetan las botellas llenas de alcohol —. Mi mujer está ordenando el almacén. Como cada maldita noche... —Tristán se inclina hacia delante con confianza—. Creo que está empezando a desarrollar uno de esos trastornos obsesivos compulsivos.

La chica sobre los tejados © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora