La vegetación se agita a nuestro alrededor y es como si sus palabras los hubiesen invocado, pues de entre los frondosos matorrales comienzan a emerger varios lobos. Plata, rojo, gris oscuro y canela. Los reconozco como los lobos que invadieron la carretera más temprano.
Jay retrocede y agarro su muñeca tirando de él para tenerlo más cerca. Kane se coloca frente a mí como si quisiese actuar de barrera entre esas grandes bestias y nosotros. Un valiente movimiento que no serviría de nada si ellos decidiesen atacarnos.
Entonces, aparece un quinto lobo tras nosotros. Algo más grande que los otros, sus ojos increíblemente azules se clavan en nosotros mientras nos rodea. Muestra sus dientes afilados y gruñe de forma amenazante hasta que se detiene junto a Amara.
— Relájate, Ojos azules —le dice ella con voz suave —. Yo les he permitido el paso.
El lobo la observa atentamente como si pudiese entender lo que la mujer de cabello negro trenzado está diciendo. A continuación, los gruñidos del lobo negro se calman ligeramente y no puedo dejar de mirar, fascinada a pesar del miedo, el intercambio entre ellos.
— ¿Qué es esto, Amara? —le recrimino señalando a los numerosos lobos a nuestro alrededor. Ellos nos observan con sus brillantes ojos como si fuésemos el enemigo y tengo la horrible sensación de que en cualquier momento podrían lanzarse a nuestros cuellos —. Pensé que habías dicho que querías hablar.
Amara eleva la mirada. Parece encajar en este lugar, entre los enormes árboles de infinitas ramas y rodeada de estos temibles animales. Ellos fluyen a su alrededor como si estuviesen conectados. Escuchan sus palabras, reconocen su presencia, descienden sus cabezas ante ella...
— Y así es —responde. Su tono perfectamente calmado dista mucho de la alarma que tiñe mi voz —. Pero necesitamos que alguien más esté presente en esta conversación.
De repente, una de las esquinas de sus labios se eleva crenado una media sonrisa y mi cuerpo se tensa. La sensación tirante que atraviesa mis músculos se incrementa cuando los constantes gruñidos de los cinco lobos a nuestro alrededor se silencian. Esconden sus fauces y parecen quedar en espera. Mis ojos se clavan en la porción de bosque tras la espalda de Amara y contengo la respiración.
Hay algo que avanza entre las sombras arremolinadas alrededor de la dura corteza de los árboles. Su respiración es pesada. La vibración que asciende por su garganta se eleva en el aire de forma sonora ahora que los demás lobos se han silenciado. La tierra húmeda bajo mis zapatillas tiembla ligeramente casi como si se estremeciese y, entonces, lo veo. El brillo de unos intensos ojos rojos que atraviesa la densa oscuridad de la noche. Las siguientes son sus afiladas garras, que se clavan la tierra, y finalmente emerge su cabeza. Mi corazón se salta un latido y retrocedo de forma instintiva. El blanco puro de su pelaje cubre su enorme cuerpo, más grande que cualquiera de los lobos presentes, quienes parecen haberse silenciado ante su imponente presencia. Las cicatrices que cruzan su rostro sólo lo hacen parecen aún más aterrador y, cuando sus fauces se abren para emitir un potente gruñido, tiemblo.
A diferencia de mí, Amara no se inmuta con la llegada del temible lobo albino. Ella permanece tranquila con sus brazos ahora cruzados frente a su pecho. Mira sobre su hombro y su sonrisa se agranda.
— Hola, amor —lo saluda adquiriendo un tono endulzado y mis ojos se abren como si quisiesen salirse fuera de sus cuencas —. Te estábamos esperando.
El enorme lobo de blanco pelaje e intensos ojos rojos se detiene a su lado sin apartar su desconfiada mirada de nosotros. Me siento pequeña bajo su escrutinio. Una diminuta hormiga a la que fácilmente podría aplastar con sus pesadas patas.
ESTÁS LEYENDO
La chica sobre los tejados © #2
FantasyA Red le gusta observar el mundo desde las alturas. Ningún edificio es demasiado alto ni ningún tejado demasiado escarpado. El viento azota su bufanda roja casi como si quisiese robarla, pero ella se mantiene inamovible sobre el borde. Sus ojos sie...