Kane me coloca con cuidado sobre el sofá de su apartamento. Jadeo, pues el dolor ya no se concentra únicamente en el lugar donde he sido apuñalada, sino que ahora afecta a mis brazos, piernas e incluso a mi pecho. Aflojo levemente la bufanda de fina lana roja, que se enrolla alrededor de mi cuello, tratando de liberar algo del agobiante calor que me inunda.
— Nunca me habían apuñalado —comento tomando cortas inspiraciones de aire a través de mis fosas nasales para soportar el intenso dolor —. Duele más de lo que me imaginaba.
— Jamás debí haberte dejado acompañarme —responde él, enfadado, mientras aparta su empapada chaqueta, que ha estado presionando mi herida durante todo el camino hasta aquí. La sangre ya no brota de mi vientre tan rápido como antes, pero desafortunadamente sigue fluyendo hacia el exterior —. ¿En qué estaba pensando?
La ira no parece estar dirigida a mí, sino más bien hacia sí mismo por haber dejado que una civil lo acompañase en una tarea tan peligrosa como la de intentar encontrar y capturar a un delincuente peligroso.
— No es culpa tuya —intento tranquilizarlo —. Antes o después... acabo consiguiendo lo que quiero.
Sus ojos dejan de mirar mi herida con preocupación y se elevan para clavarse en los míos. Mi respiración se vuelve más pesada bajo la intensidad de su mirada.
— Esto es a lo que tu cabezonería te ha conducido
— No me arrepiento —respondo tratando de sonreír, aunque mis músculos faciales no colaboran y el gesto resulta algo torcido.
Kane suspira empezando a comprender que no tiene ningún sentido tratar de discutir conmigo. Se incorpora y camina en dirección al baño localizado a mi espalda junto al dormitorio. Lo escucho rebuscar en algún tipo de minúsculo armario, probablemente colgado en la pared sobre el lavabo, y después vuelve con sus brazos cargados de material médico: gasas, vendas, tijeras, hilo... Los desparrama sobre el suelo de baldosa junto al sofá y se arrodilla a mi lado.
Siguiendo sus indicaciones me tumbo con dificultad sobre los mullidos cojines de color marrón del sofá. Kane levanta la tela de mi camiseta, ciertamente pesada al estar humedecida por mi sangre, dejando al descubierto la piel por debajo de mis costillas hasta mi cintura.
— No tiene buena pinta —dice él presionando sus labios con fuerza al no gustarle el estado de mi herida —. Debería haberte llevado a un hospital...
— No —niego inmediatamente y siseo al sentir una nueva ola de dolor atravesarme.
Kane coloca su mano sobre mi cadera manteniéndome quieta sobre el sofá y su mirada inflexible me atraviesa.
— ¿Por qué no?
— Nada de hospitales — murmuro simplemente.
Su mandíbula se tensa al no recibir una respuesta más esclarecedora. Después, se levanta y se aleja. Por un momento, me inunda el pánico al pensar que me va a dejar aquí sola desangrándome sobre su sofá, pero entonces vuelve con una botella de cristal en su mano. Suspiro aliviada y contemplo extrañada la botella entre sus dedos.
— ¿Para qué es... eso? —cada vez me cuesta más reunir la fuerza necesaria para formar las palabras.
— Te ayudará con el dolor —dice él.
Destapa la botella que contiene un líquido anaranjado y la coloca contra mi boca. Separo los labios de forma obediente y trago la bebida que seguidamente abrasa mi garganta. Cierro los ojos y, soportando su sabor amargo y fuerte, le doy un par de tragos más. Kane retira la botella y la deja sobre el suelo junto a él... no demasiado lejos pues probablemente tenga que volver a beber muy pronto.
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La chica sobre los tejados © #2
Viễn tưởngA Red le gusta observar el mundo desde las alturas. Ningún edificio es demasiado alto ni ningún tejado demasiado escarpado. El viento azota su bufanda roja casi como si quisiese robarla, pero ella se mantiene inamovible sobre el borde. Sus ojos sie...