Capítulo 22

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Incluso aunque cientos de veces haya imaginado esta escena, la ilusión de las sensaciones creadas por mi mente jamás podría superar a la realidad.

La lengua de Kane se cuela en mi boca y suspiro con placer. Sus pesadas manos, que yacían sobre mis hombros como dos anclas, descienden lentamente por mi espalda y con cada centímetro conquistado me va presionando más contra su cuerpo. Entonces, una de ella asciende de nuevo siguiendo el contorno de mi columna, pasando la parte posterior de mi cuello y sus dedos se enredan entre mi cabello castaño con reflejos rojizos. La bufanda, aflojada con anterioridad, se descuelga finalmente y cae a nuestros pies. La mano que agarra mi pelo se convierte en un puño y el beso se intensifica. Un hormigueo recorre mi espalda alcanzando la parte baja de mi cadera donde su otra mano descansa.

Mi corazón late con fuerza mientras mi respiración se acelera imitando la suya. Me derrito contra él y respondo a su beso con la misma ferocidad que conduce sus actos. Incapaz de permanecer quieta, mis manos vagan por su torso. Entonces, descienden hasta alcanzar el fino dobladillo de su camiseta blanca y se cuelan por debajo. Su piel es ligeramente tibia bajo mis dedos que recorren las líneas marcadas de su abdomen. Kane tiembla bajo mi toque y siento como su temperatura se incrementa queriendo igualar la mía.

Por mi mente vuelan cientos de pensamientos. Se entrelazan y dan vueltas volviéndose inentendibles.

Abrumada, detengo el beso. Sus párpados se separan y su mirada oscura se clava sobre la mía. Dos pozos negros en los que es imposible distinguir el contorno de la pupila pues comparten la misma tonalidad.

Mi aliento se entremezcla con el suyo en el pequeño espacio que separa nuestras bocas y observo sus ojos donde vislumbro la rendición.

Entonces, el pequeño momento se descongela y, agarrando la parte inferior de su camiseta con ambas manos, tiro hacia arriba despojándolo de ella. Inmediatamente después, su boca se abalanza sobre la mía cubriéndola en su totalidad. Los finos mechones de mi cabello se deslizan entre sus dedos cuando su mano cae. Tira de la cremallera de mi chaqueta de cuero y, tras ayudarlo para quitármela, la lanza lejos. Ni siquiera escucho el sonido de la prenda cayendo sobre el suelo de baldosa pues mi mente está inmersa en la bruma que el toque y los besos de Kane están creando.

Bajo la chaqueta, Kane encuentra una camisa con pequeños botones en la parte frontal. En lugar de desabotonarlos de uno en uno, pues sería una tarea lenta y tediosa, tira con fuerza de ambos lados de la suave tela y los botones saltan. Jadeo, sorprendida por su repentina desesperación.

Sus manos alcanzan la piel de mi abdomen y tiemblo ligeramente al sentir su toque de esta manera por primera vez. Entonces, su pulgar se desliza junto a mi ombligo y el movimiento de sus labios se detiene. Sus párpados se separan y su mirada cae allí donde debería haber habido un rastro de la puñalada que recibí y que él suturó sobre el sofá que se encuentra tras la puerta contra la que ambos nos sostenemos.

— No hay nada —murmura en confusión —. ¿Realmente pasó?

Los latidos de mi corazón se incrementan y siento su constante movimiento pulsar en cada una de mis venas. Agarro su muñeca entre mis dedos y la suave caricia sobre el lugar, libre de cualquier herida en curación o cicatriz, se detiene. Su mirada asciende y, entonces, respondo:

— Pasó —mi tono es serio y lleno de seguridad.

En la profundidad de sus ojos comienzan a despertar las dudas y, conducida por la desesperación de no querer que este momento acabe, vuelvo a besarlo con intensidad. Parece que las barreras que suelen alzarse en la mente de Kane están completamente bajas pues su boca se abre y me permite introducir mi lengua que se une a suya en una fuerte lucha.

La chica sobre los tejados © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora