Esta es la peor idea que he tenido en mis veintiún años de vida. Tiro con cuidado de la ventana y ésta sube fácilmente. El pestillo algo oxidado y situado en la parte inferior del marco de madera blanca de la ventana parece estar roto permitiéndome así entrar sin problemas en el apartamento. Poso mis pies con mucho cuidado sobre el suelo de baldosa intentando hacer el menor ruido posible y contengo la respiración como si temiese que alguien pudiese oírme, lo cual sé que no es posible pues llevo un par de horas vigilando el apartamento desde el edificio de enfrente y sé con certeza que Kane Velkan, el propietario de esta vivienda, ha salido hace un rato.
Por lo que me he dado cuenta durante estas semanas en las que he pasado siguiéndolo de cerca, nunca pasa demasiado tiempo en casa. Ni siquiera por la noche para poder dormir un poco. Tal vez esa sea una de las primeras cosas que me llamaron la atención de él y también puede que explique las oscuras ojeras que se hallan bajo sus penetrantes ojos negros.
Dejo salir el aire, que como una idiota estaba conteniendo, y doy unos cuantos pasos atravesando el pequeño salón. En la pared de en frente se encuentra la cocina con escasos electrodomésticos y armarios de desgastada madera blanca. No mucho más lejos, a pocos pasos a la derecha, veo la puerta de entrada. A mi izquierda hay dos puertas más. Una de las cuales está cerrada y mi suposición es que conduce al baño, mientras que la otra se encuentra levemente abierta permitiéndome vislumbrar a través de las sombras una mesilla de noche. Olvidándome de todo lo demás camino en dirección al dormitorio como si una fuerza invisible tirase de mí. Empujo la puerta con suma suavidad y paso al interior. Una cama perfectamente hecha, una sencilla cómoda en frente de ésta y una baja mesilla de madera a su lado... nada más. Ni cuadros que decoren las blancas paredes, tampoco fotos que me den una pista sobre su pasado ni siquiera una mísera planta que le de vida a este lugar. La esterilidad de la habitación me hace sentir algo de frío que recorre mi piel.
Siempre he sido buena para moverme en la densa oscuridad, así que no necesito encender las luces para así iluminar mi camino. Sobre la cama hay una montaña de papeles y carpetas. Me aproximo a ella con curiosidad. Abro uno de los portafolios de color amarillento y leo por encima. Parecen fichas de delincuentes buscados. Una mujer rubia sin apenas ropa que cubra sus generosos atributos, un hombre sin un solo pelo en su cabeza y con un tatuaje en forma de telaraña en el cuello, junto con otras personas que no me molesto en estudiar.
Todavía sigo sorprendiéndome cuando pienso en que Kane es un policía. No parece el típico hombre que cree en la justicia. Su aura es tan oscura y su actitud tan distante que se asemeja más a las personas que hay en la carpeta que sostienen mis manos. Dejo los papeles de nuevo en la pila sobre la cama y recorro la habitación con la mirada buscando la ubicación de mi teléfono móvil. Por desgracia, no parece estar a la vista. Me aproximo a la mesilla de noche a mi derecha y abro el primer cajón.
— Ahí estás —murmuro con alivio al verlo.
Introduzco la mano para cogerlo, pero me quedo congelada al escuchar un suave click y algo duro y ligeramente frío contra la parte posterior de mi cabeza.
— ¿Qué estás haciendo en mi casa? —su voz baja y teñida por la furia acelera mi corazón mientras el calor sustituye al frío que hasta el momento el vacío ambiente había infundido en mi cuerpo.
Mierda, mierda, mierda. Se supone que se había ido. ¿Cómo es posible que no lo haya oído llegar? He debido de estar demasiado concentrada mirando esas estúpidas fichas policiales.
— ¿¡Cómo has entrado!? —alza la voz perdiendo la paciencia cuando no respondo a su anterior pregunta.
Su arma se presiona más contra mi cabeza y muerdo mi labio inferior pensado en una posible vía de escape. Al no encontrar ninguna decido que lo mejor es ganar algo de tiempo mientras pienso en mi siguiente movimiento.

ESTÁS LEYENDO
La chica sobre los tejados © #2
FantasyA Red le gusta observar el mundo desde las alturas. Ningún edificio es demasiado alto ni ningún tejado demasiado escarpado. El viento azota su bufanda roja casi como si quisiese robarla, pero ella se mantiene inamovible sobre el borde. Sus ojos sie...