Capítulo 8

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Sus dedos aprietan con más fuerza la piel de mi muñeca al escuchar mi demanda y en su oscura mirada azulada se vislumbra un brillo inquietante que retuerce mis entrañas.

— ¿Por qué tanta prisa? —dice él y las comisuras de sus labios se elevan formando una sonrisa burlona.

Tiro de mi brazo, pero Falcón continua sin soltarme y se acerca más a mí. Las rectas líneas de su rostro lo hacen parecer un hombre serio hasta que muestra su verdadera cara. Entonces, se transforma en alguien en el que no se puede confiar.

Aunque me molesta admitirlo es atractivo... muy atractivo. Lástima que su interior esté completamente podrido.

— Vete a la mierda, Falcón —escupo con rabia —. No puedo esperar a que la boda se cancele.

— Tu padre jamás dejaría que eso pasase y lo sabes —responde sabiendo que tiene razón y la satisfacción llamea en la profundidad de sus ojos cuando ve mis labios presionarse con disgusto —. Sigo sin entender por qué continúas oponiéndote a nuestra unión. ¿Te importaría explicármelo?

El tono que emplea al hablar conmigo dista mucho del que ha usado antes en el despacho de mi padre. Es un maldito lobo ataviado con la piel de una inocente oveja. Sin embargo, se despoja de su cobertura cuando nadie más está mirando.

— Mi padre está cegado por tu "respetable" apariencia, pero a mí... —mi voz cambia al apretar los dientes mientras enfrento su mirada a pocos centímetros de la mía —...no puedes engañarme. Yo sé la razón por la que estás tan interesado en nuestro matrimonio.

Sus ojos se estrechan.

— Oh, así que lo sabes...

— Tu codicia es demasiado grande y tus intenciones son visibles a kilómetros de distancia —mi brazo está suspendido en el aire próximo a nuestras cabezas, demasiado juntas, con los dedos de Falcón todavía presionando mi piel y sin intención de soltarme —. Siempre has mirado con anhelo la posición de mi padre y que mejor forma de acercarte un poco más a ese lugar que casándote con su hija. Quieres sentarte en esa butaca negra frente al gran ventanal bajo el que se observa toda la ciudad... — su mirada cambia conforme hablo y es como si estuviese viendo a un niño deseoso de las dulces golosinas que imagina —. Porque con ese despacho no sólo viene el control de la Torre Kadjar sino también el liderazgo de nuestra gente.

Sienta bien haber dejado salir mis pensamientos por primera vez y cuando veo lo amplia que se vuelve su sonrisa sé que he dado en el blanco.

— Tienes razón — responde finalmente tras unos segundos de tenso silencio —. Sin embargo, la Torre Kadjar no es lo único que quiero.

La confusión me invade. De repente, tira de mí con fuerza e, incapaz de reaccionar por la sorpresa del inesperado movimiento, Falcón nos gira y mi espalda acaba golpeando la pared del desierto pasillo. Se me escapa un bajo gemido cuando una ola de dolor asciende desde mi abdomen hasta mi pecho y siento como la camiseta limpia bajo mi jersey morado se humedece en la zona donde mi reciente herida se encuentra.

El golpe me ha hecho cerrar los ojos durante un segundo y cuando mis párpados se separan encuentro a Falcón demasiado cerca. Tan cerca que soy capaz de oler su perfume masculino y de sentir su cálido aliento en mi rostro. Su mano continúa sujetando mi muñeca, está vez contra la pared, y su otro brazo me mantiene inmóvil sin posibilidad de escape. Intento moverme, lucho, pero su cuerpo y su fuerza son superiores impidiéndome así zafarme de su agarre. Entonces, se acerca todavía más y, al sentir sus labios rozar mi oreja, me congelo.

— Cualquier mujer mataría por tener la oportunidad de casarse conmigo —susurra y un escalofrío me recorre al escuchar su voz en ese tono demasiado bajo —. Pero tú no. Tú me desprecias, me odias, reúsas incluso estar en la misma habitación que yo y eso... —su cabeza se aleja ligeramente y entonces clava su intensa mirada en la mía —... sólo hace que te desee aún más.

La chica sobre los tejados © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora