CAZADORES DE SOMBRAS; la Heraldo Del Demonio

Jonathan y Lucy.

El viento era frío mientras cabalgaba por los cielos en esa criatura. El muchacho de cabello blanco pocas veces volteaba a verla. Solo en ocasiones para darle una mirada llena de empatía.

Él no lucía como el Jonathan Morgenstern del que todos hablaban.

Ambos bajaron de la criatura en frente de lo que parecía una gran y vieja mansión.

Jonathan se adentró en el edificio mientras Lucy lo seguía, mirando todo el lugar. Tenía un estilo muy gótico y sumamente costoso. Parecía sacado de algún libro oscuro y de la imaginación de un artista.

- No me he presentado - empezó a decir.
- Sé quién eres - dijo Lucy. El rostro de Jonathan se contrajo.

- Sí, mi cabello es bastante peculiar.
- Eso y tus demonios -Jonathan le sonrió avergonzado.

Se dejó caer en una sillón marrón reclinable. Lucy no sabía muy bien que hacer.
- Toma asiento. Aquí no hay nadie más que nosostros dos.
- Este lugar es enorme para pertenecer solo a tí.

Él negó.
- Digamos que hay humanos que adoran a los demonios por sobre muchas cosas.
- No luces como un demonio...

Él se giró a verla, sorprendido.
Y lentamente se relajó.
- No lo soy. Soy solo Jonathan. Pero los ángeles creyeron divertido, o «Justo» en sus palabras, mandarme al infierno con mis antiguos colegas.

Ella observó su rostro, tan frágil y equilibrado. Predominaban sus ojos verdes.

- No entiendo, ¿por que me buscas?
Él parecía meditarlo, y luego se puso de pie.
- Querida prima, criaturas cómo la qué fuí, y eres, son aborrecidas. Hay muy poca cabida para la clemencia y empatía para nosotros.

Lucy asintió porque era verdad.
- Lo que te ofrezco es vivir junto conmigo. Tratar de hacer una vida normal, sin ser cazadora de sombras, ni tener nada que ver con la clave o las criaturas mágicas. Simples humanos.

- Es imposible. Nos rastrearán - dijo alarmada-. Nadie te creerá que no eres malvado.
- No tienen qué. Yo ni siquiera soy humano- hizo una pausa-. Soy ángel. Y tal cómo lucifer, por mí actitud me mandaron al infierno. Pero Lilith me tiene mucho aprecio y no me quiere ver sufrir, es por eso que vivo aquí cómo mortal.

Lucy recordó el triste rostro de Clary.
- ¿Y Clary ya sabe todo esto?
Jonathan suspiró.
- Clary tiene que hacer su vida, sin mi. Estará feliz. Ya es feliz con Jace, qué es un gran muchacho y la ama de verdad.

Lucy asintió, orgullosa de su hermano.
- Pero temo por tí. Lo hago de verdad, por eso te ofrezco quedarte aquí, conmigo. Somos familia - dijo radiante.
Ella sonrió un poco. Esa idea de olvidarse de todo era muy atractiva.

Pero luego recordó a André besándola.
- Tengo a alguien qué no quiero dejar.
El lanzó un bufido con gracia.
- Todos tenemos a alguien a quien dejar -dijo con amabilidad.

- Es alguien a quien amo - soltó, y luego se sintió avergonzada por lo cursi que había sonado.

Jonathan la miró con ternura.
- Nunca llegue ha amar, debe ser lindo... - dijo pensativo.

Lucy lo volvió a observar. Se le ocurrió que parecía el príncipe de una historia de amor trágica.

Sintió pena por él.
- Dime, Jonathan, ahora que no eres malvado, ¿Te arrepientes de todo lo que hiciste?

Él le dedicó una inocente sonrisa.

- Yo no soy el mismo Jonathan, por esa razón no te puedo contestar lo que me preguntas- caminó hasta Lucy y le tomó la mano-: Digamos que soy el verdadero Jonathan, él que debió haber nacido si no fuera por la sangre corrupta que me dieron.

- Sí lo que dices es verdad ¿Entonces yo no soy la verdadera Lucy?

Jonathan negó, aún sujetándole la mano.
- Tú eres Lucy Herondale. Gracias a tu madre estás a salvó.
» En el pasado no corrí con esa suerte. No tuve el cariño de una familia, ni amigo, ni una sonrisa amable,solo fuí una máquina de matar.

Lucy le apretó la mano. Ella siempre había sufrido por el odio qué le profesaban a Jonathan. Pero ahora era diferente, era humano y bueno. Solo lamento que Clary no lo viera de esta forma.

Y cómo sí leyera su mente, Jonathan dijo;
- Clary está mejor sin mí. Espero que sí, nunca llegue a hacer el hermano que se merecía.
Lágrimas cayeron del rostro de Lucy.
- Pero no fue por tu culpa, fue por la culpa de tu padre.

Jonathan observó sorprendido a Lucy.
- Eres muy gentil al llorar por mí. No te preocupes, ya nada me lastima. Me he perdonado.

Lucy asintió tranquila.
- Aún no me respondes - le recordó.
- No estoy segura, sí tal vez Clary te viera...

Jonathan negó avergonzado.
- Lo siento, pero es imposible para mí. No soportaría ver odio en sus ojos, me lastimaria mucho - dijo Jonathan en susurro.