El sol se levantaba en lo alto del cielo, las aves volaban y todo parecía ser un sueño.
Tessa Gray tomaba una tasa de té al lado del balcón de su pequeño departamento en Los Ángeles, California. Su cabello castaño volaba por la brisa del mar, salada y caliente, pero tan reconfortante que la hizo sumirse más en su sillón de lectura.
Ella nunca se acostumbraba a la soledad, sobre todo por los recuerdos tan recientes de su difunto esposo James Carstairs. Ya habían pasado cuarenta años y seguía tan reciente como la misma tarde en que se quedo dormido entre sus brazos.
Había llorado porque decir adiós a un verdadero amor era doloroso, la destruída desde adentro. Y se alejó. Como lo había hecho con sus hijos James y Lucy. Se alejó de su hijos Cordelia y Will, les pidió que tratarán de vivir su vida sin ella presente, y ellos la habían comprendido.
Ahora estaba en su departamento y no dejaba de pensar en el día en que un ángel se había llevado a Will. Le parecía tan lejano todo...
La puerta de su departamento se abrió, y cómo él único que tenía llave era Max ligthwood- Bane, levantó la mirada en busca de su rostro.
Él le había pedido alojamiento, y como era un joven tan amable y bueno, lo había ayudado.
— Max, regresaste temprano —le saludó, levantándose de su sillón.
Max tenía el rostro lleno de golpes, y moretones. El labio le sangraba, y esto dejaba un hilo de sangre por toda su barbilla y camisa blanca. Aún conservaba su glamour que ocultaba su piel azulada por una bronceada. Su cabello —también con Glamour— era negro, y también llevaba sangre.
Tessa corrió para socorrerlo.
—¿Qué fue lo que pasó? —dijo, buscando en un cajón una venda. Ella aún no dominaba el arte de curación con magia.
— Esta bien, Tessa, fue otra pelea con la directora del instituto de Francia.
Tessa se detuvo y lo miro sería.
— Max, créeme yo soy la menos indicada para decirte esto, pero, debes de renunciar a Marian Blackthorn, ella es...dañina.
— No es ella. Es su madre. Nunca creí que la bisnieta de Emma Blackthorn fuera custodiada de esa manera, siendo Emma tan libre. Ahora la tiene encerrada en un balcón, no permite que nadie la vea, ni siquiera la permite hacer su trabajo como cazador de sombras, si Julian viera como es todo...
Tesas suspiro.
— Sé lo que se siente, no puedes comprender cómo las personas cambian, pero pasa, y es doloroso— se detuvo y negó —, también deberías hablar con tu padre.
Max, hizo una mueca cuando Tessa le quitó la sangre con algodón y desinfectante.
— Él no es el mismo desde que mi padre murió, apenas y me quiere ver. Tampoco quiere saber nada de los nietos de Rafael. Creo que su depresión a durado muchos años.
— No es fácil perder al amor de tu vida...
Max la miró atónito y le sonrió tomando la mano de Tessa.
— Tienes razón, si perdiera a Marian no podría vivir, sin embargo, tú lo hiciste, viviste después de enterrar a tus amores.
— He perdido a mi familia, a mis hijos, a mis esposos, pero debo seguir, por ellos. Por mantener su memoria viva en mi recuerdo. Y aunque Will no se haya ido, debe estar en algún lugar, pero nunca lo sabré.
Max asintió, y soltándose de la mano de Tessa, quitó su glamour. Los cuernos en su cabeza aparecieron. Se puso a pensar en Magnus, su padre, el cual se había marchado a Españana sin querer volver. Eso lo había destrozaso, después de todo Alec también era su padre, y el también viviría toda su vida recordándole.
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CAZADORES DE SOMBRAS; la Heraldo Del Demonio
Hayran KurguClary Fairchild, la chica que salvo el mundo. Era la historia que sonaba a menudo cuando te encontrabas en el instituto de Irlanda. Pero ¿porque siempre que sonaba el nombre de Clary había un hueco en el corazón de Skyler Woodrose? Una joven promes...