capitulo 35

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                     Alexander

Abrí los ojos aún con un cansancio de los mil demonios, era lo que tenía trabajar a escondidas para tener las mejores Tomás fotográficas y la información completa.
Había llegado a casa pasadas las dos de la madrugada, había ido a las alcobas de mis pequeños a verlos dormir como amaba hacer desde que llegaron a este mundo casi cuatro años atrás y luego fui directo a mi alcoba, miré por inercia el cuerpo que ocupaba casi tanta superficie de la cama como podía y no pude evitar sonreír, mi mujer estaba más que hermosa, radiante. Llena de vida, de luz y su vientre iba creciendo cada día que pasaba. Casi siete meses tenían  en su vientre Nuestros gemelos Ludmila y Alexey.
Sorprenderme por que fueran gemelos? En absoluto, luego de los trillisos, no me sorprendió saber que eran gemelos los que esperábamos.
En cambio a mi mujer si que la impresión la dejo muda.
Pero estábamos felices, llenos de anhelos y esperanzas de poder ser padres de dos nuevos bebés en este mundo.
Bese con cuidado de no despertarle su hombro desnudo y me metí rápidamente a la ducha para quitarme el maldito olor a nicotina que me había atestado las fosas nasales.
Tenía la cabeza justo bajo el agua caliente dejando que su calor despejará mi cansada mente cuando sentí las suaves y tibias manos de mi mujer rodear mi cintura y besar mi espalda. Sonreí inerte, adoraba a mi mujer, me tenía en la palma de su mano...

- Es tarde...

Murmuró fijando sus preciosos ojos en los míos en cuanto giré para poder besar sus deliciosos labios...

- Lo sé, siento haberte despertado preciosa...

Dije ya sobre sus labios.
Mi mujer me sonrió con dulzura y acaricio mi mejilla mientras negaba.

- No fuiste tu, sabes que los gemelos últimamente me despiertan en la madrugada...

Sus manos fueron a acariciar su crecido vientre divertida y yo llevé mis manos al mismo sitio.

- Mis hijos molestan a su dulce madre?

Pregunté antes de inclinarme y besar su enorme barriga.
Estaba de verdad hermosa.
Mi mujer estaba de verdad hermosa.
Cuando volví a sus labios y volví a besarla sentí su cuerpo estremecerse. Amaba esto...
Sus hormonas estaban por las nubes, sentía sus uñas arrastrándose por mi piel.
Señal inequívoca de que mi mujer estaba...
Cómo decirlo? Mi mujer tenía hambre, y yo sería su alimento...

Tres horas después estábamos los dos tendidos sobre una cama completamente desordenada, los dos jadeantes y agotados, pero completamente satisfechos...
JODER con las embarazadas y su lívido, mi mujer se había vuelto una completa fiera. Aún sentía el ardor por sus uñas en mi espalda, de seguro me habría marcado, pero me encantaba que lo hiciera.
Me reacomode sobre las almohadas y la atraje lo más que pude a mi. Bese la piel húmeda de su cuello y murmuré sobre su calida piel...

- Eso fue... Increíble...

Sentí su cuerpo vibrar por la risita que dejó escapar.

- Lo siento, creo que estás hormonas me han vuelto loca...
No sé que me pasa últimamente...

Apreté con cuidado mi agarre en su cintura y la atraje más a mi, volviendo a besar la piel de su espalda.

- Yo no tengo quejas de que sea así preciosa. Por el contrario...

Dije juguetón y ella volvió a reír.

- Duerme preciosa... Tienes que descansar.

Mi mujer suspiró satisfecha y murmuró ya casi dormida...

- Queremos panques con frambuesas para el desayuno...

No pude evitar sonreír, ya era costumbre que ella me pidiera lo que quería desayunar, yo siempre me levantaba antes, preparaba el desayuno para Noah, Celine y nosotros, levantaba a nuestros hijos y los llevaba a nuestra alcoba para desayunar todos juntos en nuestra enorme cama. Eran mis momentos favoritos del día...
Cuando salí en la mañana camino al periódico había dejado a mi agotada mujer entretenida leyendo un cuento nuevo a nuestros pequeños terremotos.
Llegué al periódico como todas las mañanas, saludé a mi secretaria Macarena y me encamine a mi oficina. Tenía que pasar los documentos del pendrive a mi archivo personal.
Desde que habíamos accedido a cubrir ese reportaje sobre trata de blancas en esos clubes nocturnos tenía mucho más trabajo. Por eso incluso llegaba en las madrugadas a casa los últimos días.
Pasadas las once de la mañana el teléfono de la oficina sonó sacándome de mi concentración.
Al segundo tono tome la llamada entrante.

Tu y yo... todo o nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora