capitulo 47

83 6 0
                                    

No podía dejar de reír, es que era imposible no hacerlo, mi pequeña no paraba de mirar de un lado a otro confundida y sorprendida a partes iguales.
Su mano se mantenía sujeta a la mía, nuestros dedos entrelazados  mientras yo la guiaba por todo el zoológico. Mis ojos no podían apartarse de toda ella, ese atuendo le quedaba espectacular, era simple, recatado y sobre todo cómodo...
Una blusa blanca de cuello ancho que dejaba a la vista uno de sus hombros, ajustado en su cintura y con unos pequeños corazones negros por todo el bajo de la misma, un pantalón de verano que se ajustaba a la perfección en sus caderas en color negro y los bajos caían un poco más amplios y unas bailarinas, sin tacón que la incomodara. El pelo suelto y sus ojos negros protegidos por unas preciosas gafas de sol que insistí en comprar en una tienda cuando ingresamos. El Caribe era un sitio hermoso de verdad, la gente se mostraba muy alegre y el aroma a todo tipo de comida invadía el ambiente.
Un aroma exquisito y dulce llegó a mis sentidos haciendo que inconscientemente mi boca salivar, miré a mi alrededor y encontré la causa de ello, reí mucho más y casi que arrastre a Samantha a seguirme de prisa. Cuando me detuve frente al quiosco un chico de como quince años nos saludo con una blanca dentadura.

-  Buenas, nos podemos llevar dos?

Pregunté dándole una rápida mirada a mi pequeña que sonreía dudosa.

- Mi nombre es Javier, y claro que pueden!! Les aseguro que nunca probaron mejor algodón de azúcar que este.

Extendí mi mano libre para estrechar la del chico y hablé aún sonriendo.

- Es un placer Javier, yo soy Samuel y está bella dama se llama Samantha.
- El placer es mío. Espero que estén disfrutando del paseo.
- En eso estamos.

Respondí tendiéndole el dinero para pagar por el ansiado capricho. El chico asintió mientras tendía a nosotros el dulce manjar, pero cuando estábamos por irnos detuvo con cuidado a Samantha, le sonrió con una extraña dulzura y coloco en su mano una preciosa pulsera de oro blanco con un pequeño dije de mariposa.

- Le traerá buena fortuna señorita.

Le dijo afable, Manda sonrió un poquito más y con eso supe que tenía que regalársela. Quise sacar más dinero para pagarle pero cuando el chico vio que lo hacía me detuvo.

- No por favor, es un obsequio... 
Solo disfruten de su paseo.
- ( Samantha) Es preciosa... Muchas gracias.

Respondió mi pequeña a Javier sonriendo aún más y el chico le devolvió el gesto.
La saludo elegantemente y luego se despidió de mi estrechando la mano que le tendí.

- Gracias Javier.
- Gracias a ustedes... Tienen corazón puro y manos sanadoras.

Respondió antes de girarse y continuar atendiendo clientes.
Cuando fijé mis ojos en mi pequeña transgresora, aún tenía esa dulce sonrisa en sus labios e intentaba prender el broche de la pulsera en su muñeca.
Mis manos fueron de inmediato en su ayuda sonriendo

- Te ayudo pequeña...

Dije, cuando prendí en su muñeca la pulsera la observé con detenimiento.

- Listo.
- Es preciosa...

Dijo buscando mis ojos y aún sonriendo.

- Lo es, si. Igual que lo eres tu pequeña...

Dije antes de besarla de forma tranquila. Rodee su cintura acercándola lo más que pude a mi y me deleite cuándo sus manos se aferraron a mi camisa.
Me encantaba cuando hacía eso, parecía detener todo a nuestro alrededor.
Cuando detuve el beso me encontré sus ojos brillantes, algo tristes aún, pero con ese brillo que me encantaba. No solté su cintura cuando volví a ponernos en marcha eran casi las once am y aún teníamos mucho por hacer...
Al salir del zoológico nos guíe por unas calles angostas que estaban repletas de niños jugando en la calle y adultos en las aceras controlando a los pequeños. Risas infantiles por doquier, música de fondo y algarabía por doquier. Erick caminaba detrás nuestro con un par de hombres más que se mantenían a cierta distancia, dándole a Samantha la seguridad que necesitaba sentir y a mi la tranquilidad de que no podrían dañar a mi pequeña.
Giré en una esquina encontrando el lugar que buscaba, al verlo no pude evitar sonreír más ampliamente y arrastre a mi pequeña.

Tu y yo... todo o nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora