capítulo 56

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- De verdad puede hacerlo?

La voz de mi pequeña transgresora sonó suave y algo cansada con su pregunta, no pude evitar reír, es que era tan pero tan sencillo perder el control con ella y que el deseo se adueñarse de mi  cuando ella sonreía que no pude contenerme.
Todo empezó un segundo después de que mi pequeña cortará la comunicación con Layla y yo le contara que Nathaniel seguro que podía ser ese médico que la hacía falta para poder hacer esa cirugía a la niña, mi pequeña me miro primero confundida, luego sorprendida y luego eufórica. Tanto que ella ya estaba por levantarse de mi regazo, luego de besar mis labios de forma arrebatada unos cuantos minutos y salir por la puerta del estudio a hablar  con NAT para pedir su colaboración. Tuve que detenerla, porque luego de besarme de esa forma y encenderme  como un maldito obseso del sexo, no iba a quedar todo recalentado y esperando a tenerla sola en la alcoba para mi. No la dejé llegar a abrir la puerta cuando ya estaba devorando sus labios, la recargue rápido contra la puerta y mientras una de mis manos la tenía bien sujeta por la nuca, robando de su boca todo ese dichoso sabor que me enloquecía, la otra manipuló rápidamente la puerta a su espalda pasando el cerrojo, dándonos así la seguridad de que nadie podría entrar de forma inoportuna.
Solo un segundo después mis manos la acariciaban desesperadamente, tratando de obtener el calor de todo su cuerpo, podía notar como había recuperado algunos kilos, aunque aún la faltaban unos cuantos más, su piel olía como a mí me fascina que oliera , rosas, frescas rosas, mis labios atraparon ese perfecto gemido de su garganta, sentía en mi camisa sus uñas arrastrándose y luchando con los botones para liberarme de la maldita tela...
No perdí el tiempo, tan solo habré tardado escaso medio minuto en apartar su vestido y tomar en mi boca esos perfectos senos que me pedían atención, mis manos nos trasladaron hasta el escritorio donde la deposite sin dejar de devorar cada trozo de piel que tenía a mi alcance, sus uñas se arrastraron por mis hombros haciendo que gruñera sobre la piel de su cuello y volviese a su boca...

- Pequeña, me pones de una manera que...

Trate de decir entre jadeos, pero sus labios atraparon el resto de las palabras, sus manos lucharon por apartar las prendas que quedaban en mi y las mías se recrearon de una manera exquisita en toda ella.
Ya no podíamos detenernos, estábamos mucho más aya de todo tipo de control como para parar. No tarde en comprobar que ya estaba lista, no tarde en que mi boca y manos la hicieran alcanzar tanto deseo que logré suplicara el adueñarme de ella...

- Sam... Te lo ruego...

Gimio temblorosa, y quién era yo para hacerla esperar? Yo mismo estaba en mi límite, una firme estocada y nos fundimos el uno en el otro gimiendo, sentir su calor, su piel húmeda por mis caricias y besos fueron los que me llevaron a querer hacerla alcanzar las estrellas, embistiendo de forma intensa, profunda, un ritmo endemoniado y aumentando mucho más todas las sensaciones. Amaba enseñarle todo lo que podía sentir entre mis brazos, adoraba ser yo el que le abriera las puertas del paraíso, sentía sus uñas clavarse en mi piel, pero una loca idea se había instalado en mi recalentado cerebro...
Atrape sus manos apartandolas de mi, pero sin dejar de embestir de manera intensa su cuerpo hirviendo, la fui recostando sobre el escritorio entre besos y embestidas fuertes y profundas, guíe sus temblorosas manos a sostenerse a los lados de el escritorio, sin dejar un solo segundo de moverme, de acariciar cada trozo de piel expuesta, besando sus senos, y llegando en ascenso hasta su clavícula y hablarle con la voz completamente ronca...

- Sostente aquí pequeña.. 

Mis manos guiaron las suyas presionandolas levemente a los lados del fino escritorio, cambie el ritmo de las embestidas a algo más suave, pero igual de delicioso, solté sus manos para que las mías se recrearan en su piel, en cada rincón expuesto que tenía a mi alcance, arrancando de ella los más dulces gemidos, los más perfectos suspiros, esos que me tenían atrapado en un loco y descabellado frenesí.. 
Torture cada palmo de su cuerpo, adueñándome de todo lo que ella tenía para ofrecer, saboreando en mi boca el gusto de ese húmedo sudor que yo mismo había ocasionado, cuando la sentí más ansiosa, con una angustia palpable por qué la dejara caer en ese acantilado de placer liberé su cuerpo de mi intrusión, sus ojos me buscaron suplicantes, podía sentir el deseo del que la tenía presa, podía sentir esa frustración por no alcanzar lo que quería, notaba esa angustiada ansiedad.
No pude evitar sonreír satisfecho...

- No te atrevas a soltarte pequeña...

Advertí al descubrir que sus dedos aflojaban la sujeción en la madera tallada...

- Sam...

Gimio temblorosa, mis manos comenzaron a trabajar suavemente toda su piel, provocando que sus ojillos empañados se cerraran y soltará ese suplicante suspiro, fui rodeando todo el escritorio, sin dejar de acariciarla, acerque peligrosamente mis labios a su oído y sobre este susurré...

- No termine aún de jugar pequeña...
Te voy a mostrar lo que soy capaz de hacerte alcanzar...

Mi voz denotaba la excitación que sentía, mis dedos trazaron el camino de que luego mis labios siguieron, lentos, húmedos y tortuosos, me adueñe de sus pezones endurecidos que reclamaban mi atención, los lamí despacio, sabiendo perfectamente que eso la dejaba más ansiosa aún para mi, fui en un lento y tortuoso descenso, haciendo que cada trozo de piel que mi lengua alcanzaba fuese haciéndola ascender aún más, mis dedos llegaron al lugar correcto para arrancar de su boca ese gemido estrangulado de antelación, perdiéndose en su interior, empapándose de su dulce humedad...

- Quiero que me mires pequeña...
Quiero tus ojitos negros fijos en los míos...

Pedí, dándole suaves y lentas caricias, adentrando dos de mis dedos en su interior, logrando hacer que se arqueara ante mi exploración y temblara de placer.

- Sam... Por favor...

Suplico perdida en esa marea que le provocaba...

- Lo haré princesa... Te daré todo lo que quieras, todo lo que necesites de mi lo tendrás...
Pero...

Interrumpí mis palabras solo un par de segundos y mis dedos hicieron ese vaivén que la tenía presa de deseo

- Quiero tus ojitos negros fijos en mi... Quiero ver el deseo que te provoca mi toque, quiero ver en ellos la ansiedad y principalmente princesa...
Quiero que tú veas lo que me ocasiona todo de ti...

Cuando sedio y sus ojillos se anclaron a los míos supe que la haría perder la cordura de una deliciosa manera, retire mis dedos de su interior y los lleve a su boca mientras ya me adentraba en ella de una firme estocada, sentí el calor de sus labios hinchados  en ellos, empecé un ritmo lento y suave, sus ojos anclados a los míos, y como si leyera mis pensamientos su lengua atrapó mis dedos para saborear su propio sabor de ellos, y siguió jugando con las sensaciones que ese juego provocaba en mi. Atrapando en su boca mis dedos, lamiendo, haciéndome gemir cargado de placer, embesti con firme estocada una y otra vez aumentando el ritmo, gruñendo poseído por sentir como sus dientes marcaban la piel de mis dedos en su boca y sus ojos se volvían llorosos de deseo, nublados de excitación...
Se tornó algo tan intenso que no pude contenerme, quería su piel caliente bien pegada a la mía, de un rápido movimiento la arranque de ese escritorio y nos deje aún unidos caer sobre uno de los sillones que tenían el espacio suficiente para la comodidad de ambos. No deje de trabajar su cuerpo, embestidas firmes, caricias, besos, gemidos escapando de nosotros sin poder controlarlos.
Ella a horcajadas sobre mi, moviéndose en un ritmo rápido e intenso, mi boca torturando sus senos, mis manos sujetando sus caderas para mantener ese perfecto ritmo que habíamos alcanzado...
Sentí cuando el orgasmo la alcanzó, sentí su apretado interior tensarse y llevándome a mi propio clímax, una última estocada antes de sujetar con fuerza sus caderas para mantenerla bien anclada a mi carne, gruñendo poseído, sintiendo si el latir frenético de mi corazón, el calor, y nuestros cuerpos empapados de sudor, con la respiración atascada...
Era algo tan imponente lo que generaba todo lo que obtenía de ella en mi, colapsaba todos mis sentidos, rompía todos mis esquemas...

Tu y yo... todo o nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora