capitulo 45

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- ( Samantha) Son los cristales que pego en las paredes del sótano...
Olvide que ahí estaban, pero estoy tan cansada... Los pies me duelen, no he dormido en más de una semana...
- ( Cristhian) Que pasó que volviste al sótano Samantha?
- ( Samantha) Supo lo que dije al médico en el hospital...
Pero el hizo que perdiera a mi bebé, el era mío...
Mío y de Samuel...
Yo lo amaba, quería protegerle, volver a Londres a buscar a Samuel y decirle que íbamos a ser papás...

Escuchar a Samantha cada día relatar todo lo que ese maldito la hizo pasar me tenía consumido por dentro. Cristhian llevaba una semana y media haciendo que mi mujer hablara de todo lo ocurrido durante el tiempo que ese idiota la había retenido junto a él. Y con cada palabra que escuchaba de los labios de mi pequeña transgresora me llenaba de un veneno casi imposible de tolerar.
Me sentía enloquecer, pero tenía que soportarlo, Samantha me necesitaba fuerte para ella, necesitaba que yo la sostuviera para poder pasar por esto.
Físicamente mi pequeña transgresora se encontraba un poco mejor, su piel empezó a mostrar la mejoría que la correcta alimentación e hidratación hacían en ella. Los hematomas casi no se distinguían ya, el brillo en su largo pelo había retornado y se notaba un poco más fuerte. Ya casi no se caía cuando le cepillaba, el aliado tono empezó a desaparecer y cobrar ese lindo tono cobrizo que solía tener cuando la conocí, aún le faltaba recuperar su peso normal, faltaba que pudiera subir las escaleras sin agotarse tanto. Faltaba que su cuerpo no sintiera todo el tiempo tanto frió, pero iba por buen camino. Logré no sin esfuerzo que durmiera más serena, y eso en parte me permitió a mi darme esos minutos de soledad que yo necesitaba para poder sacar de alguna manera el veneno que había dentro de mi. Cada madrugada luego de dejarla por fin dormida y serena bajaba y salía a caminar por la costa, tratando de encontrar en el silencio de la noche un poco de la paz que ya no lograba sentir...
Caminaba por sobre la blanca arena y mis ojos se fijaron en la inmensidad del mar turquesa que era iluminando por la luna
Me senté distraídamente en la arena y cargué mis pulmones de aire, el aroma del mar se instalo en mi pecho y me quede ahí...
En el medio del silencio intentando encontrar el camino correcto a seguir. Ese camino que necesitaba encontrar para mi pequeña transgresora...
No sé cuánto tiempo habría pasado, solo que debía de haberme quedado dormido, porque por nada del mundo aquello podía ser real...
Frente a mis ojos tenía esa silueta hermosa, en ese vestido veraniego blanco que resaltaba su vientre crecido.
Mis ojos se fijaron primeramente en sus pies descalzos y fueron subiendo con lentitud por ese cuerpo que conocía a la perfección, sintiendo los latidos de mi descontrolado corazón retumbar en mis oídos y casi seguro de que estaba perdiendo la cordura...

- Samira...

Mi voz salió casi inaudible en cuanto mis confundidos ojos enfocaron ese rostro, su sonrisa brillante, sus ojos llenos de dulzura y ese lindo pelo ondulado y rubio cayendo sobre su hombro como solía usarlo mi difunta esposa...
Tenía que ser un sueño, no podía ser otra cosa. Pero no podía dejar de desear dentro de mi corazón que fuera en parte real.
Ella se sentó frente a mi, como solía hacerlo cuando teníamos que hablar de algo importante, cruzando sus piernas estilo India y siempre con esa dulce sonrisa pegada al rostro.
Fue instinto, tenía que serlo, el echo de que mi cuerpo adoptará esa postura que yo solía con ella para charlar por horas en la madrugada en nuestra cama. Doblando las rodillas y apoyando mis brazos alrededor entrelazando mis dedos entre sí.
Nos mantuvimos en silencio unos cuantos segundos, en lo que yo intentaba recrearme de esa preciosa imagen de Samira, lucía saludable y serena...

" - Puedes hablar Samuel, no voy a morderte. "

Bromeo logrando que sonriera de forma inconsciente. Si era un sueño al menos sería divertido con ella bromeando.

" - Eres un sueño..."

Dije sin apartar mis ojos de los suyos. Su voz era exactamente como la recordaba... Y mi mujer sonrió encogiéndose de hombros...

Tu y yo... todo o nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora