CAPITULO 26

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La primera semana de enero pasó rápidamente cuando los chicos regresaron a la escuela. Haven se quedó en la cama durante un rato ese viernes por la mañana antes de pasear hasta la biblioteca. Mirando hacia las escaleras, jadeó y agarró su pecho. El Dr. DeMarco estaba de pie frente a ella con los brazos cruzados.

Él había estado en Chicago durante toda la semana, así que era la última persona que esperaba ver. Lo miró fijamente, preguntándose cuándo había llegado a casa, pero lo más curioso era lo que estaba haciendo en el tercer piso. Había una parte de ella —la parte que nunca olvidaba lo que él hizo— la que gritó que algo no estaba bien. Ella buscó alguna emoción escondida y vio un destello de irritación en sus ojos.

El monstruo acechaba hoy.

—Buenos días, Dr. DeMarco.

—Buenos días. —Su voz era fría y distante—. Coge tu abrigo y reúnete conmigo abajo.

El miedo la consumía, pero trató de mantener su compostura. Él la siguió mirando, esperando una confirmación. Ella no sabía por qué —no era como si pudiera decir que no. Si él le decía que estuviera en alguna parte, ella estaría allí tanto si quería como si no.

—Sí, señor.

Ella exhaló bruscamente una vez que él se había ido, sacudiendo la cabeza mientras agarraba su abrigo. Metió las manos en los bolsillos mientras bajaba las escaleras, con las palmas sudorosas. ¿Era este el final de su tiempo aquí? ¿Estaba cansado de ella? ¿Qué haría con ella? ¿La vendería? ¿Y si nunca veía a Carmine de nuevo?

En medio de su casi ataque de nervios, una mano agarró su hombro. Ella retrocedió del Dr. DeMarco detrás de ella.

—Estás muy nerviosa hoy.

—Lo siento.

Él echó un vistazo a su reloj.

—Ven. No quiero llegar tarde.

El Dr. DeMarco abrió la puerta principal, y ella mantuvo la cabeza baja mientras salía fuera. Él puso la alarma y cerró, rozándola al pasar al coche como si no estuviera allí.

Haven miró en el espejo lateral mientras él conducía por el camino de entrada, viendo la casa desaparecer detrás de las hileras de densos árboles. Suspirando, miró al Dr. DeMarco, deseando saber lo que le molestaba. Mantuvo su mirada en él durante mucho tiempo, y él la miró.

—Es de mala educación mirar fijamente, chica. Si tienes una pregunta, hazla. De lo contrario, cuida tus modales. No estoy de humor para insolencias hoy.

Ella no tenía ni idea de lo que era la insolencia, pero no tenía intención de preguntarle.

—Me preguntaba a dónde íbamos, señor.

—Al hospital —dijo él, al mismo tiempo que Haven veía el edificio a lo lejos. Él se detuvo en un lugar del estacionamiento delantero y apagó el motor.

—Igual que en el partido de fútbol, espero que estés en tu mejor comportamiento.

Ella se quedó quieta, mirando a través del parabrisas a la señal con DR. VINCENT DEMARCO escrito en azul.

—Estaré bien, señor.

Haven lo siguió al interior del edificio, manteniendo su ritmo para no quedarse atrás. Se dirigieron directamente hacia el ascensor y, a pesar del hecho de que solo tomó treinta segundos su ansiedad se triplicó durante el trayecto hasta el tercer piso. Lógicamente ella sabía que el Dr. DeMarco no le haría daño en público, pero no era fácil ser racional cuando estabas confinada en una pequeña caja con un hombre capaz de hacer daño.

SEMPRE forever (Español).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora