CAPITULO 39

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Carmine echó un vistazo a Haven en el asiento del pasajero, frunciendo el ceño ante el ángulo de su cuello. Se había acurrucado lo mejor que pudo con el cinturón de seguridad colocado. Extendiendo su mano, apartó un poco de pelo fuera de la cara de Haven y lo acomodó detrás de su oreja. Le pasó el dorso de la mano por su mejilla, sintiendo la aspereza de las manchas rojas de tanto llorar. Ella no había dicho nada acerca de hacia dónde se dirigían, pero sus lágrimas decían mucho acerca de cómo se sentía.

Habían estado en la carretera durante tres días, parando ocasionalmente para dormir un poco, pero la mayoría de las veces se habían quedado en el pequeño coche. El cielo estaba nublado, el clima era cada vez peor con cada kilómetro, la llovizna constante convirtiéndose en un aguacero. Carmine navegó lentamente a través del tráfico pesado, sus nervios de punta mientras se aferraba al volante con firmeza.

Haven percibió su estado de ánimo inestable cuando se despertó y esperó a que él intentara establecer una conversación.

—Estamos casi en la frontera del estado —dijo en voz baja.

Ella miró por su ventana llena de niebla. —¿Has estado alguna vez en California?

—No que yo recuerde —dijo—. Siempre he querido, sin embargo.

—¿Tienen universidades aquí?

—Por supuesto.

—¿Alguna a la que podría ir yo?

—Claro —contestó—. ¿Qué clase de clases quieres tomar?

—Arte, tal vez —dijo ella—. No sé si soy lo suficientemente buena para...

Él la cortó.

—Tú eres lo suficientemente buena. Y sí, hay un montón de escuelas de arte aquí.

Por primera vez en varios días, algo más que temor brilló en sus ojos.

—¿En serio?

Él se rio entre dientes.

—Sí, de verdad, pero ¿por qué California?

Ella se encogió de hombros.

—Me gustan las palmeras.

Su tono serio mientras contestaba lo cogió con la guardia baja. La mayoría de la gente pensaba demasiado con respecto a dónde ir a la escuela, eligiendo lugares en base a la relación alumno-profesor, reputaciones, y equipos deportivos, pero ella eligió un lugar por la escenografía. Le parecía divertido, pero no le sorprendía en absoluto. Las pequeñas cosas de la vida eran importantes una vez más.

—¿Ellos las tienen en Nueva York?

—¿Palmeras? Ella se echó a reír.

—No, escuelas de arte.

—Oh. Sí, por supuesto. Las escuelas de arte están por todas partes.

—¿Alguna vez has estado allí?

—Algunas veces cuando era niño. Mi padre solía ir a Nueva York por negocios.

—Vi en ¡Jeopardy! que es la ciudad que nunca duerme.

Él sonrió.

—Algunas personas la llaman la ciudad de los sueños, también.

Ella lo miró.

—Tal vez podríamos ir allí para seguir nuestros sueños.

—Quizás. —Él se rio—. Pero estoy bastante seguro de que no tienen palmeras.

SEMPRE forever (Español).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora