CAPITULO 48

34 1 0
                                    

48

El tiempo pasó a la deriva en una neblina, como volutas de humo bloqueando los alrededores de Haven. Llegaba a la superficie para encontrar comida esperando, y comía lo que podía digerir antes de recaer. Jen apareció unas pocas veces con Nunzio para comprobar sus signos vitales pero nunca dijo ni una palabra. De hecho, la gente siempre entraba y salía del edificio, pero nadie la comprendía excepto Natalia. Ella la trajo ropa limpia y ofreció palabras de ánimo, ayudándola cuando necesitaba usar el cuarto de baño.

Cada día era progresivamente peor. La fuerza de Haven disminuía cuando su cuerpo comenzó a rechazar todo. Vomitaba abundantemente cuando intentaba comer, su piel sudada y estaba pálida. Un golpeteo en su cabeza hacía difícil enfocarse, todo se hizo un borrón de nada.

Fue entonces cuando comenzó a alucinar, oyendo voces y viendo caras que no podía estar segura de que estuvieran realmente allí. Las pesadillas eran extremas, llenas de recuerdos en un bucle incoherente. El Doctor DeMarco la poseía con la mirada penetrante de odio que había visto ese día en su habitación. Podía sentir la pistola presionada en su garganta cuando jadeó por aire. Gritó en la oscuridad, su pecho vibrando con los fuertes chillidos.

Los momentos de lucidez eran pocos y lejanos entre ellos. Gente desconocida estaba de pies sobre ella, teniendo extrañas conversaciones que tenían un poco de sentido. Sus monstruos emergieron, su retorcida cara apareciendo como si estuviera derretida. Él no dijo nada, solo miraba cuando el fuego la envolvió de dentro a fuera.

°°°°°°

El Centro del Correccional Metropolitano, un rascacielos triangular de tres lados en medio del centro de Chicago, no tenía alambre de púas o valla electrificada, ni guardias armados de pie en torres a lo largo del borde de la propiedad. Con su plana superficie y estrechas ventanas verticales, la parte delantera del edificio parecía una vieja tarjeta perforada. Parecía inofensiva, indiscriminada, pero algunas de las personas más peligrosas en el mundo llamaban al lugar casa.

Vincent estaba sentado en una pequeña celda en el piso veinte, unas pocas yardas de dónde Corrado estaba alojado. La ventana estaba helada, obstruyendo la visión de Vincent del exterior, así que todo lo que tenía para mirar eran las apagadas paredes que le rodeaban.

Cada día era igual: tres comidas, recuentos frecuentes, ocasionales sirenas, y poca conversación. Los guardias observaban todos sus movimientos, todas las llamadas y visitas monitorizadas así ninguno de ellos podría arriesgarse a comunicarse.

Estaba sentado allí cada día temprano, justo después del pase de lista de la mañana, cuando unos pocos oficiales del correccional se acercaban. Le situaban las restricciones y le guiaban a una habitación, dónde el Agente Cerone esperaba en una pequeña mesa.

—Vincenzo DeMarco —dijo él, moviéndose hacia la silla enfrente suyo—. Tome asiento.

Vincent se sentó, agradecido por estar fuera de esa celda deprimente. Intentaban asegurarle a la mesa, pero el agente les detuvo.

—Eso es innecesario. Ambos somos seres humanos civilizados aquí.

Los oficiales le miraron con incredulidad, pero se fueron, dejando a Vincent sin asegurar. El agente dobló sus manos en la mesa.

—Probablemente te estás preguntando quién...

Vincent le interrumpió.

—Doctor.

La sonrisa del Agente Cerone flaqueó.

—¿Doctor?

—Y a menos que seas mi madre o mi sacerdote, no me llame Vincenzo. Es Dr. Vincent DeMarco.

SEMPRE forever (Español).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora