CAPITULO 40

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Michael Antonelli se paró en el porche, con un vaso de whisky en la mano izquierda y un cigarro encendido en la derecha. No hablaba. No parpadeaba. Ni siquiera parecía estar respirando.

Haven se lo quedó mirando, sorprendida por lo absolutamente inalterado que parecía. Casi había pasado un año, pero al ver a su viejo maestro en sus pantalones color caqui y camisa polo, demasiado apretado alrededor de su tripa abultada, la hizo sentir como si el tiempo no hubiera pasado.

El tenso silencio se rompió cuando la puerta se abrió detrás de Michael, se sacudió a la vida. Parpadeó rápido, se trasladó fuera del camino cuando Corrado salió al porche.

—Carmine, Haven... me alegro de veros. ¿Estáis disfrutando del viaje?

La indiferencia de la pregunta sorprendió a Haven, pero Carmine no parecía desanimarse mientras respondía.

—Ha estado bien, excepto por el hecho que me siento como si estuviera siendo hervido vivo.

Haven sonrió involuntariamente a sus quejas cuando la mirada de Corrado volvió a Michael.

—¿Vas a invitar a los chicos entrar, Antonelli, o tienes la intención de dejar que mi sobrino se incendie? Estaba bajo la impresión que recordabas cómo ser hospitalario.

—¡Oh, sí! —Michael se metió el cigarro en la boca y abrió la puerta mosquitera—. Entra.

Carmine tomó la mano de Haven y la llevó a la casa, los dos siguieron a Corrado por el pasillo hasta una pequeña oficina en la parte posterior. Haven vaciló, escaneando las paredes abarrotadas. Durante años había vivido en la propiedad, atrapada y obligada a trabajar en condiciones de servidumbre, pero nunca en ese tiempo había estado en esa habitación. Michael dijo que era privado, su santuario.

Michael entró detrás de ellos y se sentó frente a un escritorio de caoba reluciente cuando Corrado se puso a un lado con los brazos cruzados sobre el pecho.

—Estamos esperando a alguien más.

Haven miró a Carmine, pero no ofreció ninguna explicación si tenía una.

Después de unos minutos se oyó un golpe en la puerta principal de la finca. Corrado salió a contestar y volvió con otro hombre con un maletín. Michael se puso tenso cuando lo miró, parpadeando rápidamente.

—¿Qué estamos...? ¿Por qué el abogado está aquí?

—Vamos a hacer esto —dijo Corrado, haciendo caso omiso de la pregunta. Haven se sentó, escabulléndose en una silla en la esquina, así no haría una escena. Michael la miró desde el otro lado de la habitación, un silencio incómodo envolvía el espacio entre ellos, un muro invisible de presión que separaba sus sillas.

El abogado habló de naturalización y ciudadanía, pero nada de eso tenía sentido para ella. Llenó el papeleo mientras hablaba, pero dudó en un documento, mirando a Haven.

—Señorita, ¿cuándo es su cumpleaños?

Su corazón latía salvajemente.

—No estoy segura. Mamá dijo que era en otoño.

La frente del hombre se arrugó mientras sus ojos se dirigieron a Michael.

—¿Sr. Antonelli? ¿Su fecha de nacimiento?

Michael se quejó, pero no dijo nada coherente cuando Corrado suspiró exageradamente.

—Diez de septiembre de 1988.

SEMPRE forever (Español).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora