4. LO PONES TODO AL REVÉS (II)

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- Amaia, me pregunto si quieres llamar a tus padres para decirles que has llegado bien a Barcelona.

- ¿Qué? - Estaba perpleja. ¿Llamar a mis padres? Ellos ya debían haber asumido que estaba en Barcelona, medio muerta o viva, eso no lo podrían saber con certeza, pero tampoco les importaba, yo ya no era su responsabilidad.

- Que si quieres hablar con tu familia, para que sepan que estas bien, que ya estás en casa.

Casa, supongo que ahora también era mi casa. Suspiré.

- ¿Puedo llamar a mi hermana?

- Claro, voy a ir a cambiarme yo también. - Me sonrió y desapareció por la puerta de nuestra habitación.

Marqué el número de casa de mi hermana y esperé a que contestara.

- ¿Sí?

- Ángela, soy yo.

- ¿Amaia?

- Si.

Se hizo silencio en la línea, solo se podían oír nuestras respiraciones agitadas.

- ¿Dónde estás escondida? - Me preguntó mi hermana susurrando.

- ¿Qué? ¿Escondida de qué? ¿Ha pasado algo? - Mierda, que habré hecho.

- ¿Cómo me estás llamando? Ya fue tu cumpleaños.

- Te llamo desde Barcelona, bueno desde El Prat, es un pueblo que está cerca. Estoy en casa, supongo.

Otro silencio. Ángela estaba asustada, lo notaba.

- Amaia, no es bueno que se enfaden contigo el primer día, créeme ya tendrás tiempo para eso.

- ¡No estoy llamando sin permiso! - Alcé la voz más de lo que quería hacerlo, noté que mi hermana contenía la respiración al mismo tiempo que escuchaba a Alfred acercarse.

- Amaia, ¿estás bien? ¿está bien tu hermana? - Preguntó Alfred mirándome con preocupación. Aún no sabía si podía fiarme de él.

- Sí, claro, contenta de escucharme.

- Genial, ¿quieres que me vaya a la habitación a... leer un rato? - Entendí que me estaba dando una oportunidad para hablar a solas con mi hermana, no podía creer que esto estuviese pasando.

- No, no es necesario. - Volví a hablarle al teléfono. - Ángela, estoy bien, espero que tu también. No sé cuándo vamos a volver a hablar pero... te quiero.

Colgué el teléfono sin esperar una respuesta. Alfred me miró extrañado.

- Sabes que puedes llamar a tu hermana o a tu familia o a tus amigos cuando quieras, ¿no?

- ¿Puedo? - Pregunté sorprendida.

- Claro que sí. - Rió dejándome ver sus palas separadas, le quedaban bien, además era la primera risa sincera que le había visto. - ¿Nos sentamos a comer? He elegido una película un poco antigua pero a mí me apasiona, ¿has visto alguna vez Harry Potter? Si no quieres ver esta puedes elegir otra.

- No, esa es perfecta, no la he visto nunca. - A pesar de parecer un chico amable aún no le conocía, a lo mejor estaba esperando el momento oportuno para sacar su yo verdadero y amordazarme, era mejor no llevarle la contraria.

Nos comimos las hamburguesas sentados en el suelo encima de una alfombra acolchada, la verdad era que la película era increíble, me estaba encantando.

A medida que iba pasando el tiempo sentía como los ojos se me empezaban a cerrar debido al cansancio que había acumulado, no solo los últimos días, sino las últimas semanas, tal vez toda mi vida. De repente me sentí mucho más ligera y noté como unos brazos cálidos me envolvían justo en el momento en que todo se volvió negro.


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¡Muchas gracias por leer la historia! ¡Espero que os esté gustando!

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