Al salir del cuarto de baño después de lavarme los dientes paseé mi mirada por la habitación y no encontré rastro de Alfred, aún debía estar acostando a la niña. Pensé en meterme en la cama y esperarle allí pero mi cuerpo estaba igual de inquieto que mi mente, así que me puse la bata encima y salí al pasillo.
Me paré unos segundos delante de la puerta cerrada de mi hermana y suspiré, estaba segura de que si intentaba abrirla me encontraría con una barricada tras ella que impediría mi paso, al fin y al cabo, estaba compartiendo casa con un hombre, no podía bajar la guardia. La culpa volvió a mí dejándome un regusto amargo en la boca, ¿debería haberle dicho todo lo que le dije en la cocina? ¿debería haber sido más comprensiva? ¿debería haberle dicho a Alfred que se fuera un par de días de casa? Lo único que sabía es que estaba haciendo las cosas mal, porque si no fuese así no sentiría la fuerte opresión en el pecho que sentía en esos momentos.
Continué hasta la habitación de nuestra hija y la estampa que me encontré hizo que la amargura se camuflara ligeramente entre acentos de un dulzor casi empalagoso. Alfred estaba tumbado con un brazo colgando de la cama y el otro debajo de la niña, quien estaba colocada en diagonal con una pierna sobre su padre y los brazos por encima de la cabeza. Hacía poco que habíamos pasado a Helga de la cuna a la cama, así que aún no había tenido ocasión de presenciar ninguna escena parecida a esta.
Me arrodillé al lado de la cama y aparté con delicadeza los rizos que caían libremente sobre la frente de mi marido. Nada de esto era justo. Bajé la mirada hasta su cuello y pasé un dedo por la protuberancia de su nuez pensando que tal vez en otras circunstancias habría querido acabar con su vida de la manera más cruel posible.
Pegué mi mejilla a la suya y empecé a susurrarle que debía levantarse, que quería que viniese conmigo a la habitación, que teníamos que hablar.
Lentamente, con una respiración profunda, Alfred abrió los ojos y los clavó en los míos. El brillo de sus ojos podía apreciarse incluso en la oscuridad de la estancia, así que aparté la mirada y le dije que se diera prisa. El torbellino de emociones que me recorría de los pies a la cabeza era tan intenso que, en cierta parte, me privaba de mis capacidades de razonar como una persona adulta, lo único que hacía falta añadirle a esa bomba era la mirada penetrante de Alfred.
Llegué primera a la habitación y me senté en la cama con las piernas cruzadas. Alfred fue a sentarse a mi lado, pero al ver sus intenciones de querer tocarme me aparté bruscamente, dejándole con cara de desconcierto y ojos abiertos por la sorpresa. Hacía tanto tiempo que no rechazaba su contacto físico que sabía que lo que acababa de hacer le había dolido más que un puñal en el estómago.
A pesar de llevar fuera de España un tiempo y de no haber llegado a vivir de primera mano la pesadilla que tenía que soportar toda mujer, no era normal en mí aceptar el tacto de otra persona. Normalmente por los únicos que me dejaba tocar eran por mi hija y mi marido, ni siquiera con Miriam, que era un gran pilar en mi vida, intercambiaba ningún tipo de caricia o afecto. Pero mi familia era otro tema, los quería todo el día a mi lado, tocándome, acariciándome, besándome. Por eso entendía perfectamente la expresión alarmada de Alfred al ver que me alejaba de él, no solo emocionalmente, si no también en el plano físico.
- Mira Amaia, no sé muy bien que estará pasando por tu cabecita, pero quiero que sepas que no tienes la culpa de nada - expuso Alfred con aparente calma - No abandonaste a tu hermana, igual que ella no te abandonó a ti. Sabes que en España las circunstancias son diferentes, que prácticamente nadie hace nada por voluntad propia.
Le observé durante un tiempo indefinido, podrían haber sido segundos, minutos u horas. Una parte de mí intentó aprovechar ese tiempo para pensar, para conectar con mi yo arraigado a la realidad, pero había otra parte más potente dentro de mí que era la del rencor, la de la impotencia, la de la rabia mal gestionada.
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Junto a mi
FanfictionEn un mundo futuro, donde la vida es bastante diferente a la que todos conocemos, Amaia y Alfred tienen la suerte de encontrarse. AU -------------------------------------- ¡Hola! Después de pensarmelo mucho he decidido empezar a escribir una histori...