DÉJAME PRESUMIR DE TI UN POQUITO

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Mientras esperábamos en el aeropuerto de Heathrow a que llegase el vuelo de Miriam, Ana y Pablo, recordaba momentos que había vivido desde que aterrizamos en esta ciudad.

De repente, una pareja gritándose llamó mi atención. Parecía ser que se estaban peleando porque uno de los dos había visto al otro abrazando a alguien. Suspiré indignada. Esa gente no se imaginaba lo trivial que estaba siendo su discusión, lo que darían miles de mujeres por poder enfadarse con sus parejas, por poder elegir a sus parejas...

Aunque debía admitir que estaba siendo un poco dura con esas personas, ya que yo también había sentido la presencia de ese monstruo verde al que llaman celos, había sentido sus garras arañarme el corazón... y sabía que no era agradable.


Hacía un par de meses había ido a visitar a Alfred al teatro. Desde que estábamos en Londres, me había acostumbrado a pasear sola por los parques de la ciudad, y la verdad es que era una de mis actividades preferidas. A Helga también parecía gustarle, ya que siempre que salíamos a caminar se quedaba quieta dentro de mi barriga disfrutando del paseo.

Cuando llegué al teatro me recibió un señor con cara de malas pulgas. A pesar de llevar un tiempo alejada de las malas costumbres españolas, los hombres aún me causaban un respeto considerable. Así que me acerqué cautelosamente hasta él y le pregunté por la banda.

- No están contratando a nadie ahora mismo, niña. Puedes irte por dónde has venido... además con ese bombo no te contratarían aunque estuviesen desesperados.

Me quedé mirando a aquel hombre atónita, no sabía muy bien que contestarle.

- Yo... no estoy buscando trabajo. Mi marido es parte de la banda y...

- ¡Joder! ¡Haber empezado por ahí! ¿Vienes a darle una alegría en mitad de la jornada? - Me preguntó levantando las cejas. - Cuando mi mujer se quedó embarazada estuve, por lo menos, medio año sin sexo. Como comprenderás tuve que buscarlo fuera de casa. Me alegra ver que no todas cometéis los mismos errores.


Caminé hacia la dirección que me había indicado ese señor. Me sentía asqueada. Creía que este tipo de comentarios y comportamientos repugnantes los dejaría atrás una vez saliera de España, pero parecía ser que la sociedad del exterior no estaba tan avanzada como nos hacían creer los rumores que corrían por la calle.

Llamé suavemente a la puerta de la habitación donde se suponía que descansaban los músicos mientras no estaban ensayando. Una voz chillona y demandante me gritó que entrase, así que abrí la puerta y me asomé.

- Vaya... esperaba a otra persona. - Comentó la mujer mientras se colocaba la falda del vestido.

Me fijé en la apariencia de esa chica, sería bastante joven, tal vez un par de años mayor que yo. Llevaba un vestido negro ceñido al cuerpo, con un escote pronunciado y unas medias bordadas que asomaban por debajo de la falda.

- Ya que estás aquí acércate a ayudarme. - Dijo mientras se daba la vuelta para quedar de espaldas a mí. - Me desabrochas el sujetador, creo que al final estaré mejor sin él.

Dubitativa, le desabroché la prenda de ropa. ¿Por qué quería quedarse sin sujetador allí en medio? Como si me hubiese leído el pensamiento empezó a responder a la pregunta que me estaba formulando en mi cabeza.

- He quedado con un chico con el que estoy liada, ¿sabes? Había pensado en dejarme el sujetador porque me hacía mejores tetas, pero ¿para qué? Para lo que tengo en mente hacerle no lo necesito. - Rió.

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