* ESTE CAPÍTULO CONTIENE UNA ESCENA DE SEXO *
No me moví. No sé cuánto tiempo estuve bajo los chorros del agua pero cuando salí tenía todos los dedos arrugados. Me envolví una toalla en el pelo y otra en el cuerpo y me dirigí hacia la cama a paso lento. Me tiré sobre ella de forma brusca y rodé hasta quedar bocabajo.
Inspiré. Olí a Alfred y recordé la primera vez que me había encontrado en esta situación, aquella primera mañana que desperté en nuestra cama y creí que estaba rodeada de nubes que olían maravillosamente. Pero ese olor ya no era de nubes, no las necesitaba para refugiarme de nada. Ese olor era casa, era Alfred, la persona a la que más quería en este mundo, la misma persona que acababa de burlarse de mí delante de un señor con acento extraño, la misma persona que me lo había dado todo en este país de mierda.
Sin saber muy bien por qué empecé a llorar, no era un llanto desgarrador, simplemente sentía como las lágrimas iban acariciando mis mejillas y mojaban la almohada.
Eran las once de la noche y yo seguía en la misma postura, estática, no tenía fuerzas ni para ponerme el pijama. Escuché como Alfred se acercaba a la habitación con paso inseguro, se paró en el marco de la puerta y se aclaró la garganta.
- ¿Puedo pasar?
Noté en su voz que él también había estado llorando. Asentí levemente con mi cabeza pero fue suficiente para que Alfred recibiese el mensaje.
- ¿Puedo sentarme? - Volví a asentir. - ¿Podemos hablar ahora?
Levanté mi cabeza de la almohada y me giré para verle la cara. Estaba sentado con una postura rígida, tenía los ojos hinchados, se había puesto sus gafitas y estaba jugueteando con la sábana de la cama.
- ¿No puedes ni mirarme a la cara? - Le pregunté en tono poco amigable. ¿Por qué estaba buscando pelea si era lo último que quería?
Alfred levantó sus ojos hasta los míos y pude ver el arrepentimiento que había tras ellos, en ese momento supe que llevaba horas torturándose a sí mismo, horas repasando mentalmente la situación, evaluando lo que había hecho mal y qué podía hacer para corregirlo.
- Realmente no sé qué decirte. He estado pensando grandes discursos pero realmente no me hacen falta, porque lo único que quiero es que me perdones y no tengo ninguna escusa, ni ningún motivo válido para que lo hagas. Así que aquí estoy, dispuesto a suplicarte hasta que me quede sin voz.
Di unas palmaditas a mi lado de la cama para indicarle que se tumbase a mi lado.
- Sí, sí, claro... solo... espera un momento que me voy a quitar esta ropa, porque he estado tirado en el parque y no quiero manchar las sábanas. - A pesar de la situación no pude evitar reírme con las palabras de Alfred, era una persona tan especial.
Me miró avergonzado y se empezó a quitar la ropa, yo aproveché ese momento para desenredarme la toalla del pelo, realmente hacía rato que me molestaba pero había estado demasiado ida como para prestarle atención.
Una vez en ropa interior, Alfred se tumbó a mi lado, estábamos cara a cara, mirándonos a los ojos sin decir nada.
Lentamente levanté mi mano y la pasé por el pelo despeinado de Alfred, él cerró los ojos y suspiró.
- Lo siento, Amaia.
No le contesté, ¿qué iba a decirle? ¿Qué no pasaba nada? Porqué sí que pasaba, pasaban muchísimas cosas y yo ya estaba harta. Pero mi pobre Alfred no tenía la culpa, no era el responsable de la situación en la que nos encontrábamos las mujeres. Aunque eso no era excusa para que hubiese sido un cabrón en el restaurante. Pero no me apetecía hablarlo, ya le diría más tarde que no quería que volviese a hacer algo así. Sabía que me haría caso, ni por el éxito de todos los planes del mundo haría algo con lo que yo no me sintiese cómoda.
Coloqué mi mano en su nuca y tiré de él hasta que quedó tumbado encima de mí. Me miraba con ojos interrogantes, no entendía que estaba haciendo, si estaba perdonado.
Acerqué mis labios a los suyos y le besé, lentamente, sin prisa. Saqué la lengua de mi boca y le lamí el labio inferior, quería entrar, quería jugar con él.
Abrí mis piernas para que Alfred se situara entre mis muslos. Gruñó al sentir que estaba desnuda debajo de la toalla, no sé que esperaba. Llevó sus manos a mis piernas y las subió hasta su cintura dónde yo las enredé.
Separó su torso del mío y me abrió la toalla, dejándome completamente desnuda. Pude ver el momento exacto en el que Alfred perdía el control y se lanzaba a atacar mi cuello y mi pecho con su lengua y sus dientes.
Su boca y sus manos estaban haciendo maravillas en mi cuerpo pero quería llevar yo las riendas, quería tener el poder, aunque solo fuese dentro de esa habitación.
Me abalancé sobre Alfred y con todas mis fuerzas nos di la vuelta, quedando él debajo de mí. Quería provocarle, quería que me deseara como nunca lo había hecho.
Le besé todo el cuerpo, no hubo un rincón de Alfred que dejase sin explorar... excepto ese sitio donde él más quería sentirme. Tenía los puños apretados a los lados de su cuerpo, notaba el esfuerzo que le estaba costando controlarse y dejarme llevar la voz cantante, dejarme torturarlo con mi boca sin llegar a premiarle.
Yo tampoco podía más, no recordaba haber estado tan excitada en mi vida, creía que el más simple roce con Alfred me haría explotar. Le quité la ropa interior y me situé encima de su miembro.
Nos miramos, sabía que mi cara era un reflejo de la de Alfred, nuestros ojos gritaban todo lo que no nos decíamos con palabras. Te deseo. Te necesito. Te quiero.
Me senté sobre él de golpe y los dos gemimos ante el contacto, me encantaba sentirle dentro de mí, sentir que éramos uno.
A medida que me acercaba al clímax sentía como las piernas me fallaban, necesitaba sentirle más adentro, más profundo.
Alfred pareció leerme la mente porque en ese mismo instante nos dio la vuelta y me envistió, una y otra vez, con una fuerza que no había usado nunca. Me agarró con una mano de la cara mientras la otra estaba alrededor de mi cintura, manteniéndome firme en el sitio. Acercó su cara a la mía, nuestras narices se rozaban con el vaivén de nuestros cuerpos y entonces, mirándome fijamente a los ojos, Alfred me susurró con la voz entrecortada:
- Soy tuyo, no lo dudes nunca. No sé qué haría sin ti.
Una lágrima se escapó de mis ojos al mismo tiempo que llegaba al orgasmo. Me temblaba todo el cuerpo, me aferré a Alfred como si mi vida dependiese de ello. Sentí como él también se corría, seguramente alentado por las contracciones de mi vagina, sabía que le encantaba sentirme vibrar a su alrededor.
Poco a poco nos fuimos relajando y Alfred empezó a dejar besos por mi cara y mi cuello sudados.
- No te acerques tanto que debo oler fatal ahora mismo.
Alfred soltó una carcajada y nos dio la vuelta otra vez para que yo quedase encima de él, le miré a los ojos, me apartó el pelo de la cara y me sonrió tiernamente.
Apoyé mi cabeza en su cuello, olía a sexo, a sudor, pero sobretodo a Alfred, a casa. Sonreí y cerré los ojos en paz con la vida.
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La verdad es que este es el capítulo que más me ha costado escribir. No había escrito nunca una escena de sexo y ha habido momentos en que lo he pasado hasta mal de la vergüenza que me daba. Así que espero que os guste.
¡Muchísimas gracias por comentar, votar y leer la historia!
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Junto a mi
FanfictionEn un mundo futuro, donde la vida es bastante diferente a la que todos conocemos, Amaia y Alfred tienen la suerte de encontrarse. AU -------------------------------------- ¡Hola! Después de pensarmelo mucho he decidido empezar a escribir una histori...