Al final acabamos pasando un fin de semana maravilloso en Pamplona, llevé a Alfred a todos los lugares en los que me había gustado pasar el tiempo cuando era pequeña.
Disfrutamos especialmente de un bosque que estaba a las afueras de la ciudad. Nos habíamos llevado unos bocadillos para comer y pasamos allí todo el día, entre risas y tonterías. Después de comer nos quedamos dormidos sobre las hojas del bosque, hasta que sentimos como nos empezaban a caer gotas del cielo. La lluvia nos pilló totalmente desprevenidos y tuvimos que correr hasta el hotel en el que nos alojábamos.
Si a la Amaia de hacía cinco semanas le hubiesen dicho que llegaría a ser tan feliz en algún momento de su vida se habría reído de forma irónica y habría pensado que el destino le tenía preparado algo muy feo.
Debido a nuestras escapadas del fin de semana nos habíamos puesto enfermos, estábamos los dos con fiebre y moqueando tumbados en el sofá. Llevábamos ya dos días sin ir a trabajar pero a ninguno de los dos nos importaba.
De repente alguien picó al timbre de casa, Alfred y yo nos miramos extrañados. No quería ser alarmista pero las viejas costumbres tardan en perderse y no era habitual que alguien llamara a tu puerta un martes por la tarde.
Alfred me susurró que esperara en el sofá y fue a abrir la puerta. Solo me hizo falta escuchar la salutación de Alfred para saber que la persona que había venido a visitarnos no era amiga.
Tenía los ojos clavados en la puerta del salón. Lo primero que vi fue a un Alfred pálido y rígido entrar, seguido de un hombre vestido completamente de blanco.
- ¿Esta es su esposa?
- Si, por supuesto. Pero está enferma, está tomando medicamentos así que no sé si es el momento más adecuado para hacerle los test.
¿De qué test hablaba Alfred? Le miré con cara interrogante y él me dedicó una sonrisa que no había visto desde el día que nos conocimos, no le llegaba a los ojos, no era de verdad. Justo en ese momento supe que algo iba realmente mal.
- ¿Qué síntomas tiene? ¿Vómitos? ¿Náuseas? ¿Mareos? ¿Falta de apetito? ¿Son síntomas reconocibles en la lista oficial?
- Bueno, no, es una gripe creo. - Contestó Alfred inseguro.
- ¿Es consciente que se ha saltado la revisión del primer mes? - Preguntó el señor de blanco en tono hostil.
- Si, lo siento, he estado liado en el trabajo y se me había pasado por alto. Pediré cita para la semana que viene, estoy seguro de que ella se encontrará mucho mejor. No quisiera que los medicamentos interviniesen en los resultados, podríamos llevarnos un disgusto.
- Desde luego. ¿Ha controlado el periodo de su mujer? ¿Cree posible que ya haya tenido una falta?
Miré a ese hombre atónita, ¿le estaba preguntando a Alfred por mi regla? ¿Hasta qué límites habíamos llegado? Está claro que el señor de blanco quería saber si estaba embarazada pero podría habérmelo preguntado a mí directamente. Me sentía como una yegua, como un mueble. No podía creer las humillaciones a las que se nos sometía.
- No, no creo que haya tenido una falta. - Respondió Alfred, cada vez más tenso.
- Está bien, si la semana que viene no ha aparecido por la consulta recibirá una amonestación... grave.
El señor nos dedicó una mirada de superioridad, se levantó y tal cual llegó, ya se había ido.
Vi como Alfred se desinflaba poco a poco en el sofá. Se aguantó la cabeza con las manos y se frotó los ojos. Cuando por fin levantó la mirada pude ver como las lágrimas amenazaban con abandonar sus ojos y como su respiración se aceleraba cada vez más.
Me acerque a su lado y me senté en su regazo.
- ¿Alfred? ¿Quién era ese hombre? ¿Qué está pasando?
Me miró a los ojos y pude ver arrepentimiento, culpa.
- Lo siento Amaix, es mi culpa, soy gilipollas, te he puesto en peligro.
- ¿Tú culpa? ¿Culpa de qué? - Le pregunté alarmada.
- Cuando me llegó el correo oficial venían adjuntas una lista de cosas que debía tener en cuenta. Una de ellas era programarte una cita mensual con un medico. Parece ser que cada mes quieren cerciorarse de si estáis embarazadas o no, es una forma más de control sobre vosotras. Son unos malditos bastardos y yo soy un maldito inútil por no acordarme y ponerte en el punto de mira.
Abracé su cabeza contra mi pecho y besé su pelo, intentando tranquilizarle.
- No te preocupes cucu, voy la semana que viene a que me vea el médico y ya está.
- No está, Amaia. Seguramente querrán... - Calló, le vi perdido, dubitativo.
- ¿Querrán qué?
Alfred suspiró y enterró su cabeza en mi cuello, noté como aspiraba profundamente y luego soltaba el aire.
- Seguramente te van a hacer una revisión ahí, Amaia. Se van a dar cuenta de que es imposible que estés embarazada.
Mi cuerpo se puso rígido, no había caído en esa posibilidad. Alfred me apretó más a su cuerpo y le oí susurrarme un perdón. Le levanté la cara y fije mis ojos en los suyos.
Este hombre era un ser maravilloso, me había dado todo lo que podía darme desde el momento en que nos conocimos, no podía reprocharle absolutamente nada. Le besé suavemente en los labios y rocé nuestras narices.
- Alfred, no creo que eso sea algo que no se pueda arreglar.
Le dije estas palabras tímidamente y solo oírlas Alfred se separó un poco de mí para poder verme mejor, veía la incredulidad en sus ojos.
- No te voy a obligar a hacer nada para lo que no estás preparada. Encontraremos otra solución, pero no será esa.
- ¿Quién te ha dicho que no estoy preparada?
No podía apartar mi mirada de sus ojos, intentaba transmitirle la verdad de mis palabras. Hacía días, incluso semanas que estaba preparada, le deseaba y sabía que él también me deseaba a mí. Tal vez este era el empujón que necesitábamos para decidirnos, habíamos estado bailando alrededor de la posibilidad incontables veces cuando nos besábamos, cuando notaba a Alfred pegado a mí.
- Cariño, necesito oírte, necesito que me lo digas. No quiero que hagamos esto por necesidad. Te quiero, no sabes lo que me dolería obligarte a...
- Claro que lo vamos a hacer por necesidad... por la necesidad que tenemos de sentirnos, de ser uno. Sabes que hemos estado bailando alrededor de esto, Alfred.
No había sido tan atrevida en toda mi vida, pero mis palabras audaces fueron recompensadas al ver el fuego en los ojos de Alfred, al sentir como me sostenía más fuerte entre sus brazos y me besaba con toda la pasión de la que disponía.
Y esa misma tarde, mocosos y febriles, hicimos el amor por primera vez. A pesar del ligero dolor que sentí al principio, del sudor compartido, de la imposibilidad de acomodarnos a un ritmo que funcionase, fue una experiencia mágica, porque estaba preparada, porque le amaba y porque no había danza más perfecta que la de nuestros cuerpos entrelazados bailando por primera vez.
...................................................................
Bueno, aquí tenéis un capítulo nuevo. ¡Espero que os guste! Muchísimas gracias, una vez más.
ESTÁS LEYENDO
Junto a mi
FanficEn un mundo futuro, donde la vida es bastante diferente a la que todos conocemos, Amaia y Alfred tienen la suerte de encontrarse. AU -------------------------------------- ¡Hola! Después de pensarmelo mucho he decidido empezar a escribir una histori...