NO MÁS NOCHES DE FIESTA NI UN BIS FINAL (II)

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Volvimos a sentarnos para poder recuperar un poco la respiración, ya que la última canción que había sonado había sido realmente rápida y nosotros lo habíamos dado todo bailándola.

Mientras daba tragos lentos a mi bebida no pude evitar mirar hacia el escenario donde estaban anunciando que empezaba la noche de micro abierto. No sabía muy bien que significaba, pero intuía que quería decir que cualquiera podía subir a cantar.

Alfred y yo estuvimos mirando las actuaciones de las diferentes personas que se atrevían a subir al escenario, había gente que lo hacía medianamente bien y gente que se subía a hacer el ridículo.

- Deberías subir a cantar algo. – Me comentó Alfred como si nada.

- No creo... no sabría que hacer delante de tanta gente... mi único público siempre has sido tú.

- Pues yo creo que estás hecha para subirte a un escenario y que todo el mundo pueda disfrutar del talento que tienes. – Bufó Alfred.

Me quedé sentada durante dos actuaciones más, veía como Alfred jugaba con sus dedos impaciente, sabía que tenía ganas de agarrarme del brazo y subirme a ese escenario a rastras si hacía falta. Sonreí, era tan predecible.

- ¿Subirás a rescatarme si lo hago mal? – Le susurré tímidamente.

- Lo que haga falta, como si tengo que enseñar el culo encima del escenario. – Rió Alfred. – Pero lo vas a hacer genial, confía en mí.

Le besé rápidamente y me dirigí hacia el escenario con paso tembloroso. Podía hacerlo, de hecho me estaba muriendo de ganas de coger el micro y cantar.


Cuando estuve situada encima del escenario sentí como se me nublaba la vista, tenía que tranquilizarme o sería un desastre. Cerré los ojos y respiré profundamente para luego buscar a Alfred entre la muchedumbre.

Empecé a cantar mirándole a los ojos, el resto del mundo había dejado de existir y solo estábamos él y yo, como en la sala de música que teníamos en nuestra casa de Barcelona.

Apenas había entonado la última nota de la canción cuando empecé a oír los aplausos y los gritos de la gente. Pasé mi vista por el bar por primera vez desde que había empezado a cantar y sentí que me mareaba. Les había gustado, me estaban aplaudiendo a mí, por ser yo misma encima del escenario, sin esconderme detrás de ningún hombre.

Susurré un tímido gracias en el micrófono y bajé corriendo para encontrarme con Alfred, tenía muchísimas ganas de abrazarle y agradecerle el haberme animado a cantar.



De repente alguien me agarró fuertemente del brazo. Me giré asustada y vi a un chico rubio, bastante más alto que yo, acercándose a mi cara.

- Me ha gustado mucho lo que has hecho encima de ese escenario. – Prácticamente me gritó en la oreja.

- Gracias, ¿podrías soltarme el brazo, por favor? – Le respondí inquieta, quería alejarme de él.

- No sé si debería soltarte, a lo mejor te escapas. – Me contestó con un tono que pretendía ser sensual.

La verdad es que tenía razón, en el momento en que me soltase echaría a correr en busca de Alfred.

- ¿Por qué no te invito a una copa y hablamos un poco sobre que más habilidades tienes, aparte de cantar?

- No me apetece, gracias. – Le dije insegura. ¿Aquí los hombres tenían permitido pegarnos? ¿Sería hoy el día en que me darían mi primera paliza?

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