21. YA NO HAY DÍAS, NI HORAS, NI MESES, NI AÑOS PARA VOLVER

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Los días habían pasado rápidamente mientras Alfred y yo nos estudiábamos los mapas por las tardes y hacíamos deporte por las mañanas.

La noche del martes, Miriam nos reunió en el salón para explicarnos los últimos detalles.

- Tenéis que salir de aquí hacia las siete de la mañana, si vais a buen paso llegareis a la frontera en menos de una hora. Como ya os dije no está marcada, así que no os confiéis hasta que no lleguéis al pueblo del que hablamos.

Una vez allí tenéis que buscar el taller de costura, lo reconoceréis fácilmente porque tiene la fachada pintada de rojo. Cuando entréis tenéis que decirle al dependiente que habéis comido arroz crudo y necesitáis beber agua, es muy importante que os acordéis de esto.

Miriam nos miró con intensidad, podía ver que a pesar de lo joven que era, había visto mucho más de lo que debería, había aprendido a base de golpes.

- Y una última cosa, no os podéis quedar mucho tiempo en Portugal. A pesar de ser un país libre hay mucha corrupción en los cuerpos de seguridad, a la mínima que puedan os venderán a los españoles. Así que tenéis que intentar conseguir dinero para marchar a Reino Unido, Alemania... donde sea pero más lejos. Y... mucha suerte, para los tres.

Miriam nos sonrió emocionada y se lanzó a abrazarnos. Estuvimos un rato los tres sosteniéndonos, respirando al mismo compás.

Cuando por fin nos separamos, Miriam me acarició la barriga y se le escapó una lágrima mientras apuntaba un teléfono en un papel.

- Siempre es duro separarme de una amiga, a pesar de conocernos desde hace menos de una semana. Cada vez que una mujer pasa por mi casa ya la considero familia, tenemos que apoyarnos las unas a las otras, eso es lo más importante. Cuando lleguéis a vuestro destino final llamadme a este número, es una línea segura, me gustaría saber que habéis llegado bien... y si sigue en pie lo de ayudar.



Esa noche dormimos más pegados que nunca, aferrándonos al otro como si nuestras vidas dependieran de ello. No sabíamos que nos depararía el mañana, pero sabíamos que lo que fuera lo afrontaríamos juntos.

Aún no había amanecido y ya estábamos los dos despiertos. El silencio reinaba en la habitación, los único que se escuchaba eran nuestras respiraciones pausadas.

Nos miramos, podía ver la incertidumbre, las dudas y el miedo en los ojos de Alfred, como seguro que él lo podía ver en los míos. Sin cruzar una sola palabra, Alfred se colocó entre mis piernas y yo me abracé fuertemente a su cuello pegando nuestros pechos. No quería que hubiese ni un milímetro de separación entre nosotros, quería sentirle en cada poro de mi piel.

Hicimos el amor lentamente, sin prisa, como si tuviésemos todo el tiempo del mundo. Estábamos en perfecta sincronía, éramos uno, y por unos instantes nos sentimos invencibles.



Cuando llegó la hora ya estábamos más que listos, le dimos un último abrazo a Miriam, nos agarramos de la mano y empezamos a caminar.

Intentábamos llevar un paso ligero pero silencioso, a pesar de ir tensos como la cuerda de un arco que está a punto de ser disparado. Cada vez que podíamos caminábamos agachados entre los arbustos que rodeaban los caminos que teníamos que seguir.

No sabía cuánto tiempo llevábamos andando cuando oímos unas pisadas. Nos quedamos inmóviles y nos miramos asustados. Tuvimos la suerte de estar en una parte rocosa de las montañas, así que nos escondimos debajo de unas rocas.

Nos agarrábamos de la mano con tanta fuerza que teníamos los nudillos blancos, apenas respirábamos y estábamos todo lo encogidos que nuestros cuerpos nos permitían.

Estuvimos escuchando un buen rato con atención, pero cuando creíamos que la otra persona que merodeaba por las montañas ya se había ido, volvimos a escuchar las pisadas, esta vez más cerca que antes.

Alfred se quitó la mochila y la lanzó detrás de unas plantas, para acto seguido empujarme a mí también en esa dirección.

- Por favor, mi amor, tranquilízate y sigue. Te quiero. - Me susurró apresurado mientras se recostaba en el suelo.

No me dio tiempo a reaccionar, a preguntarle a qué se refería, a decirle que yo también le quería más que a nada en este mundo, cuando apareció un señor con el uniforme de los cuerpos de seguridad.

- ¿Qué se supone que está haciendo aquí, caballero? - Le preguntó a Alfred de malas maneras.

Alfred se levantó aparentando tranquilidad, le sonrió y le extendió la mano.

- ¡Hombre, agente! No le había visto nunca por aquí, ¿es nuevo?

- Si... - Le contestó el señor con cara interrogante.

- ¡Pues encantado! Vivo en el pueblo de aquí al lado, cuando quiera puede venir a tomarse unas cervezas a mi casa, estaré encantado de recibirle.

Vi como Alfred estaba confundiendo al agente, no se esperaba las contestaciones que le estaba dando, ni por donde estaba llevando la conversación.

- No tenemos permitido relacionarnos con la gente del pueblo, aunque seguro que eso usted ya lo sabe. Aún no me ha contestado, ¿Qué hace aquí?

Alfred puso cara de cansancio y se pasó la mano por el pelo.

- Verá, estoy de vacaciones del trabajo y no aguanto todo el día en casa, así que subo aquí a darme unos paseos, echarme una siesta... ya sabe.

- Pues le recomiendo que no lo vuelva a hacer, está prohibido subir por aquí. Además, ¿sabe que hace unos metros que ha abandonado el país, joven?

- ¡No me diga! No sabía que estaba tan cerca de la frontera, desde luego no me querría alejar demasiado, a saber que puede hacer la zorra que tengo en casa si descubre que me he ido tan lejos.

El agente se rió por primera vez, ¿Por qué nos odiaban tanto que el simple hecho de mencionarnos de forma despectiva les ponía de buen humor?

- Vamos chaval, que te acompaño un trozo de vuelta y así te explico cuatro cosas que se aprenden con la edad y que me habría encantado conocer cuando empecé el contrato. - Respondió con camaradería.

Me entró el pánico, a eso se había referido Alfred, sabía que él no estaría conmigo y quería que siguiese sola el resto del camino.


Después de la marcha de Alfred estuve llorando un buen rato, era la primera vez que estaba completamente sola desde que le había conocido, siempre habíamos sido los dos contra el mundo.

Poco a poco, fui respirando profundamente y concentrándome en el aire que entraba en mis pulmones, tenía que seguir y lo tenía que hacer por mí, por el bebé y por Alfred. Así que me colgué la mochila, me sequé las lágrimas de los ojos y empecé a andar.


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Bueno, ¡a por el segundo de hoy!

Os quiero decir, que en principio tengo escritos 25 capítulos más un epílogo. De todas formas, me estoy planteando la posibilidad de escribir algun capítulo de "escenas eliminadas" después del epílogo, no sé si se entiende lo que quiero decir... Aunque no lo tengo claro, la verdad es que estoy bastante indecisa.

Me gustaría que me comentáseis vuestra opinión.

¡Muchísimas gracias a todxs!

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