No podía creer que todo nos hubiese salido a pedir de boca. Toda la vida había crecido temiendo al futuro y sobreviviendo al presente, la esperanza era algo reservado para las pocas personas que aún conservaban la fe en un Dios inexistente.
Pero menos de un año después de haber empezado el contrato estaba sentada en un avión con destino a Londres, acompañada de un ser extraordinario, del que estaba enamorada perdidamente.
- Voy a ir al baño, amor.
Observé como Alfred se dirigía al fondo del avión, no pude evitar fijarme en el culo que le hacían los pantalones que le había regalado Agoney. Al solo llevar una mochila como equipaje no habíamos podido traer demasiada ropa, pero Agoney había sido un encanto y nos había provisto de una maleta repleta de cosas increíbles.
No sé si fueron las hormonas del embarazo, pero en aquel momento no pude resistirme, mi prioridad más inmediata era tener a Alfred situado entre mis piernas.
Me levanté del asiento y caminé lo más disimuladamente que pude hasta el baño. Una vez allí piqué a la puerta con impaciencia. A los pocos segundos escuché como el cerrojo se abría. No esperé a que Alfred saliera, empujé la puerta y me lancé encima de él.
Mi pobre Alfred no se esperaba aquel ataque y tardó unos segundos en corresponderme. Oí como volvía a cerrar la puerta con el seguro y me agarraba del culo para llevarme hasta la pared.
Se separó unos segundos de mi boca y me miró sorprendido.
- No es que me queje pero, ¿a qué se debe esto?
- Me apetecía. - Le respondí con urgencia mientras buscaba el botón de sus pantalones.
No hubo preliminares, no buscábamos el cariño ni la ternura, lo único que queríamos era devorarnos y perdernos el uno en el otro. En ese pequeño baño solo se oían nuestras respiraciones agitadas y los golpes de mi espalda contra la pared.
A pesar de todas las veces que habíamos tenido sexo en los últimos meses nunca lo habíamos hecho de pie y, la verdad, no entendía por qué. Alfred estaba acariciando un punto en mi interior que no sabía que existía pero que me estaba llevando hacia una espiral de locura.
Cuando estallé no pude más que morder el hombro de Alfred para evitar que todas las personas que viajaban en ese avión se enterasen de que mi viaje no solo estaba siendo hacia Londres, sino hacia otra galaxia.
Me quedé totalmente lánguida entre los brazos de Alfred, si no llega a ser por el fuerte agarre que él tenía en mí habría caído rendida al suelo. Me temblaba todo el cuerpo y aún sentía los espasmos del orgasmo, las oleadas de placer seguían llegando una tras otra, no entendía que me estaba pasando.
Alfred aún estaba dentro de mí pero no se movía, simplemente se dedicaba a dejarme besos en el pelo y a estrujarme contra su pecho.
No sabía el tiempo que había pasado pero noté como Alfred se separaba un poco de mí para poder subirse los pantalones y sentarse, conmigo encima, en la tapa del váter.
Apoyé mi cabeza en su hombro y me concentré en acompasar mi respiración.
- ¿Estás bien, cucu? Ha habido un momento en que creía que te ibas a desmayar. - Me preguntó Alfred entre divertido y preocupado.
- Yo también he creído que me iba a desmayar, no sé que me has hecho. - Le susurré con un hilo de voz.
Los temblores se habían ido calmando poco a poco y, a pesar de que aún podía sentir alguno de manera esporádica, parecía que lo que más le apetecía a mi cuerpo en esos momentos era cerrar los ojos.
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Junto a mi
Fiksi PenggemarEn un mundo futuro, donde la vida es bastante diferente a la que todos conocemos, Amaia y Alfred tienen la suerte de encontrarse. AU -------------------------------------- ¡Hola! Después de pensarmelo mucho he decidido empezar a escribir una histori...