Miriam miraba como caía la lluvia sobre las calles de Londres desde la ventana del hospital mientras sostenía a Helga en sus brazos.
Una solitaria lágrima se deslizó por su mejilla. Llevaba tanto tiempo viendo odio, miedo, desesperación, agonía, impotencia... que sostener a ese pequeño ser, nacido en un país libre, en el seno de una familia cimentada por el amor y el respeto, la llenaba de orgullo, de felicidad... sentía que todos los años que había invertido ayudando a los demás la habían recompensado de esa manera.
Con la mano que tenía libre se secó rápidamente la lágrima para que nadie la viese derrumbarse, ese día debía ser para Helga, para Amaia, y para Alfred, ese día debía estar lleno de júbilo y esperanza... no sería justo opacarlo con sus demonios internos.
Se giró con una sonrisa en la cara y se dirigió hasta la cama de Amaia, donde Alfred llevaba durmiendo unos minutos mientras su mujer le acariciaba el pelo suavemente.
- ¿Quieres contarme algo? - Preguntó Amaia con voz calmada sin apartar los ojos de la cara de su marido.
Miriam la miró dubitativa, no creía que le hubiese dado tiempo de percibir que algo no estaba del todo bien y no quería dar más información de la necesaria, sería estúpido por su parte.
- ¿A qué te refieres? ¿Sobre Helga? ¿Quieres que la acueste encima tuyo?
- No me cambies de tema, Miriam. - Rió Amaia levantando su vista cansada hasta la rubia.
- ¿No deberías dormir un rato? Debes estar agotada.
- Físicamente estoy destruida... pero mentalmente... nunca he estado más despierta. No puedo dejar de dar vueltas a lo mismo una y otra vez.
La gallega se acomodó en el sillón situado al lado de la cama de Amaia, con una dormida Helga entre los brazos, y se concentró en la chica que tenía delante.
- ¿Qué es lo que te ronda por la cabeza?
- Principalmente la suerte que tengo... lo mucho que quiero a mi familia, los amigos tan increíbles que he ido encontrando por el viaje... - Amaia suspiró. - Y todo eso me lleva a pensar lo mal que lo podría estar pasando ahora mismo si no hubiera encontrado a Alfred... si no te hubiera encontrado a ti.
- La verdad es que tuvimos mucha suerte con el test de compatibilidad genética...
Amaia se quedó mirando a Miriam fijamente hasta que Helga empezó a revolverse entre los brazos de la rubia.
- ¿Crees que tiene hambre?
- No lo sé... a pesar de la obligación que tenemos las mujeres de embarazarnos, nadie nos explica nada sobre cómo cuidar de un bebé.
La chica se incorporó ligeramente y extendió sus brazos para que Miriam depositara a su hija en ellos. Se apartó el camisón del hospital y acercó a la pequeña niña hasta su pecho. Cuando Helga cubrió el pezón de su madre y empezó a succionar las dos mujeres soltaron un suspiro de sorpresa.
- ¿Crees que debería despertar a Alfred? - Preguntó Amaia con la voz temblorosa por la emoción.
- No lo sé... ¿qué sientes? ¿te hace daño?
- No... es una sensación... especial. - Amaia empezó a sollozar suavemente. - ¿Cómo la puedo querer tanto? Lo único que necesito es protegerla, mimarla y abrazarla toda la vida. ¿Cómo pueden las mujeres en España consentir que sus hijas se marchen? Desde que me enteré que estaba embarazada he amado a esta personita más que a nada en el mundo... sería incapaz de dejarla ir hacia un futuro incierto, posiblemente oscuro, sin pelear por ella... moriría por mi hija, Miriam.
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Junto a mi
FanfictionEn un mundo futuro, donde la vida es bastante diferente a la que todos conocemos, Amaia y Alfred tienen la suerte de encontrarse. AU -------------------------------------- ¡Hola! Después de pensarmelo mucho he decidido empezar a escribir una histori...