NO MÁS NOCHES DE FIESTA NI UN BIS FINAL (I)

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Llevábamos apenas una semana en Londres cuando decidimos que sería interesante salir a tomar algo de noche.

Estaba sentada en la cama, envuelta en una toalla, con la mirada fija en el pequeño armario dónde guardábamos nuestra ropa. Miraba el contenido del armario casi con desprecio, ¿qué se ponía una mujer normal para salir a tomar algo con su marido un sábado por la noche? Bufé indignada conmigo misma y me dejé caer de espaldas a la cama.

Oí como Alfred salía del baño, se acercaba a mí y se sentaba a mi lado.

- Creía que te habías duchado la primera para tener más tiempo de vestirte. - Me dijo divertido mientras me acariciaba la cara con un dedo.

- No sé que ponerme. - Le respondí refunfuñando. - ¿Tú has salido alguna vez? ¿Qué llevaban las demás mujeres?

- Bueno... salí una vez con Manu... pero no había demasiadas mujeres, y no creo que la ropa que llevaban ellas sea la más... habitual.

Alfred se tumbó a mi lado y me miró fijamente.

- Oye, ¿y si hacemos una cosa? - Me preguntó emocionado, como un cachorrito al que están a punto de darle un premio. - Yo elijo tu ropa, y tú la mía.

Reí y me giré de costado para poder abrazarle. Pasé una de mis piernas por encima de su cintura y me apreté contra él mientras soltaba un suspiro de satisfacción.

- Me parece una gran idea, cucu.

- Aunque si lo prefieres, tal vez no haga falta salir... - Dijo Alfred en tono coqueto mientras empezaba a subir una de sus manos por mi pierna.

Le aparté la mano dándole un golpe y me levanté rápidamente. Le miré divertida y dejé caer la toalla que llevaba envuelta alrededor del cuerpo.

- ¿Me puedes elegir ya la ropa? Se nos va a hacer tarde...

Alfred me miró con los ojos entrecerrados y enterró su cara en las almohadas de la cama mientras suspiraba frustradamente.

Una media hora más tarde estábamos los dos vestidos mirándonos en el espejo que teníamos al lado de la puerta.

- Pues yo nos veo muy guapas. - Sonrió Alfred mientras posaba su brazo alrededor de mis hombros.

La verdad es que yo también me veía genial, me sentía sexi y poderosa, pero al mismo tiempo estaba insegura de salir a la calle con un vestido tan corto y tan ceñido.

- ¿Crees que se reirán de mí? - Le pregunté a Alfred insegura. - Nunca he visto a ninguna mujer ir así vestida por la calle, Alfred...

Alfred adoptó un semblante más serio, me soltó y se colocó detrás de mí. Llevó sus manos hasta mi pelo ondulado y me lo echó todo hacia atrás.

- ¿Tú que ves cuando te miras en el espejo?

- Bueno... me veo a mi... enfundada en un vestido brillante... bastante corto. - Añadí mientras me estiraba la falda del vestido hacia abajo.

- ¿Pero te sientes incomoda en él? - Me preguntó Alfred suavemente.

- No exactamente, creo que estoy... sexi. - Le respondí insegura. - Pero tú vas tan elegante... y tan tapado...

Alfred me dio la vuelta para que quedásemos cara a cara, me levantó la barbilla con su mano y me dejó un beso en la nariz.

- Mira Amaix, si te sientes mal te puedes cambiar de vestido, no es obligatorio que lleves ese... pero en mi opinión estás preciosa. Como siempre, vaya. - Añadió divertido para aligerar el ambiente.

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