Martes. Siete de la tarde. Aeropuerto de Heathrow. Terminal tres.
Caminaba a paso ligero bajo la llovizna tan característica e incansable de Londres repitiéndome esas palabras como si fueran un mantra. A pesar de haber hecho el mismo recorrido decenas de veces, cada una era única y diferente... y cada una suponía un viaje directo al infierno. Por suerte era de ida y vuelta. La ida era la recepción, era el camino hasta el piso acordado y era la medicación que tantas veces tenía que administrar. La vuelta era llegar a casa, era acurrucarme en el sofá con mi marido y era enterrar la nariz en el pelo de mi hija. Volvía a estar completa. Volvía al paraíso tan deseado y al que tan pocas personas podían acceder.
Miraba el gran reloj que presidía la terminal del aeropuerto con impaciencia. Suspiré y maldije no haber traído a Miriam conmigo. Siempre me pasaba lo mismo, me envalentonaba y acababa exigiendo ir sola al aeropuerto. Ciertamente, mis motivos para acudir sin nadie más a tan importante cita eran totalmente válidos y realistas. Lo último que necesita una mujer española cuando aterrizaba en un país desconocido después de haber sobrevivido a la más terrible de las experiencias era el barullo que podían llegar a formar dos o tres personas con los nervios a flor de piel.
Parte de mi ansiedad provenía del desconocimiento, casi nunca sabía ni el aspecto ni el nombre de la mujer a la que tenía que recoger, aunque siempre acertaba quien era en el mismo instante en que aparecía por la puerta.
Cada mujer era diferente, por supuesto, pero todas compartían una serie de rasgos que las hacían destacar entre los demás pasajeros del vuelo. El andar encogido e inseguro, las marcas violáceas que asomaban a través de la ropa, la mirada fija en el suelo, el temor a ser tocadas, el aura gris que las envolvía... Podía parecer una real tontería, pero había podido apreciar una nube gris hondeando alrededor de cada mujer a la que había recibido en ese aeropuerto.
Una voz mecánica anunció por los altavoces de la terminal que el vuelo proveniente de Portugal acababa de aterrizar. Me tensé y fijé los ojos en la puerta por la que sabía que saldría aquella persona que acabaría formando parte de mi familia.
No dejes que vea tu miedo, pensaba una y otra vez. Yo era el filtro perfecto entre la locura y la estabilidad, entre la desesperación y la calma. No podía fallar. Los engranajes de la cordura de cada mujer que llegaba a nosotras eran tan débiles que se desajustaban con solo mirarlos de refilón. Tacto, paciencia, entereza. Respira hondo, Amaia.
Observaba como la gente salía en pequeños grupos y se encontraban con las personas que les estaban esperando. La experiencia me recordaba que por norma general nuestras mujeres salían rezagadas, lo más alejadas de la multitud que pudieran. Aún así no podía evitar sentir cosquilleos en las manos que indicaban que el borde estaba cerca, que la línea estaba a punto de ser cruzada.
De repente, unos ojos azules, como el vestido preferido de mi hija, se posaron en mí penetrantes. Sentí como el corazón me daba un vuelco, como el aire se me atascaba en la garganta y como las piernas empezaban a fallarme. Esta vez tendría que haber venido acompañada. Lo primero que sentí tras el shock inicial fue la rabia quemándome desde la boca del estómago hasta las orejas. ¿Miriam sabía quién iba a salir por esa puerta? ¿Cómo podía haberme dejado venir sola? ¿Creía que no la reconocería? Tras estos pensamientos, la rabia dejó paso a la patada de la culpabilidad. ¿Por qué lo primero que había sentido era enfado?
La mujer se acercó hasta mí con paso inseguro pero sin vacilar en ningún momento. Mentalmente agradecí la entereza que estaba demostrando en esos momentos porque yo había sido incapaz de moverme de mi sitio.
- No sabía que serías tú - afirmó con la voz temblorosa.
A pesar del tono duro que había usado al hablar se intuía el temor que había detrás de cada letra que había pronunciado. ¿Qué fuera yo la receptora incrementaba su malestar?

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Junto a mi
FanfictionEn un mundo futuro, donde la vida es bastante diferente a la que todos conocemos, Amaia y Alfred tienen la suerte de encontrarse. AU -------------------------------------- ¡Hola! Después de pensarmelo mucho he decidido empezar a escribir una histori...