Oía como el guardia parloteaba cerca de mi oreja pero yo no escuchaba nada de lo que decía, solo podía pensar en cómo deshacerme de él para poder volver con Amaia.
No sé cuánto tiempo llevábamos andando pero ya podía ver el pueblo a lo lejos. Cada vez me ponía más nervioso, porque una vez allí, ¿Qué iba a hacer? ¿Llevarle a casa de Miriam y Pablo?
Además, no conocía a nadie en el pueblo, se iba a dar cuenta de que le estaba mintiendo. Tampoco llevaba nada de dinero para poder invitarle a algo, o emborracharle hasta que perdiese el conocimiento.
Sentía como me sudaban más y más las manos a medida que nos acercábamos a la plaza principal, estaba tan desesperado que se me había pasado por la cabeza hacer cosas de las que estoy seguro que me arrepentiría.
De repente, como si de un ángel se tratara, vi a Pablo caminando en nuestra dirección con paso decidido.
- Hombre Alfred, ¿Qué haces por aquí? ¿No estabas descansando?
- Si, lo estaba, pero este buen hombre me ha recordado que no está permitido merodear por las colinas. ¡Parece ser que ya había salido del país y todo!
Le respondí a Pablo con el tono más jovial que pude. Por la cara que puso pude ver que estaba fallando estrepitosamente en mi misión de aparentar calma.
- A lo mejor le podrías invitar a unas copas en tu casa, ¿no? Miriam prepara los mejores gintónics de Galicia, para otra cosa no servirá, pero tiene buena mano con las bebidas. - Le comentó al guardia mientras le daba unos codazos cómplices en el costado.
El guardia rió y apuró el paso para seguir a Pablo de cerca. Me quedé un poco rezagado, ¿cómo estaría Amaia? ¿Estaría ya cerca del pueblo portugués? Mi Amaia era una mujer fuerte, tenaz y luchadora, pero aún así no podía evitar preocuparme por ella, en estos tiempos que corrían, cada vez que la perdía de vista sentía que me daba un vuelco el corazón.
Cuando entramos al jardín del pazo de Miriam y Pablo, este último me echó una mirada que entendí a la perfección. Tenía que interpretar el segundo acto del teatro que había empezado en el aeropuerto.
- ¡Miriam! Tenemos visita, deja de hacer el vago por ahí y prepáranos unas bebidas, anda. - Le grité desde la puerta de entrada.
Miriam salió corriendo a recibirnos con cara de preocupación, pero parecía que estaba acostumbrada a reaccionar con rapidez, ya que se acercó hasta mí, me dio un beso en los labios y nos condujo hacia la cocina.
El tacto de sus labios con los míos me descolocó durante unos segundos, ¿Por qué había hecho eso? Sentí como Pablo me daba unas palmadas en la espalda y me apremiaba en la dirección por la que habían desaparecido Miriam y el guardia. Tenía que centrarme, no podía permitirme que ese tío descubriera la verdad y me separara de mi Amaia para siempre.
Miriam estaba cocinando algo para comer mientras Pablo, Martí, como nos había dicho que se llamaba el guardia, y yo nos bebíamos las copas cargadas de alcohol como si fueran agua.
En realidad, Martí era el que estaba bebiendo como si no hubiera un mañana, ya que nosotros solo teníamos tónica en nuestras copas.
- ¿No debería haber alguien haciendo guardia ahora mismo? - Me atreví a preguntarle a Martí cuando ya llevaba un par de bebidas.
- Que va, nadie se atreverá a comprobar si estoy o no, sería arriesgarse demasiado, ¿no crees? Y aún menos una mujer, no dan para tanto. - Rió tan fuerte que se acabó atragantando con su propia saliva.
Pablo y yo nos reímos forzadamente, ¿Cuántas copas le iban a hacer falta a este tío para caer redondo? No podía parar de mirar el reloj e imaginarme dónde estaba Amaia. A esas horas ya debería haber llegado al pueblo, tal vez incluso ya estaba a salvo en el taller.
Bufé con impaciencia y le pedí a Miriam otro gintónic, teníamos que acelerar el ritmo.
No sé cuantas copas hicieron falta, pero ya estaba anocheciendo cuando Martí se desplomó sobre la mesa de la cocina.
- Este chaval es nuevo seguro, ¿a qué tipo de guardia se le ocurre dejar su puesto durante casi un día entero? - Refunfuñó Miriam mientras nos ayudaba a cargar a Martí encima de una pequeña carreta.
- Día que yo podría haber aprovechado para seguir a Amaia. - Contesté enfadado.
- Día en que habría podido sacar a una decena de mujeres de este país, Alfred. - Me respondió Miriam con un suspiro.
La miré más calmado, tenía razón, estaba siendo un egoísta.
- Lo siento Miriam. ¿Quieres que me lleve a alguien conmigo? Sería un buen momento.
- No, déjalo... ya no da tiempo. - Comentó resignada. - Anda, llevaros a este desperdicio humano al hostal y corre a reunirte con tu mujer, que estoy segura que debe estar igual de desquiciada que tu.
Reí levemente y abracé a Miriam con fuerza, le di un beso en la frente y le volví a agradecer todo lo que había hecho por nosotros.
Pablo y yo dejamos a Martí en el hostal durmiendo la mona. Le dijimos al señor que regentaba el lugar que Martí le pagaría la estancia al día siguiente, supongo que al verle el uniforme, el señor quedó conforme, ya que los agentes de fronteras cobraban bastante bien.
Yo solo esperaba que a la mañana siguiente se hubiese olvidado de gran parte del día, sobretodo del camino al pazo de Miriam y Pablo. Le comenté mis preocupaciones a Pablo pero me aseguró que no pasaba nada, que si Martí se acercaba a reclamar algo le amenazarían con denunciar su ausencia en las colinas durante todo el día anterior.
Era de noche y no veía bien los caminos por los que pasaba, podía estar tomando un rumbo totalmente erróneo y no darme cuenta hasta que fuese demasiado tarde. Lo único que me consolaba era que si yo no podía ver bien, los guardias del turno de noche tampoco, además, esperaba que se pareciesen en algo a Martí y les preocupase más bien poco su trabajo.
De repente, como aparecidas de la nada, vi unas luces a lo lejos, estaba seguro que eran las del pueblo portugués. El corazón me empezó a latir con fuerza y sentí un cosquilleo en las extremidades de mi cuerpo.
Empecé a correr y no paré hasta que no estuve frente a la casa roja de la que nos había hablado Miriam.
En esos momentos me daba igual absolutamente todo, solo quería volver a ver a Amaia sonreír mientras la sostenía entre mis brazos.
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Al final hoy voy a subir un capítulo extra, gracias a que chapuzasadomicilio y carmensanchez92 me han sugerído escribir la huída de España desde el punto de vista de Alfred.
Además, seguramente mañana solo pueda subir un capítulo, así que... ¡Espero que lo disfrutéis!
¡Muchísimas gracias!
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Junto a mi
FanfictionEn un mundo futuro, donde la vida es bastante diferente a la que todos conocemos, Amaia y Alfred tienen la suerte de encontrarse. AU -------------------------------------- ¡Hola! Después de pensarmelo mucho he decidido empezar a escribir una histori...