Ya había caído la noche cuando llegamos a un pazo situado a las afueras de un pueblo cercano a la frontera con Portugal.
Era grande, con paredes blancas, tejado oscuro y rodeada por un enorme jardín. El aíre olía a césped, a fruta madura y a pureza. Cuánto había echado de menos la sensación del viento en mi cara, de oír el canto de las cigarras al atardecer...
Estaba de pie en el jardín con los ojos cerrados disfrutando de la naturaleza cuando Alfred se acercó por detrás y me abrazó apoyando su cabeza en mi hombro.
- Estás preciosa. - Me susurró al oído. El aire caliente de su aliento en mi oreja me erizó la piel. - ¿Tienes frío? - Preguntó en tono burlón.
La verdad es que al caer la noche había refrescado bastante, pero no era eso lo que había conseguido ponerme los pelos de punta... y él lo sabía. Me giré para quedar cara a cara con Alfred.
- Puede ser, tal vez debería entrar a ayudar a Pablo y a Miriam con la cena.
A Alfred se le oscurecieron los ojos y me apretó más contra él, sabía que le estaba provocando. Acercó su cara a la mía hasta que nuestras narices se tocaron y podía sentir sus labios moviéndose contra los míos cuando hablaba.
- Tal vez deberíamos alejarnos de la casa y así podría follarte contra un árbol hasta que olvides cómo te llamas.
Sus palabras me encendieron hasta tal punto que tuve que apretar las piernas para crear algo de fricción que aliviara la tensión que se había acumulado en mi entrepierna. Me mordí el labio y llevé las manos de Alfred hasta mi culo.
- Tal vez podríamos hacer eso... o tal vez podrías tumbarme sobre tus rodillas y castigarme por haberte cuestionado.
A ninguno de los dos nos gustaba la violencia y él sabía perfectamente que lo del castigo no lo decía enserio, pero Alfred adoraba mi culo, me había dicho varias veces que era una de sus partes favoritas de mi cuerpo y sabía que la visualización de la fantasía que le acababa de plantear le llevaría al límite.
Alfred me agarró en brazos y caminó hasta que noté que mi espalda chocaba con la pared de la casa. En todo ese recorrido no había dejado de besarme por todos los sitios que estaban al alcance de su boca y yo no había podido más que suspirar de satisfacción ante sus atenciones.
De repente escuchamos la voz de Miriam gritar desde la puerta.
- ¡Vamos niños, que se enfría la cena! - Esa frase fue seguida de una risilla nada disimulada.
¡Qué vergüenza! ¿Cómo nos habíamos dejado llevar de esa manera? Me separé de Alfred rápidamente y corrí hacia la cocina con la cara roja mientras oía a Alfred gruñir de la frustración.
Llevábamos un rato cenando cuando Miriam se puso seria.
- Los días más seguros para atravesar la frontera son los miércoles. Cada semana hacen cambio de guardias para que no les dé tiempo de corromperse... ya me entendéis.
Claro que la entendíamos, en una semana no daba tiempo de ganarse al guardia y organizarse para conseguir dinero suficiente para sobornarlo.
- Por lo tanto, los miércoles hay un periodo de aproximadamente media hora en el que las colinas quedan desprotegidas. - Continuó explicando. - Nosotros no vamos a poder acompañaros, porque a más personas, más fácil es llamar la atención, así que tenéis cinco días para memorizaros los mapas, acostumbraros al terreno... y sobretodo practicar vuestra resistencia física, porque la vais a necesitar.
Mientras nos quitábamos la ropa antes de ir a dormir no podía dejar de pensar en lo que nos había dicho Miriam, la parte del plan que suponía un esfuerzo intelectual no me preocupaba, en cambio la parte física sí.
- Alfred, ¿crees que estamos poniendo en riesgo al bebé?
A pesar de que el sistema definía el embarazo como la "condición natural y obligatoria de la mujer" era un tema tabú en la calle. Todo lo relacionado con la reproducción humana estaba vetado, es decir, se recomendaba encarecidamente que no nos interesásemos, ni hablásemos de esos temas.
Yo creo que esta imposición se hacía con el fin de desnaturalizar todo lo posible el sexo, las relaciones humanas, y por supuesto, para mantenernos desinformadas y subyugadas. Lo desconocido causa incertidumbre y miedo, el control sobre nuestro cuerpo era una de las mayores armas de las que disponía el Estado.
- No creo... ¿aún es muy pequeñito, no? - Preguntó Alfred dubitativo.
- Esperemos que sí. ¿Crees que Miriam lo sabrá? A lo mejor debería preguntárselo mañana.
- Sí, podrías preguntarle, aunque creo que si creyese que hay algún peligro ya te lo habría dicho.
Alfred se acercó a mi lado y se puso de rodillas frente a mí, quedando a la altura de mi barriga.
- ¿Sabes? Yo quiero que sea una niña y que se parezca a ti, que tenga tu sonrisa deslumbrante, tus ojazos marrones...
Dejó un beso suave justo debajo de mi ombligo y me acarició con su mejilla ligeramente áspera. Noté como se me ponían los ojos vidriosos y le acaricié la cabeza con mi mano.
- ¿A sí? ¿Y has pensado algún nombre que te gustaría ponerle? - Le pregunté con un nudo en la garganta causado por la emoción.
- Pues la verdad es que si. - Respondió con su voz de bebé.
Apoyó su frente en mi abdomen mientras me abrazaba las piernas. Ahí estaba mi Alfred inseguro. Le levanté la cabeza con las manos para que me mirara a la cara.
- ¿Cuál?
- Helga, con H. - Contestó tímidamente. Acaricié sus mejillas con mis pulgares y me agaché para que mi cara quedase a la misma altura que la suya.
- Me encanta, cucu.
Le besé y fui dejando caer mi peso encima de Alfred, sabía que se daría cuenta de lo que quería decirle con eso.
Efectivamente, a los pocos segundos, me agarró en brazos y nos tumbó en la cama, quedando él encima de mí. Me separé un momento de sus labios.
- Pero si tenemos otra niña se llamará Emma, que lo sepas. - Le dije sonriendo.
- Lo que tú quieras, amor.
Bajó su boca hasta mi cuello y yo me reí, sabía que me acabaría dejando alguna marca.
Le empujé para quedar encima de él y me senté sobre su abdomen.
- Creo que es justo que si tú elijes el nombre de nuestra hija, yo elija cómo hacerte el amor esta noche.
Alfred me miró con una sonrisa traviesa y llevó sus manos hasta los barrotes de la cama.
- Soy todo tuyo.
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En este capítulo trato un tema que, por desgracia, actualmente sigue siendo un problema: el control sobre nuestro cuerpo. Controlar nuestro cuerpo, nuestro derecho a decidir sobre él, sobre la maternidad, sobre el aborto, sexualizar cada pequeño detalle desde que somos pequeñas, etc., es una gran fuente de poder y es algo por lo que todas deberíamos luchar. Porque mientras no nos pertenezcamos a nosotras mismas no vamos a ser libres.
Después de esta reflexión, espero que os haya gustado el capítulo. ¡Muchas gracias!
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Junto a mi
FanfictionEn un mundo futuro, donde la vida es bastante diferente a la que todos conocemos, Amaia y Alfred tienen la suerte de encontrarse. AU -------------------------------------- ¡Hola! Después de pensarmelo mucho he decidido empezar a escribir una histori...