Empecé a despertarme cuando los rayos del sol alcanzaron mi cara, a pesar de eso me resistí a volver al mundo, estaba tan cómoda rodeada de nubes blanditas y suaves que olían increíble. Enterré la cara aún más entre las nubes y aspiré su aroma, podría acostumbrarme a vivir en ellas.
De pronto el sonido de un teléfono y una voz masculina contestándolo me devolvieron a la realidad como un jarro de agua fría.
Me senté tan rápido que me dio vueltas la cabeza. Cuando por fin pude enfocar bien la mirada me fijé que estaba en la habitación, mi habitación, o mejor dicho, nuestra habitación. Miré hacia abajo con temor, no recordaba nada más después de haberme dormido en el salón. Estaba vestida, eso era una buena señal.
Oí como Alfred se acercaba a la habitación. - Manu tío, ja et vaig dir que avui no aniria a l'estudi, i demà ja veurem. No et preocupis, tinc una cosa nova que crec que t'agradarà.
Se paró en el marco de la puerta al verme despierta y sonrió. Estaba aguantando el móvil entre el hombro y la oreja, ya que llevaba las manos cargadas con una bandeja. Fruncí el ceño, ¿venía a tirarme el desayuno por la cabeza por haberme dormido? Mierda, eso estaba en el manual, en las malditas normas que me enviaron por correo. Hacer las comidas del día, eso incluye el desayuno.
Me encogí sobre mí misma, me llevé las rodillas al pecho y las abracé con fuerza rezando para que no fuera muy duro conmigo.
Observé con pánico como colgaba el teléfono y hacía malabares para dejarlo en el tocador que había a los pies de la cama, en cualquier otra situación habría resultado de lo más gracioso. Se acercó a mi lado y yo cerré los ojos.
Nada, ¿Qué estaría haciendo?
- ¿Amaia? ¿Estás bien? - Noté como su peso hundía la cama a mi lado. Pasará rápido.
Cuando puso su mano en mi cabeza solté un gritito involuntario. ¿Dónde había quedado esa promesa de no mostrar debilidad?
Alejó la mano tan rápido que parecía que le hubiese quemado, pero no se levantó de la cama.
- ¿Te encuentras bien? ¿Quieres que vayamos al médico? O puedo llamar a uno para que venga a casa...si eso será lo mejor. ¿Conoces a algún médico en especial al que quieras ver? Manu me recomendó uno muy bueno hace unos meses y creo que hace visitas a domicilio, podríamos llamar a ese, si creo que sí...
Todo esto lo dijo tan rápido y tan atropelladamente que tuve que levantar la cabeza y abrir los ojos. Le miré de cerca, ¿Cómo podía una persona estar así de atractiva ya de buena mañana? Vi como se iba poniendo rojo poco a poco y sus ojos reflejaban preocupación, ¿qué le pasaba?
- ¿Me dejas tocarte la frente por lo menos? Para saber si tienes fiebre. No sé donde tengo el termómetro, sé que tengo uno por algún lado pero...
- No tengo fiebre. - Le corté antes de que arrancara otra vez.
- ¿Entonces que te duele?
- Nada. - Su cara cambió de preocupación a desconcierto.
- Es que... como has gritado cuando te he tocado... he pensado que... a lo mejor... no sé... bueno, ya sabes, que te encontrabas mal o...
- No, lo siento, no quería asustarte. - Estaba completamente avergonzada, va a pensar que estoy loca, madre mía Amaia, te la vas a ganar tanto.
- Está bien, no pasa nada.
Se quedó observándome en silencio durante unos segundos que fueron de los más incómodos de mi vida. No sabía que estaba pensando, ¿estaría valorando cual era el mejor castigo para mí?
De repente cogió aire profundamente y lo soltó de golpe antes de empezar a hablar.
- Amaia, no sé si es el caso, bueno, creo que es una posibilidad... pero solo quiero que sepas que no tienes por qué tenerme miedo. No voy a hacerte daño. No sé lo que te han contado, bueno, en realidad sí que lo sé, todos lo sabemos... pero para ti no va a ser así, ¿vale? Puedes estar tranquila, eres libre... más o menos.
En ese momento sonrío tímidamente y acercó lentamente su mano hasta mi mejilla para dejar una tierna caricia en ella.
Realmente no sabía si sus palabras eran ciertas, no sabía si podía confiar en él, pero la sensación de alivio que recorrió mi cuerpo fue tan grande que se me saltaron las lágrimas. Empezaron a brotar de mis ojos hasta desencadenar una tormenta de sollozos.
Sentí como Alfred me abrazaba suavemente y pegaba mi cuerpo contra el suyo. Ese gesto aún provocó más lágrimas.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, ni cuándo Alfred empezó a dejarme besos esporádicos en el pelo, pero las lágrimas ya se habían secado y yo no me quería mover de allí.
Inspiré profundamente y me di cuenta que las nubes olían a Alfred, entonces sonreí por primera vez.
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¡Muchas gracias a lxs que comentáis y votáis y leéis los capítulos, estoy contentísima de que os esté gustando! Os contestaría individualmente a cada unx pero no sabría que más decir a parte de GRACIAS.
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Junto a mi
FanfictionEn un mundo futuro, donde la vida es bastante diferente a la que todos conocemos, Amaia y Alfred tienen la suerte de encontrarse. AU -------------------------------------- ¡Hola! Después de pensarmelo mucho he decidido empezar a escribir una histori...