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Miraba por aquí y por allá y nada se sentía cercano, parecía estar conviviendo con objetos hallados a muchos kilómetros de su posición

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Miraba por aquí y por allá y nada se sentía cercano, parecía estar conviviendo con objetos hallados a muchos kilómetros de su posición. La incomodidad y la frialdad eran demonios con los que solía convivir, pero nunca la vida había sido tan cruel de combinarlos en una sola dosis. La frialdad con la que sus padres lo habían criado le daba la libertad de hacer lo que quisiera, con ellos la incomodidad no existía porque ellos no estaban presentes, es decir, ¿qué importaba lo que hacía Seungmin si de todos modos era obediente y un buen ejemplo de hijo?, simulaba hacer las cosas bien y, mientras cumpliera con esa parte del trato, no habría problemas. Por otro lado, la incomodidad consigo mismo por ser quien era no se sentía fría, sino más bien, realista. Él no era un magnífico pintor, ni una gran persona, o siquiera portaba un bello rostro, era Seungmin y si bien es cierto que a veces odiaba ser quien era, no hacía de ello un gran problema, solo era... incómodo.

Esa tarde se la pasó moviendo muebles de un lado a otro, decorando espacios vacíos con floreros y vasijas cargados de flores secas que encontró por ahí, sacando las horrorosas telarañas del techo, ubicando sus acuarelas y sus pinceles sobre el ropero a un lado de la ventana, removiendo el polvo y, sobre todo, buscando hacer de esa habitación un lugar más propio.

Tal cual lo dedujo, en cuanto le contó lo acontecido a su amigo de mechas rubias, este no dudó en sacar a los empujones a su novio, soltando un «volverá en la mañana, no te preocupes». Al principio se sintió un poco mal por Changbin, pues él también vivía allí (no era un secreto que, a este punto de su relación, Changbin había ocupado la casa sin permiso del dueño, no era una convivencia formal, pero sí pasaba la mayor parte del tiempo con Felix). No es que la culpa lo entristeciera ni mucho menos, lo olvidó con el correr de los minutos, pensó que el novio de su amigo tenía una segunda casa a la cual acudir, la de su familia, ahora era él la prioridad.

La noche cayó, y con ello la tristeza y soledad envolvieron su habitación. La televisión estaba apagada, Félix no estaba en la casa, tampoco su novio, y sin ellos y su movimientos se percibía un silencio ensordecedor que llegaba a cada rincón de la casa. No se había atrevido a preguntar dónde iba, de repente sentía que todo lo que hiciera podría ser una molestia.

Maldecía a cada momento estar viviendo de esa forma tan mediocre. Un día lo tienes todo y al otro eres nadie. O quizá siempre fue Nadie y todo lo que tuvo fue prestado, como ahora mismo. Vivía de prestado, nada era suyo realmente, a excepción de sus invaluables obras.

Por algunos minutos, cuando decenas de pensamientos le sobrevolaban la cabeza, esa espeluznante película de terror amenazó con desbordarlo por el miedo, la incertidumbre y el enojo que sentía. No quería llorar, no era la ocasión, sería muy fácil simplemente rendirse y dejarse ir en inútiles lágrimas, por eso mismo se tragó sus sentimientos y buscó otra cosa con que entretenerse hasta que el sueño lo atrapase y entonces no tuviera que pensar en nada más.

Si bien todavía transitaba por extraña sensación para con su alrededor, debía admitir que la habitación era acogedora y cálida, bonita también. La cama se hallaba ubicada en el centro de ese pequeño espacio, la ventana daba a la calle donde lo recibía un paisaje no muy vistoso y así mismo solo podía observar por ella si movía las cortinas color mandarina brillante a un costado. A la izquierda de la cama, cubriendo la mitad de la pared, un pequeño mueble se ubicaba simulando ser un ropero, a su derecha, la pequeña mesita de luz de algarrobo antiguo le daba el toque necesario y al final todo se resumía a un blanco opaco y gastado que cubría las cuatro paredes mal revocadas. Un buen lugar para estar pero, aun así, aburrido, extraño y lejano.

WATERCOLORS || HyunMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora