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—Aun sin conocerte demasiado, me hiciste saber hace poco que eres un gran fan de todo esto ―señaló con sus manos a la nada misma―, no dudo que harás bien el trabajo

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—Aun sin conocerte demasiado, me hiciste saber hace poco que eres un gran fan de todo esto ―señaló con sus manos a la nada misma―, no dudo que harás bien el trabajo. Créeme que sé que si te contratamos, serás el empleado con la sonrisa más radiante. Por otro lado, estuve mirando tu carta de presentación: está todo perfecto aquí, cumples con todos los requisitos solicitados ―ojeaba hoja por hoja todos los papeles que su secretaría le había entregado. ―Aquí hay un problema.

El llamado de atención sobresaltó a Seungmin, quien no se esperaba que después de tanto adularlo, el pelinegro le rompiera el corazón en mil pedazos.

Con el ceño fruncido y el papel de lectura a una altura considerable, Hyunjin permaneció en una misma posición durante varios segundos, probablemente deduciendo cuál sería la manera más cruel de rechazar al pequeño Kim.

—Siempre me falta algo... —susurró para sí mismo a la vez que rogaba que el tiempo pasara, aunque sea, un poquito más rápido.

Había perdido la fe. Quería acabar con esa mierda e ir a llorar a casa en paz.

Sentía una gran desesperación atacarlo sin piedad, el tiempo lo estaba torturando, o bien, el mismo entrevistador disfrazado de analítico que, al parecer, no contaba con ningún apuro y le hacía todo este proceso el doble de complicado. Era frustrante observar a Hyunjin leer con tanta tranquilidad su estúpido currículum que con tanto empeño se había dedicado a hacer (para nada), añadiendo todos sus saberes y pasiones por el rubro en el que se estaba ofreciendo a trabajar. A este paso, ya no le importaban los insultos de por medio o su burlona sonrisa, solo rogaba lograrlo, con llegar hasta la meta era suficiente, el resto solo eran detalles.

Sin embargo, si ya tenía decidido que no le iba a dar una oportunidad, por lo menos le pedía con sus ojos llorosos que no lo dilatara más, quería que supiera ya había sufrido lo suficiente.

Su celular, escondido en alguno de los cajones del escritorio continuaba vibrando sin parar, pero al destinatario no le importaba en lo absoluto. Se encontraba tan absorto por sus funciones de director del museo que no le llamaba la atención en lo más mínimo lo que sucediera afuera de esas cuatro paredes.

Lo vio sonreír de costado: vio su fin en menos de un segundo.

—Todavía no tienes dieciocho años y aunque quiera, no puedo darte el trabajo —comentó una vez que sus ojos se desviaron del papel hacia el castaño y continuó: —La única alternativa es que presentes un permiso de tus padres en el que avalen que puedes trabajar siendo menor de edad.

La expresión de frustración y enojo que se formó en la cara de Seungmin fue de las mejores que Hyunjin había podido ver en toda su vida y eso que había roto varios corazones y decepcionado a muchas personas a lo largo de sus veintiún años. Podía sentir desde lo lejos las ganas de llorar que el pobre chico escondía en su interior.

Mentiría si dijera que no estaba disfrutando la situación, pero a nadie le viene mal un poco de diversión, ¿verdad? Desde que habló con el chico por primera vez pensó que le faltaba un golpe de realidad certero y los seres divinos le había otorgado ese privilegio a él. Había sido obvio, desde que lo vio, que sus padres lo habían mantenido viviendo en una burbuja hasta hace no más de una semana. La idea no era verlo arrastrándose ni nada por el estilo, solo mostrarle que la vida puede ser muy mierda cuando se lo propone, mucho más cuando se encuentra solo.

WATERCOLORS || HyunMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora