❀; Twenty Two.

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No había mucho que decir, ese era uno de los mejores días de su vida y el mejor por lejos desde que abandonó la casa de sus padres.

Abrió los ojos a la mañana siguiente, estaba despierto, pero se sentía como si siguiera soñando. Tanto su posicionamiento como el de su compañero de cama era digno de una postal; el más alto lo aprisionaba con sus brazos y pegaba sus cuerpos, las manos de este descansaban en su cintura y sus dedos terminaban en su estómago, la respiración de Hwang en su cuello, sus cabellos desparramados por toda la almohada, sus piernas enredadas y el delicioso aroma a vainilla entre ellos.

A pesar de que amaba la posición en la que estaba, no se pudo contener y movió la cabeza para admirar de carca la línea de la mandíbula de Hwang. Fue un muy buen movimiento: la vista era muy buena.

Atinó a levantarse, querer respirar fuera de la habitación, o quizá del departamento, en la ventana. Sus movimientos se quedaron en intentos ya que, ante el más pequeño movimiento, los brazos de Hyunjin lo pegaron más a su cuerpo, impidiéndole apartarse. Volvió a moverse, pensando que ese lo fue un acto involuntario producto de su estado de ensoñación, pero no fue así. Lo único que consiguió fue una orden proveniente de la voz ronca del dueño de la cama.

—Es muy temprano, sigue durmiendo.

Las comisuras de sus labios se alzaron levemente y permaneció quieto luego de que Hyunjin hablara. Se sentía tan extasiado que lo único que podía hacer era mantener en su memoria cada una de las sensaciones que le recorrían el cuerpo y, por supuesto, el exquisito aroma que el cuello de este emanaba.

Descubrió en ese corto lapso de tiempo que, a pesar de ser un artista y que lo visual fuera lo suyo, sin darse cuenta, se empeñaba en mantener consigo los olores que lo rodeaban, como un souvenir. Pensaba que muchos podrían apreciar la cocina y el rostro de Hyunjin, pero cuántos de ellos serían capaces de inhalar el olor de su colonia o de su almohada, o mejor, de un té de manzanilla preparado por él mismo.

Seungmin no lo sabía, pero la respuesta era nadie.

Cerró sus ojos, siguiendo el pedido de su compañero de cama, y consiguió dormir unos cuantos minutos más.

Por su lado, Hyunjin disfrutó cada segundo que se le permitió y extendió el momento hasta que la responsabilidad, que venía en forma del timbre, golpeó su cabeza. Soltó a Seungmin y se sentó en la cama. Se talló los ojos y apenas se ubicó en tiempo y espacio, analizó lo vivido la noche anterior de principio a fin, y en ese choque de pensamientos y conclusiones, se encontró entre la desesperación y el desconcierto, una combinación que, hasta ahora, nunca había sentido. Se reprochaba lo mucho que había insistido para que el chico que yacía a su lado se quedara en su casa, o peor, durmiera entre sus brazos. No fue correcto lo que hizo, y lo sabe, por eso mismo podía ni quería abusar de las debilidades de Seungmin ni del choque de emociones por el que estaba pasando. Debía llevarlo hasta su casa y devolverlo. De paso, atender a quién carajos sea el molestaba un domingo; seguramente era Minho que venía a contarle todos los ligues que había tenido la noche anterior.

Muy despacito, fue dando pequeños toques en el rostro de Seungmin para que este volviera a abrir los ojos. Le dolía un poco tener que despertarlo con lo bonito que se veía durmiendo, mas no había otra alternativa más que comenzar a despedirse. En su imaginación se imaginaba a Felix lanzándole dardos y cuchillos y eso lo animaba a cortar con todo contacto que estuvieran teniendo.

Después de todo, la fe le decía que tendrían otras oportunidades como esa.

—Tenemos que almorzar, SeungSeung —le informó al oído, causándole cosquillas. —Y yo debo que abrir la puerta.

El más pequeño se estiró en la cama y miró fijamente a Hyunjin recién levantado, con la mirada confundida.

—¿Almorzar? ¿No querrás decir desayunar?

WATERCOLORS || HyunMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora