Mamá se encontraba sentada a la mesa, parecía acomodar unos libros allí mientras los ojeaba. Su nariz se veía completamente roja a causa del frío, quizá estuvo un tiempo en la calle antes de regresar. Hice un sonido para que me viera, así que cuando me acerqué con Christine de la mano ella levantó su vista hacia nosotros. Pude ver claramente el momento en que sus ojos verdes se abrieron con sorpresa y arqueó sus cejas al mirarnos, llena de sorpresa y algo de interés.
—Mamá, quiero presentarte a Christine —le dije al darle un pequeño empujoncito a la pelirroja.
Mamá me miró fijo de arriba hacia abajo, concentrándose en mi pecho descubierto y libre de camiseta, y luego en Christine que se veía algo mareada aun cuando intentaba disimularlo.
—¿Y Rebeca? —preguntó.
—También es un gusto, señora —se rio Christine.
—Becky me pidió que cuidara a Christine, es su mejor amiga y no se encontraba bien. Ella tenía algo que hacer así que se fue —respondí con un suspiro—, pero creo que te caería bien esta tonta.
—¿Está loca? Es que sabes que me agrada la gente loca —comenzó a reírse mamá.
—Pues sí, es un poco estúpida también pero... —Recibí un fuerte codazo de la pelirroja que me hizo doler—. Oye, al menos déjame terminar. Iba a decir que eras agradable.
—Ven, cariño, siéntate —diciendo eso, mamá palmeó la silla a su lado mientras llamaba a Christine.
La pelirroja pareció dudar si acercarse o no, me miró buscando alguna clase de consejo u objeción, sin embargo me daba igual lo que hiciera, solo me encogí de hombros con un gesto divertido para indicarle que hiciera lo que quisiera, no me importaba. Con un suspiro se acercó hacia mamá y se sentó a su lado de forma perezosa, mientras que yo me encargaba de preparar la cena. No me faltaba mucho y estaba seguro de que mamá tendría mucha hambre, quería que disfrutara de algo delicioso y nutritivo.
—¿Qué haces, bebé? —me dijo pero no giré para verla.
—Termino la cena.
—Déjame hacerlo a mí.
—No, tú solo relájate que yo lo preparo —respondí sin darle mucha importancia—. Trabajaste mucho estos días, déjame cuidarte un poco.
Debía hervir la espinaca para poder preparar bien el relleno, y mientras me encargaba de la cocina concentré mis oídos en la conversación que mamá y Christine estaban teniendo a la mesa. Mi madre parecía darse cuenta sin necesidad de preguntar que Christine estaba mal por problemas amorosos, supuse que por experiencia propia, después de todo mi mamá había sido abandonada cuando quedó embarazada de mí. Christine le contó lo que sucedió en la noche con su ex, las cosas que él le había dicho. Incluso le contó cosas que no me dijo a mí, como el resto de la conversación que tuvo por mensaje, y debido a eso llegué a una pequeña conclusión sobre ese tipo: era un imbécil.
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Pequeños sorbos de té
RomanceÉl la conoció. La odió. Se volvió su amigo. La unió con su mejor amigo. La amó. Y se arrepintió de haberlos unido...